La salida a la crisis que vive Ecuador no es cuestión de fuerza o del uso de las armas, y de ver quién doblega al otro con represión o con subversión. La salida del país es política, no militar. Si la guerra es la política por otros medios, Ecuador debe volver a las formas convencionales de hacer política, a la negociación, a la renunciación, y desde cero hacer que las cosas sucedan. Eso es la política.
Barajando opciones dentro de las alternativas políticas que permitan desfogar la tensión social, el gobierno del presidente Lenin Moreno tiene dos alternativas a la vista para devolverle la tranquilidad al Ecuador: dar marcha atrás al paquetazo y ponerse del lado del pueblo, de los que creímos en sus promesas, y la segunda opción sería renunciar. Es hora de que Lenin Moreno se plantee estas salidas políticas aunque se sienta tan confortable en su silla presidencial.
De verdad que la segunda opción, por más frustrante que parezca, no resulta ser la más adecuada ya que el heredero de su silla presidencial no necesariamente garantiza, en ningún momento, que elimine las nefastas decisiones económicas que usted adoptó y que están amenazando la paz social y sobrevivencia de los más vulnerables del país.
Es cuestión de decisiones políticas. Está usted con los ricos del Ecuador a los que solo les interesa el libre mercado, la reducción de impuestos, el perdón a sus deudas o está con la gente humilde, los trabajadores que vivimos de la diaria y emprendedora producción económica que nos permita llevar un recurso a nuestros hogares. ¿Va a permitir que lo sigan usando como un presidente funcional para enriquecer a los criollos más poderosos o para satisfacer las ambiciones de los chulqueros internacionales del FMI, a costa de la dignidad y tranquilidad del país?
Los voceros del régimen juegan con las palabras o repiten manidos eslóganes redactados en sus confortables escritorios por los asesores de comunicación a los que solo interesa quedar bien con sus jefes. No les preste oídos, escuche al pueblo que está derramando su sangre en las calles y que para ellos alzar la voz es cuestión de vida o muerte.
Si usted se obsesiona en sus medidas dictadas por el FMI el país seguirá caotizado, y sus ministros responsables de garantizar el orden, lo saben. Un ejemplo es lo que suele suceder con las resistencias populares como la de los chalecos amarillos, no cedieron y lograron que el gobierno dé marcha atrás y cumplieron sus objetivos. Usted es transitorio, el pueblo es perenne y tiene otras opciones políticas que elegir.
Usted ha dicho que quiere dejar un mejor país del que recibió, !hágalo! revisando sus decisiones, porque a este paso usted y su gobierno, según las encuestas, son lo peor que le puede suceder a un país. Los ecuatorianos no se van a quedar de brazos cruzados en casa hasta que usted no revoque sus medidas tan perniciosas para los más humildes.
Haga un ejercicio económico, que es otra forma inteligente de hacer política. Si sus decisiones de eliminar los subsidios pretenden recuperar para el Estado y las arcas fiscales 1.300 millones de dólares anuales. A simple, muy simple vista parece buena cosa. Una decisión fácil de provocar un alivio fiscal. No obstante, hay un detalle que los medios de información no se atreven a publicar: su gobierno condonó, perdonó una deuda de más de 4.600 millones de dólares a grandes empresas nacionales y transnacionales. La reflexión es sencilla. Si su gobierno le cobra la deuda a esos empresarios favorecidos a dedo, no haría falta quitar el subsidio a los combustibles que es una medida absolutamente inflacionaria porque suben todos los productos de consumo masivo que paga a diario el pueblo llano. La cantidad que usted perdonó a las grandes empresas es mayor, incluso, que la cantidad de 4.200 millones de dólares que le pidió al FMI. Es cuestión de matemáticas de tercer grado.
Acaso en sus reuniones burocráticas o en sus cocteles no hay nadie de su círculo más íntimo que le diga al gobierno que la suspensión del subsidio a los combustibles provoca automáticamente, o por especulación, un alza de todos los productos de primera necesidad que utilizan gasolina o diesel para ser transportados desde los centros de producción o acopio. A este paso no quedará más que comer arroz con huevo y ver televisión, no alcanzará para más y la tele, en lugar de decir la verdad, pasará cuentos o dibujos animados. Usted, señor presidente, lo ha dicho: “Yo como arroz con huevo y no me pasa absolutamente nada, duermo tranquilo hasta me importa un bledo el país”. Eso lo sabemos, pero preferimos no seguir su ejemplo.
Es muy simple, si usted quiere seguir comiendo arroz con huevo y durmiendo tranquilo lo que tiene que hacer es quitar la amnistía tributaria a las grandes corporaciones, caso contrario queda claro de quién es su gobierno. Tan claro que usted lo dijo: este es el gobierno de los empresarios. Pero al parecer no de todos, porque hasta el propio Jaime Nebot se pronuncia en contra de sus medidas. No sea más papista que el Pápa. No se ponga de espaldas a la historia, porque quienes lo han hecho han caído directamente al abismo. No se enorgullezca de formar parte de los pésimos presidentes, de los buenos para nada, de los traidores a su pueblo. Si como dice el pueblo, no hay perdón ni olvido, al menos aspire a ser recordado como una persona sensata que sabe enmendar errores a tiempo. No siga siendo un moribundo político y sobrevívale a la historia.