La mañana del 15 de agosto pasado era tibia y entre nubes tenues se filtraba un sol veraniego. Fernando Villegas se dirigía, como todos los días, a su trabajo en el área de Mantenimiento del Hospital Carlos Andrade Marín, HCAM, del IESS en Quito. Durante el trayecto en el trole había sentido molestias extrañas, una sensación de ahogo y desorientación, un dolor opresivo en el pecho que se irradiaba al brazo izquierdo y que había comenzado muy temprano esa mañana en casa. Descendió del trole en el parque El Ejido y se encaminó hasta el acceso por la entrada Emergencia del HCAM, en la calle 18 de Septiembre. Cuando cruzó la puerta de acceso del hospital saludó con sus compañeros de trabajo del control de entrada y avanzó unos pasos. Caminó por el pasillo de ingreso y cuando se disponía alcanzar la puerta de entrada al edificio un vahío lo detuvo, se llevó ambas manos al pecho y trató de tragar una bocanada de aire. Fue en ese instante cuando su corazón le sacudió desordenadamente el pecho y luego se quedó sin latidos, inmóvil. Fernando se desplomó, como un peso muerto, sobre un escaño. La mala caída le provocó contusiones en cráneo y espalda. Fernando quedó inerte en el piso. Sus ojos se cerraron y un rictus de expiración se pintó en su rostro pálido. Fernando sufrió una muerte súbita cuando su corazón dejó de latir.
– El rato menos pensado me caí y ya no recuerdo más. Estaba en la entrada de Urgencias y me caí y me golpeé contra esas bancas de cemento y me hice un chinchón en la cabeza. Si no estaba aquí en el hospital, hoy no existía.
Los minutos siguientes fueron de frenesí. Personal del hospital que en ese momento llegaba para iniciar la jornada de labores reconoció a Fernando, y en seguida lo auxiliaron y condujeron a la sala de atención de emergencia del HCAM donde se confirmó la gravedad del paciente. Se puso de inmediato en práctica el protocolo de auxilio para casos de muerte súbita cardiaca por infarto y el equipo médico comenzó una labor de reanimación cardiopulmonar a Fernando. Unos médicos suministraban medicación de rigor, adrenalina, mientras otros le hacían masaje cardiaco para impedir el paro cardiorrespiratorio. Al cabo de un par de minutos, decidieron iniciar la desfibrilación del paciente. La descarga eléctrica estimulaba el corazón de Fernando en un extremo intento de volverlo a la vida.
Fernando permaneció clínicamente muerto durante varios minutos, el paro cardiaco lo sumió en letargo del que despertó al cabo de cinco días en la Unidad de Cuidados Intensivos del HCAM.
-Yo no sentí nada. Mis compañeros, despues que resucité, me dicen que me han llevado a Emergencia. Yo digo: Dios todavía no quiere llevarme y me da otra oportunidad más de vida. Los doctores dicen que si no hubiera estado en el hospital, ya me hubiera muerto. En la unidad de Emergencia me desfibrilaron y me hicieron masaje cardiaco hasta revivirme. En Hemodinámica me atendieron y pasé luego por toda la unidad de Cardiología del hospital.
Fernando narra su fallecimiento en un impactante testimonio personal. Pocas personas tienen la oportunidad de experimentar muerte súbita y vivir para contarla.
-Si, yo pasé por un túnel, yo vi el túnel donde había sombras que me llamaban, otras me decían que me regrese de donde vine. Creo que mi mamá y mi papá me llamaban y otra gente me decía que me vaya del túnel. Despues que me desperté sentía un dolor en el pecho durísimo.
Cuenta que más allá de los limites vitales, morir en su caso no fue una experiencia metafísica, sino corporal que sintió en carne propia.
-No es una experiencia religiosa, es una experiencia física que yo tuve. Había luces también en el túnel.
De regreso a la vida una sensación de extrañamiento lo invadió, al descubrirse sobre una camilla en calidad de paciente en el hospital donde trabaja cotidianamente. Fernando literalmente regresó de la muerte y, según cuenta, no es una circunstancia comprensible a simple vista.
-La muerte es una experiencia que no se sabe si es buena o mala, pero cuando me dijeron que yo estuve muerto y que de milagro estoy vivo, para mi es una alegría estar vivo otra vez. Si no me avanzaban a salvar ¿cómo? No se siente la muerte, pero cuando se para el corazón y no hay quien lo atienda a uno, es una muerte dulce.
Fernando cuando despertó en la UCI luego de un coma al cabo de cinco días, se reincorporó paulatinamente a sus actividades. La vida para él sigue su curso, pero dice que ya no es lo mismo que antes.
-No, ya nada es normal. Mi vida cambió en todos los aspectos, uno tiene miedo de que me vaya a dar otra vez.
La experiencia de Fernando Villegas fue, sin duda, extrema. Él forma parte de los miles de pacientes que la especialidad de Cardiología del HCAM atiende provenientes de todo el país. Su periplo hospitalario incluyó algunas unidades médicas del área cardiológica como Hemodinámica, Cardiotorácica y Rehabilitación Cardiaca. En cada lugar recibió la atención que resultó oportuna para devolverle la vida
-Yo quiero agradecer a los doctores que se han portado tan bien, a Cardiología que me ha atendido y me sigue atendiendo hasta ahora.
En la Unidad de Rehabilitación Cardiaca, Fernando recibe cuidados y monitoreos semanales en espera de que su corazón se restablezca y le permita una buena calidad de vida. El área de Rehabilitación tiene 10 años de existencia en el HCAM, y en la actualidad pertenece a la unidad Cardiovascular. Está a cargo de la doctora Jenny Ortiz y atiende un promedio de 37 personas al día que requieren rehabilitación, luego de haber padecido infarto, una intervención quirúrgica o casos de muerte súbita, como Fernando.
La rehabilitación cardiaca consiste en una serie de ejercicios que van orientados hacia el fortalecimiento cardiaco, y es diferente a una rehabilitación física normal.
-Cada paciente tiene un riesgo cardiovascular por el que nosotros nos guiamos, dice la especialista Carmita Rosales. La rehabilitación tiene periodos de 12 a 20 sesiones. Algunos hacen sesiones diarias cuando son de provincia y pacientes que hacen tres veces a la semana cuando son de Quito. Acá nosotros tomamos muy en cuenta los signos vitales, como la frecuencia cardiaca que es básicamente la que rehabilitamos. En Rehabilitación atendemos unos 650 pacientes mensuales. Tenemos una estadística de manejo de los pacientes, diríamos, muy alta en rehabilitación.
Carmita siente la responsabilidad de su trabajo, amparada en su experiencia y sensibilidad profesional.
-Como seres humanos existimos para nuestros pacientes. A nivel del equipo de salud que cubre el corazón, desde el momento que sufrió el evento, es un equipo de profesionales muy calificado y con mucha sensibilidad para tratar al paciente. Somos un grupo completo.
Las víctimas de muerte súbita presentan de manera brusca una pérdida completa del conocimiento y no responden a ningún tipo de estímulo. Pueden tener los ojos abiertos o cerrados, y en seguida, dejan de respirar. Ese fue el caso de Fernando que fue atendido por un experimentado equipo médico que oportunamente le asistió en el HCAM. Actualmente se encuentra bajo un régimen semanal de rehabilitación cardiaca en el hospital.
-Llevo 25 días en rehabilitación y me han atendido muy bien, las enfermeras, los doctores, todos están preocupados a cada momento de atender a los pacientes que están en esa área. He tenido una atención muy buena, estamos haciendo los ejercicios y nos cuidan.
Un paciente cardiópata que ingresa por emergencia al HCAM es atendido es diversas unidades de la especialidad de Cardiología, pero la última palabra en casos extremos la tiene el personal de Hemodinámica. Ellos son los únicos responsables de decidir qué hacer en caso de riesgo de muerte súbita.
José Luis Laso, cardiólogo especialista en Electrofisiología, señala que la unidad de Hemodinámica del HCAM es ahora una unidad independiente porque ha crecido mucho, pero inicialmente nació en Cardiología. La unidad dispone de dos zonas médicas distintas: Hemodinamia, que se ocupa del aspecto vascular del corazón, relacionado con coronarias, aorta, cierres percutáneos, válvulas, etc., donde previenen y atienden el infarto agudo. Y Electrofisiología, que se ocupa de la parte eléctrica y se encarga de brindar atención clínica en eventualidades de muerte súbita, síncopes y casos de arritmias clínicas, y tratamientos procedimentales, como implante de desfibradores y ablación o terminación de taquicardias por medio de dispositivos.
La muerte súbita -refiere Laso- es la pérdida del latido cardiaco que si es presenciada, en temporalidad no lleva más allá de una hora. El paciente aparentemente se lo ve bien, y se produce un evento que desencadena su muerte y no se sabe exactamente ese rato la causa. La muerte súbita tiene múltiples causas, la principal es la coronaria, aguda o crónica, y daños estructurales cardiacos. En general, es la ausencia de signos vitales que normalmente se relaciona con un desequilibrio eléctrico dentro del corazón. Se llama muerte súbita porque ocurre sin agonía previa del paciente y quien muere por paro cardiaco puede permanecer de 15 a 20 minutos sin latido de su corazón, más allá de ese límite la muerte es irreversible.
-La primera causa de muerte súbita es la coronaria, cuando agudamente se tapa una arteria y el cese del flujo sanguíneo por infarto genera un desequilibrio eléctrico en el corazón. Agudamente, todavía no hay necrosis, simplemente la falta de flujo genera que eléctricamente haya un disturbio de conducción. Pasado el infarto se puede formar una cicatriz en el corazón y eso también puede deteriorar el sistema eléctrico, generando muerte súbita. Pero temporalmente es muy distinta y fisiopatológicamente es diferente. Lo uno es agudo y lo otro es crónico, refiere el doctor Laso.
Este facultativo con estudios de Cardiología en la Universidad San Francisco de Quito, especializado en Electrofisiología, cuenta que en la Unidad de Hemodinámica han tenido pacientes a los que han reanimado durante más de una hora y despues de eso recuperan normalmente sus funciones, han estado clínicamente muertos y vuelven a la vida gracias a los cuidados oportunos del personal médico. El equipo de Hemodinámica está compuesto por su Jefe, el doctor Edwin Guzmán, tres hemodinamistas y dos electrofisiólogos -la doctora M. Ibarra y J. L. Laso-, tres enfermeras de planta, una por cada sala y una que hace recuperación. Un enfermero de insumos, dos auxiliares de enfermería, una persona de limpieza, dos técnicos por rayos X y una secretaria. Se trata de un equipo altamente entrenado y motivado, dice Laso, que mantiene excelentes relaciones profesionales que se traducen en un servicio de alta calidad al paciente.
-En electrofisiología atendemos tres pacientes nuevos todos los días. Más seis pacientes clínicos frecuentes. Atendemos unos 20 pacientes al día y los hemodinamistas atienden cinco por día.
En casos extremos de muerte súbita, el equipo médico interviene con rapidez porque el reloj es el peor enemigo de una persona que se está muriendo por infarto y paro cardiaco.
-Si es que es presenciado el paro cardiaco lo primero que se tiene que hacer es mansaje cardiaco y la desfibrilación oportuna que es lo que aumenta la probabilidad de sobrevida. El estándar indica que son tres minutos desde que entra el paciente con un paro por fibrilación ventricular, hasta que se dé la primera descarga. Si alguien entra en paro se debe demorar ese máximo de tiempo en realizar la primera desfibrilación. Si se demora más de tres minutos la probabilidad de sobrevida disminuye, explica el doctor Laso.
La muerte se produce, en definitiva, por un fallo eléctrico de corazón. En esos casos, el personal de Cardiología del HCAM procede diligentemente con premura.
-La muerte súbita se produce por una arritmia que se llama fibrilación ventricular o un latido cardiaco más desordenado que se produce, en que muchos impulsos eléctricos se generan simultáneamente y el corazón no late, sino que fibrila o tiembla. La desfibrilación oportuna, lo que hace es resetear el sistema eléctrico del corazón, concluye Laso.
La unidad de Hemodinámica realiza cateterismos cardiacos diariamente, los médicos implantan stent todos los días en caso de infartos o para prevenirlos. Esta área hospitalaria cuenta con recursos para realizar procedimiento de alto costo, cada intervención cuesta, solo en materiales más honorarios médicos, un promedio de cinco mil dolares, y realizan tres procedimientos al día. Efectúan, al menos una ablación diaria, es decir, eliminar una taquicardia por medio de cateter. Implantan desfibriladores, según un riguroso estudio previo del paciente, y cada desfibrilador tiene un costo que oscila entre los 15 y 30 mil dólares. En el HCAM implantan dispositivos cardiacos de alta tecnología. La Unidad de Hemodinámica consigue muchos de sus implementos por autogestión, como es el caso de un Polígrafo que le fue proporcionado. Se trata de un sofisticado instrumento que traduce las señales eléctrica cardiacas y permite ver dentro del corazón.
En estos momentos existen en Hemodinámica 10 pacientes candidatos para implante de desfibriladores. Este es un instrumento de sofisticada tecnología que trabaja como un monitor cardiaco, con un cable que está dentro del corazón, y monitoriza su actividad eléctrica. Este prodigio tecnológico está en capacidad de ser programado para detectar cuándo hay un declive eléctrico que es interpretado por el aparato como una taquicardia ventricular o fibrilación ventricular. En ese caso tiene dos alternativas, según su programación, da un shock eléctrico directamente para terminar con la descarga o intenta un mecanismo que se llama Estimulación Antitaquicardia, como un marcapaso, donde estimula más rápido que la taquicardia para tratar de ponerle fin. El objetivo del desfibrilador es terminar con una taquicardia potencialmente fatal.
-Todos los dispositivos implantables piensan, a través de un algoritmo que se le programa. Nosotros le damos pensando la primera vez para programarlo, pero despues el aparato por si solo identifica lo que tiene que identificar a través de una programación, cuenta Laso.
En términos personales, José Luis Laso siente alegría de salvar la vida a sus pacientes. Lo hace con la sensibilidad y el profesionalismo que el destino le ha proporcionado en experiencias extremas al salvar la vida de un ser amado.
-Para mí, estar en esta unidad todos los días es un gusto, a mí me encanta. Yo tengo una concepción bastante cercana de la muerte súbita. Mi papá murió súbitamente porque fue cardiópata, y la primera vez que murió yo le reanime y tuve que darle atención y volvió a la vida. La segunda vez lo dejé y él quería morir así. Era la muerte que el esperaba, Jorge Laso, mi padre, tenía 70 años. Papá murió hace tres meses. Y murió como quiso.
Como en el caso del padre de José Luis, los pacientes deciden si desean recibir los cuidados extremos o prefieren una muerte súbita.
-Papá apegado a los fundamentos científicos y técnicos no tenía indicación de implantarse un desfibrilador. Esa fue la expectativa de papá, él sabía que un día iba a morir y murió como quería morir.
La decisión no es fácil y muchas veces queda una estela de dolor.
-Esa es una cosa que no se ve cuando se lo analiza, cómo queda la familia, por ejemplo cómo estaba todo bien y de pronto de un minuto para otro, ya no está. Entonces es el escenario familiar el que se altera, pero el paciente hizo lo que quiso.
Por eso el realismo y la sinceridad son dos valores que están presentes en el equipo profesional de Hemodinámica que atiende casos de muerte subita en el HCAM.
-Nadie les habla de la muerte a los pacientes hasta que llegan acá, y cuando les hablas de la muerte te dicen: doctor yo quiero morirme súbitamente. La decisión es netamente del paciente.
Cruzar la frontera entre la vida y la muerte suele ser una decisión personal en ciertas ocasiones, en otros casos como Fernando Villegas no hay tiempo de discernir. Otros deciden por uno. En las manos ajenas y expertas de los médicos descansa la vida que puede ser un soplo cuando se presenta la muerte súbita. Otra cosa es vivir para contarla.