Un día como hoy se conmemora un aniversario más del golpe de Estado en Chile del 11 de septiembre de 1973. A la luz de la historia reproducimos la visión del académico e historiador ecuatoriano Juan Paz y Miño en dos artículos suyos que reflejan el sentimiento solidario del Ecuador por la hermana nación chilena.
EL GOLPE CONTRA SALVADOR ALLENDE
El 11 de septiembre de 1973, un golpe de Estado de los militares derrocó, en forma sangrienta, al gobierno legítimo y popular de Salvador Allende, en Chile. La dictadura que se instauró, al mando de Augusto Pinochet, inauguró un ciclo de gobiernos militares en el Cono Sur Latinoamericano, caracterizados por el terrorismo de Estado, justificado por la ideología de la seguridad nacional y la liquidación del comunismo. Miles de personas fueron torturadas, desaparecidas o asesinadas. Fue el camino que se utilizó para implantar el modelo económico neoliberal.
Salvador Allende trató de construir el socialismo por la vía electoral, pacífica y democrática. Avanzó en la atención social, la equidad, el mejoramiento de las condiciones de vida de la población dominada, la promoción de los derechos de los trabajadores, campesinos y mineros. Pero ese proceso despertó la resistencia de los altos empresarios, sus fuerzas y medios de comunicación aliados, así como del imperialismo, que marcó la línea militarista y financió el golpe de Estado.
Allende ha merecido ser hoy un referente del latinoamericanismo, la soberanía, la dignidad y la independencia de los países de la región.
El 11 de septiembre de 1973, Augusto Pinochet derrocó al presidente Salvador Allende e instauró en Chile un Estado-terrorista, sostenido por militares, altos empresarios, derechas políticas y el imperialismo. Regímenes como el de Pinochet fueron implantados en el Cono Sur de América Latina. Esas dictaduras sangrientas provocaron miles de torturados, desaparecidos y asesinados. El “Plan Cóndor”, estructurado por esas dictaduras, tuvo el propósito de perseguir y aniquilar “comunistas” en toda la región.
El pinochetismo también generó admiradores civiles y, desde luego, entre militares que fueron educados en los mismos conceptos de la seguridad nacional y el anticomunismo.
En la actualidad, esas dictaduras han merecido la condena internacional y algunos de los jerarcas y militares involucrados en los crímenes de lesa humanidad que cometieron, han sido juzgados.
Siempre quedan episodios históricos sobre aquellas épocas y sus siniestros personajes. Uno de ellos es el que ocurrió en Ecuador.
A comienzos de 1956 el entonces Mayor Augusto Pinochet Ugarte llegó a Quito como integrante de la misión militar chilena encargada de reorganizar la Academia de Guerra del Ecuador. Regresó a su país a fines de 1959, no sin antes recibir honores y condecoraciones por su servicio al país.
Once años más tarde, en 1970, la Unidad Popular (UP), una coalición partidista de izquierda, triunfó en las elecciones de Chile y su candidato, Salvador Allende, fue designado por el Congreso como Presidente de la República.
El programa de la UP concretó la nacionalización de las minas y bancos, la intervención en la industria textil y pesquerías, el control del capital extranjero, la profundización de la reforma agraria y un vasto programa social y obrero. Tales políticas provocaron enormes tensiones y la reacción de toda la derecha empresarial y política, que se lanzó a desestabilizar al gobierno de Allende contando con el apoyo norteamericano, de empresas como la ITT y finalmente de los militares.
El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe militar dirigido por el general Augusto Pinochet, que derrocó a Allende. La dictadura terrorista, que gobernó durante 17 años, se orientó por los principios de la “seguridad nacional”, que catalogó como “enemigos internos” a los opositores, marxistas y simpatizantes de izquierda, finalmente apresados en campos de concentración, cuarteles y dependencias, donde fueron torturados, desaparecidos y asesinados.
James Carter, electo en 1977, fue el primer presidente norteamericano que condenó las intervenciones de la CIA en Chile y especialmente el operativo militar que derrocó a Salvador Allende. Los crímenes del régimen de Pinochet comenzaron a conocerse mejor.
A pesar de ello, en 1992 Pinochet retornó a Ecuador y fue recibido por amigos militares. El presidente Rodrigo Borja (1988-1992) no lo recibió e incluso declaró que ese general “no era bienvenido” al país. Fue una actitud digna y correcta. Pero recibió la amplia crítica y el diario ataque por parte de líderes de la derecha política y particularmente del socialcristianismo, aupados por la gran prensa de esos tiempos.
Pocos años después, el jueves 04 de julio de 1996, la Unión Progresista de Fiscales presentó en Valencia, España, una denuncia por la tortura, secuestro, desaparición y asesinato de miles de personas en Chile y en especial por los casos de 6 españoles: 3 asesinados y 3 desaparecidos. La investigación, trasladada al magistrado de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón, logró el envío de una comisión rogatoria internacional a la fiscal general de EEUU, para poder acceder a la información sobre “crímenes contra la humanidad cometidos entre 1973 y 1990 en Chile o en el exterior por personas bajo las órdenes del general Pinochet”. En un hecho sin precedentes, la fiscal general norteamericana dispuso que la Oficina de Asuntos Internacionales preste auxilio judicial y facilite los datos archivados en la CIA y el FBI. Incluso el expresidente Patricio Aylwin, con quien se inició el régimen democrático en Chile, declaró al “Excelsior” de México, que debía sentarse en el banquillo de los acusados al general Pinochet “por todos los crímenes que se cometieron” bajo su régimen.
En septiembre de 1997, el Parlamento Europeo aprobó, por unanimidad, una declaración de apoyo al juicio promovido en España y declaró que “nunca prescriben y no pueden ser objeto de una amnistía” los crímenes “sistemáticos y planificados contra la humanidad”.
Sin embargo, ese mismo año se concretó una nueva visita de Pinochet al Ecuador, en el marco de la reunión de comandantes de los ejércitos latinoamericanos. En Quito recibió la condecoración con la medalla “Vencedores de Tarqui”, por parte del Comandante del Ejército. Pero la visita mereció el rechazo ciudadano y las protestas callejeras. Gobernaba Fabián Alarcón Rivera, en calidad de presidente interino del país, quien no se pronunció sobre esa presencia. (11/09/2019)