En el octavo día de protestas y manifestaciones contra las medidas económicas impuestas por el FMI queda en claro lo siguiente:
Nunca, desde el retorno a la democracia, se había producido una represión más brutal, violenta e indiscriminada. Nunca se habían atacado y asaltado las zonas humanitarias de paz, como la CCE y las universidades en donde se alojan niños, madres y abuelas. 7 muertos, 95 heridos graves, y mas de 500 heridos leves. Mas de 800 detenidos, (muchos en recintos militares y policiales) 57 periodistas agredidos, 13 periodistas encarcelados, 9 medios de comunicación intervenidos y silenciados.
La gente que sostiene este país son los campesinos, los indígenas, los obreros y trabajadores del campo y la ciudad, quienes son maltratados, agredidos y condenados a vivir en la pobreza. Las medidas afectarán a los sectores mas vulnerables y beneficiarán a los grandes grupos empresariales. Y la riqueza continuará concentrándose cada vez en menos manos.
El racismo, la discriminación, el regionalismo siguen siendo los signos de identidad de un gran número de ecuatorianos, sobre todo de las élites empresariales. Los social cristianos, antes Febres Cordero, ahora Jaime Nebot y Cintya Viteri, son los abanderados de la incitación al odio, al racismo y la violencia. Los saqueadores de Guayaquil, como quedó demostrado ayer, no son los indígenas, sino vándalos y delincuentes de cuello blanco.
No puede haber diálogo si las dos partes no están dispuestos a ceder y consensuar. Diálogo no es imponer, y mas aún recetas que, en cuanto país se han aplicado, solo han generado desempleo y pobreza. Un acuerdo con el FMI nunca fue siquiera debatido, como corresponde, en la Asamblea Nacional y menos aceptado por la mayoría de los ecuatorianos.
Es en los indígenas en donde se cimenta nuestra nacionalidad, identidades y rasgos culturales. Y son ellos quienes, a pesar de ser menospreciados, ofendidos y humillados, nos dan lecciones de generosidad, solidaridad y comunidad. Y su dirigencia tiene razón, no podemos exigirles que ellos, el 7% de la población, sean los únicos que estén obligados a cambiar el rumbo del país.
Los medios de comunicación son, siempre, los grandes aliados de los intereses corporativos y de grupo. Ciertas coberturas son una vergüenza, reproducen el mismo racismo y discriminación de sus propietarios. Y es inadmisible el censurar a Pichincha Universal y otros medios independientes.
El país se paralizó, no solo en las grandes provincias sino a nivel nacional. No recuerdo una paralización tan contundente, ni siquiera en la Huelga general de 1981 contra las medidas económicas del inefable Oswaldo Hurtado.
Pero también estos ocho días nos dejan lecciones hermosas de humanidad, solidaridad y sacrificio. Estudiantes, ciudadanos, hombres y mujeres de la tercera edad vivando juntos por un Ecuador mejor. Niños apoyando con lo que tienen, jóvenes cocinando, y madres de familia llevando ropa y cobijas. Cantidad de artistas escénicos atendiendo a los indígenas en el Agora y varios espacios culturales convertidos en lugares de acopio y ayuda humanitaria.
Ecuador no es un país de zánganos ni vagos. Por el contrario, es un país trabajador, pero mal pagado; es un país creativo, pero con escasos estímulos. Ecuador es un país altivo que ha conquistado sus derechos en las calles y, en muchas ocasiones, a costa de la sangre de centenares de líderes y lideresas indígenas y sociales.
El Ecuador puede caminar en conjunto si miramos mas allá de los intereses mezquinos, individuales y de grupo. Ojalá, en algún momento de nuestra historia, podamos entender la cosmovisión indígena, su armonía con la Pacha Mama, su mirada colectiva y su vida en comunidad. Y ojalá en algún momento podamos tomarnos de la mano y caminar juntos. Y ojalá, en algún momento, nuestras autoridades velen por los intereses de las mayorías y no por la minoría de siempre.