Tras las jornadas de movilización del movimiento indígena, los dirigentes de la CONAIE y sus pueblos y nacionalidades encabezados por Jaime Vargas, Leonidas Iza, Miriam Cisneros, se retiran a sus territorios amazónicos y serranos y lo hacen con la satisfacción del deber cumplido, pero con el dolor del costo pagado en las calles de Quito con la cara vida de Inocencio Tucumbi, el dirigente asesinado en la represión de la policía ecuatoriana. Inocencio había nacido hace 50 años en la localidad de Yanahurco de Juigua, en el cantón Pujilí, en Cotopaxi.
Inocencio tenía siete hijos criados con el esfuerzo de su oficio de agricultor y albañil. Una mañana salió de su comunidad a sumarse a la lucha política y social de sus hermanos indígenas convocados por la CONAIE, nunca Inocencio -acaso si-, pensó que no regresaría con los suyos, que una bomba policial iba a derrumbar sus sueños de justicia y acabaría con su vida campesina la mañana del 10 de octubre de 2019.
Inocencio nunca sabrá que sus hermanos consiguieron los objetivos de su movilización a Quito, que le doblaron la mano a un régimen socialmente insensible y políticamente represivo. Nunca sabrá que la derogatoria de la infame medida que motivó la lucha lleva su nombre y el triunfo sobre ese despropósito está escrito con su sangre. Acaso también sabe que él es uno de los miles que ofrendaron generosamente su vida en este continente reprimido para hacer justicia a su pueblo ancestral. Acaso Inocencio no sabe que el decreto 883 ya no existe y que su funesto recuerdo remite a su alegría de hombre del pueblo.
Inocencio era parte de una historia escrita con sangre. El 4 de junio de 1990 tuvo lugar el primer levantamiento indígena. Siete provincias de estirpe indígena iniciaron una protesta que duró cuatro días. Pedían la solución de conflictos de tierra y la plurinacionalidad. En 1994, la promoción de la Ley de Desarrollo Agrario abrió un nuevo cauce de lucha indígena con una protesta que duró 10 días. Esta vez exigían redistribución de tierras y el acceso a tecnologías locales. Antonio Vargas, líder de la Conaie, movilizó en el 2000, desde Cotopaxi hasta Quito (Pichincha), a alrededor de 8 mil indígenas en contra de la dolarización decretada por el entonces presidente Jamil Mahuad. Allí estuvo Inocencio luchando junto a los suyos. Las fuerzas indígenas se tomaron el Congreso Nacional y el Palacio de Carondelet con apoyo de un sector del Ejército. Fue en el 2001 que 10 mil manifestantes llegan a Quito liderados por la Conaie, el Frente Unitario de Trabajadores y la Fenocin. La lucha se extendió por dos semanas con un saldo de seis muertos y 30 heridos. En el año 2006, tras el anuncio del gobierno de tener negociaciones del Tratado de Libre Comercio, miles de indígenas y campesinos bloquearon las principales vías de las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Bolívar y la localidad ds Cayambe. En el gobierno de Rafael Correa, en 2009, la Conaie y las Juntas de Regantes y Agua Potable realizaron una marcha por la Defensa del Agua, la Vida y el Estado Plurinacional.
Inocencio sí sabía que su historia es la historia de Cecilio Taday, Fernando Daquilema, Alejo Sáenz, Jesús Gualavisí, Dolores Cacuango, destacados líderes y lideresas indígenas que han encabezado guerras, levantamientos y rebeliones. Junto a ellos está Inocencio Tucumbi en el atrio de la historia.
Por su lucha y entrega generosa nosotros sabemos que el acuerdo conseguido la noche del domingo 13 de octubre y por la lucha de sus hermanos, el decreto 883 quedó derogado. Inocencio sabe que no se fue solo, que junto a él cayeron dos, tres, cinco, siete, diez de sus compañeros de lucha o una cantidad que deberá aclarar el ministerio responsable de sus muertes.
Su vida y lucha está en la conciencia de su pueblo y su muerte en la conciencia de los ministros que ordenaron reprimir. Inocencio ha vuelto al páramo. Allí deambula eternamente su jayni, alma pura.
Hasta siempre hermano Inocencio, tu vida ejemplar ilumina la lucha por el sumak kausay de tu pueblo que sigue tu sendero.