Este 10 de agosto, fecha magna de la patria, se conmemoran además 40 años de vigencia del retorno a la “democracia”, hecho ocurrido en 1979 con la vuelta al ejercicio democrático de poderes. Circunstancia acaecida a instancias de las Fuerzas Armadas que decidieron dejar de ejercer el poder central. Luego de un referéndum que había tenido lugar en enero de 1978, el país decide en las urnas darse una nueva Constitución superando el texto constitucional de 1945. Acto seguido, se dio paso a las elecciones en que el pueblo eligió presidente a Jaime Rodos Aguilera, quien tomó formalmente las riendas del país el 10 de agosto de 1979.
Ecuador se convertía de ese modo en uno de los países pioneros -junto a Republica Dominicana- en restaurar la democracia dejando atrás los gobiernos de facto. Este ejercicio político fue seguido por Perú, Bolivia, Honduras y Argentina al punto que a fines de los años 80 toda la región Latinoamericana lucía regímenes democráticos o elegidos por el pueblo. La democratización ecuatoriana, la primera de América Latina luego de la oleada de regímenes dictatoriales, se produjo luego de un acuerdo civil-militar que sirvió de ejemplo para los otros países de la región.
El camino hacia la democracia estuvo sembrado de incertidumbres después de que la dictadura pusiera en marcha un mentado proceso de Retorno, en 1976, que consistía en que los nuevos gobernantes militares implementarían de forma escalonada y tutelada varios procesos electorales que darían al Ecuador las nuevas autoridades que nacerían de las urnas.
La forma política de esa nueva condición democrática del país fue transada con los militares dejando varios aspectos del esquema castrense vigentes. Entre otros, el impedimento de participación de diversos personajes no del todo bien visto por los militares. De hecho, la nueva situación política con la forma de una democracia representativa nació condicionada.
Diversos hechos confirman esta situación. La saliente dictadura militar ecuatoriana condicionó un calendario de retorno a la democracia, entre otras imposiciones destaca la celebración del referéndum para escoger una nueva Carta constitucional, la organización de un sistema de partidos y la conformación de una comisión cívico militar encargada de redactar una nueva Ley de Elecciones que incluyó la resolución de prohibir la participación electoral de José María Velasco Ibarra, Assad Bucaram y Carlos Julio Arosemena. Como un hecho excluyente tuvo lugar el crimen político contra el dirigente Abdón Calderón Muñoz, excandidato presidencial, hecho que llevó a la cárcel a un alto miembro militar.
A la luz de la perspectiva histórica, el proceso político inaugurado en 1979 con el retorno a la democracia permite identificar tres periodos que se han expresado en estas cuatro décadas, según Luis Verdesoto Custode: un régimen de partidos políticos (1979-1995), la crisis general e inestabilidad (1996-2006) y el surgimiento del neopopulismo (2007-2011). Según analistas, esta trilogía ha caracterizado el lapso histórico democrático entre 1979 y el 2019 haciendo sentido a un proceso en el que predomina “una democracia secuestrada por elites distanciadas de su función pública y por los efectos de una doctrina neoliberal” que quiebra el sentido social de la política. Y la “existencia de un outsider que impulsa un sistema de partido único y un grave proceso de desinstitucionalización democrática”.
Este hecho tiene otras lecturas. Según el analista Patricio Moncayo, los cuarenta años de democracia demuestran que ha sido más difícil su construcción que salir de la dictadura militar en 1979 con un hecho relevante: los partidos que impulsan el retorno democrático lo hacen limitando a la oligarquía en el país, pero dejaron espacios para la expresión oligárquica al interior de sus organizaciones. Este hecho guardaría cierta relación con lo afirmado por el político democristiano Oswaldo Hurtado, que sostiene que “gobiernos democráticos elegidos por el pueblo se transforman en dictaduras, mediante la manipulación de las instituciones constitucionales”, como reflejo de su torrente sanguíneo de corte oligárquico. Esos partidos según Enrique Ayala Mora, “se toparon con el caudillismo” y condujeron a encallar a la democracia en dos momentos profundos de crisis: “la crisis del feriado bancario y las medidas económicas e imposiciones del FMI, en la actualidad, que perjudican a la mayoría de la población”. Para el analista “la democracia representativa no es perfecta”, porque el Estado quiere protagonizarla, en consecuencia que la sociedad “no se expresa desde el Estado, tiene sindicatos, colegios profesionales, etc. para hacerlo”.
Esto permite avizorar que existen etapas dentro de los 40 años de democracia que marcaron el sentido de este periodo. La derecha política ecuatoriana gobierna alternativamente, no sin graves conflictos, en dos versiones: una versión neoconservadora -1984-1988- que amalgama sectores empresariales costeños cohesionados en la tendencia socialcristiana que gobernó al país durante esos años. Una segunda versión neoliberal agrupa a los sectores empresariales serranos -1992-1996- que le tocó enfrentar un grave conflicto bélico internacional con enormes consecuencias económicas para el país. Ambas versiones, lejos de consolidar la democracia, debilitaron el sistema de partidos tradicionales.
Esbozando algunas conclusiones se puede decir que el sistema y los partidos incubados en la Constitución del año 1979 soslayaron principios democráticos y se amoldaron a las circunstancias coyunturales, dando lugar a las tendencias neoliberales que desnaturalizaron el proceso de retorno democrático iniciado en 1979. En la práctica cotidiana de la política en estos 40 años hay signos que muestran una carencia de institucionalidad nacional, con entidades que debieran representar la vida democrática y que permanecen cooptadas, corrompidas y entregadas a los designios de poderes extraños a la patria.
Esta tendencia de la política que meció al país en brazos de la crisis, provocó un agotamiento del sistema de partidos tradicionales, cuya alternancia en el poder impidió, precisamente, una salida viable a la crisis endémica del país. Aquello desembocó en un vaciamiento del sentido popular de la democracia, en manos de oligarquías que fueron desplazadas por un político que interpretó el hastío popular frente a una partidocracia corrupta, excluyente e incapaz de gobernar con sentido nacional.
En una síntesis histórica, el historiador Juan Paz y Miño, caracteriza estos 40 años de democracia como un hecho en que: En 1979, tras una década de dictaduras militares, se inició la fase constitucional más larga en la historia del Ecuador. Ésta se levantó sobre las herencias del pasado y se caracterizó, de manera fundamental, por el tránsito desde un modelo estatal desarrollista hacia uno de tipo empresarial, por el aparecimiento de nuevos agentes sociales, el multipartidismo político, la regionalización nacional, la presencia multicultural y la inserción del país en nuevas relaciones internacionales. Pero esos procesos trajeron como consecuencias centrales: la edificación de una economía inequitativa, una sociedad tensionada, la desestructuración institucional, la precarización del trabajo y la debilidad con la que la nación ha enfrentado el nuevo mundo unipolar. Todo ello ha configurado un cuadro de riesgos para la incipiente democracia. El Ecuador contemporáneo tiene, por tanto, una serie de desafíos económicos, sociales y políticos para escapar a la inestabilidad que ha acompañado a la construcción de su modernización democrática.
De cara al futuro, Ecuador debe fortalecer un proceso de construcción democrática que verifique en los hechos la participación ciudadana, la inclusión política y económica popular y el cambio de determinadas estructuras ancladas en el pasado que no posibilitan avanzar hacia un proceso que permita superar la democracia inestable.