Parodiando a Nietzsche, Abdón Ubidia cita al Don, su alter ego y esgrime sus propias reflexiones filosóficas breves, incisivas, portátiles. Elogio del pensamiento doble, es el libro que las recoge como una ráfaga de aforismos que, como dice su autor, en tiempos de discontinuidades la forma del aforismo permite acercarse a los pensamientos e ideas con mayor precisión.
El aforismo es pensamiento puro. Concebido como idea brotada, como un fruto violento de lo hondo de la conciencia, Ubidia va esgrimiendo sus convicciones actuales, un autor siempre vigente y en constante actualización y reafirmación de sus ideas. El libro en mención, en una bella edición de Cactus Pink, detrás de sus portadas verdes y su ilustración posmoderna de un par de gafas en alto contraste, propone un puñado de aforismos, ideas explosivas que salen al paso al discurso estructurado, aquel artificio construido con el solo propósito de defender una verdad única predicha y edificado como un templo.
El aforismo -sostiene el libro- dice la verdad instantánea, veloz, irrefutable en su candidez. Y eso es en esencia la reciente obra de Abdón Ubidia un escritor que reconoce: Todo lo que sé supone lo que no sé. Toda ignorancia supone otro saber. Porque todo presente es doble.
Y esa dualidad desentraña Ubidia en su texto para llegar a una verdad fugaz, pero certera: Hoy el cinismo es la aceptación de un mundo doble. No está bien ni mal: solo es.
Será acaso por eso que en sus páginas transitan la duda, la vacilación, para establecer cuánto de falso hay en lo verdadero y cuánto de verdadero hay en lo falso. Y así el autor sugiere dar la cara a este tiempo de los demagogos, de los que creen saberlo todo ya. De los que callan su verdad y exaltan la que les conviene. Tiempo de descomposición cultural, cuando ahora el discurso de la corrupción corrompe el discurso político, sin percatarnos que la corrupción siempre ha sido una parte de la política.
Elogio del pensamiento doble, rescata el aforismo que contiene dinamita en envase pequeño, pero tan efectivo que desintegra el discurso hipnótico que obnubila. Y lo hace admitiendo las dos caras de la verdad: No se trata de una síntesis, es el triunfo de la dualidad. Porque en definitiva, quien practique el pensamiento doble, admitirá sin escándalos las dos verdades.
Verdades dichas no desde lo alto de un estrado, el hombre de la calle habla su verdades domésticas, portátiles, servibles, desde su espacio cotidiano.
¿Quién soy yo? Un Don nadie, un ser anónimo, una persona cualquiera, de cualquier calle. Y por lo mismo, con tantas cosas que decir. Y tantas que callar. Yo soy los otros.
Instalados en un sillón de la sala de su apartamento en Quito, Abdón Ubidia acepta compartir su verdad.
¿Cómo surge la idea del libro?
Yo siempre escribo varias cosas a la vez, a veces son proyectos otras veces son explosiones de la consciencia que hace que describa cosas o conceptos. Tengo la precaución de andar con una libretita de bolsillo, allí anoto las ideas y después las recopilo, según sea el libro que quiero terminar. Así se me ocurrió la idea de escribir un libro de aforismos y coleccionar ideas que tienen un denominador común: el pensamiento doble. Lo doble es una constante en mi vida. Si, hay una tendencia de ver lo uno y lo otro, las dos caras de una misma medalla en todo lo que he escrito. Siempre hay dos cosas agobiando nuestras inteligencias con lo que es y con lo que no es.
¿Por qué parodiar a Zaratustra?
Porque es un filosofo formidable. En mi juventud lo dejamos de lado, nos impactaba, pero nunca lo tomábamos verdaderamente en serio, porque es demasiado díscolo, contundente, demasiado anarquista. Estaba fuera del esquema marxista que guiaba mi pensamiento, lo dejé de lado pero siempre lo leí, con reverencia sobre todo cuando estaba enfermo. Entonces me sentía débil y cuando me sentía débil leía a Zaratustra. El Don, que es un alter ego del autor, piensa que cuando está enfermo le hace bien leer a Nietzsche, pero cuando se asoma a la vida de Nietzsche descubre que estaba devorado por la sífilis, las jaquecas le atormentaban la vida, era un hombre débil en lo real, pero que era el filósofo de la fuerza. Entonces descubro que yo cuando estoy débil, necesito leer al filósofo de la fuerza para sentirme más fuerte. Y lo expreso en un aforismo: La filosofía de la fuerza está hecha de los débiles para los débiles.
¿El pensamiento doble es una diversidad sin lucha de contrarios?
Es como asumir la lucha de contrarios sin negarla, ni buscar la síntesis. En definitiva, llega uno a la altura de estos años y dice: esas verdades contundentes que nos impuso el siglo XX, esas verdades únicas como que ya no son hegemónicas ni están con su fuerza y suficiencia de antes. Hay una diversidad de pensamiento muy grande, y en esas diversidades encuentras oposiciones que no puedes resolver, y aunque se nieguen, las aceptas. Cada pensamiento contiene otro que lo niega, otro que no es. Una verdad, supone otra que no es.
El aforismo es un destello, una ráfaga…
El autor opone el aforismo al discurso. Los discursos son tramposos, son artificiales en la medida en que tras una larga elaboración y recopilación de ideas, se escogen unas cuantas y se las ordena en función de la necesidad del sujeto de ese discurso, las otras quedan fuera. El discurso aboga a la vigencia de un sujeto único. El aforismo no, el aforismo es algo que nace del corazón de lo hondo de la consciencia y se impone como una verdad que puede ser momentánea, instantánea, no exactamente elaborada como un discurso.
¿El aforismo, en cierta forma, es la derrota del discurso, es la narración de la posmodernidad?
Si. Yo no creo que la posmodernidad tenga mucha vigencia y dure muchísimo tiempo. En este momento si, en el sentido de que las grandes promesas, las grandes ilusiones de la modernidad, ya no son tales. Vivimos un momento de vacilación, de dispersión de las ideas y los discursos. Después, cuando el mundo se reordene de algún modo y haya otro poder hegemónico -supongo que será China- vendrá un gran amparo político e ideológico que obligará a las gentes a optar por una u otra verdad. Por lo pronto eso no hay. Lo que hay es un momento de gran vacilación y de fragmentación del discurso y de la necesidad de seguir pensando con esto de que hay que dar los golpes de pensamiento rápido, si es posible con la izquierda.
¿Por lo pronto, nos quedamos con los aforismos como una especie de verdades portátiles?
Verdades portátiles, precarias, que iluminan un momento, que van a desaparecer y que deben ser recuperadas en la memoria.
Y que son buenas para el Twitter, que ocupa poco espacio de texto…
Es que es asunto de un todo. ¿Por qué el Twitter asoma ahora? Porque las personas ya no tienen tiempo, ni tiempo real ni tiempo espiritual, como para elaborar grandes ideas sostenidas, entonces lo que hacen es decirlo en aforismos.
El discurso, una especie de artificio construido que se basa en verdades únicas, y que tú lo opones al aforismo, ¿significa que ya no crees en esas verdades únicas, están superadas?
Yo no creo en la superación, todo vuelve. Te digo que en este momento vivimos la vacilación, la falta de fe, un aforismo es simplemente una manera de decir: no tengo como defender estas grandes verdades, pero tengo unas pulsiones éticas que te hacen responder, violentamente, a un hecho como pensamiento. Un pensamiento que necesita tener alguna fuerza.
Hay un aforismo en que dices: el arte es el lenguaje de la emoción. ¿Esto quiere decir que las ideas están en descrédito y que ahora todo es cuestión emocional y las ideas ya no movilizan?
Cada vez más me convenzo de que vivimos un mundo de emociones -debería escribir una novela que debía llamarse El Homo Emotivus, pero suena feo como título- es la idea de que no existe la conciencia pura, que la razón pura fue algo que se le ocurrió a Kant y la quiso generalizar para todos, cuando solo es válida para sí mismo. Este personaje piensa que no hay un juego de emociones, no puedes tener una medida, en las relaciones humanas, de lo que es el otro. Solo tienes conocimientos a través de las emociones. La única razón que existe es la consciencia emocionada, que está hecha de emociones. La emoción hace que ames a una persona y en otro momento la odies. ¿Dónde está la verdad? La verdad está afuera. La emoción es lo que sustenta la literatura y el arte, porque son el lenguaje de las emociones.
¿Con el descrédito de las ideas, la ética de la posmodernidad es el todo vale?
Por desgracia para los demagogos, para los poderosos, sobre todo, el todo vale se ha vuelto una regla. El neoliberalismo es el todo vale.
¿Cómo defendernos de aquello, sin reglas, porque si estamos cuestionando todas las normas de la modernidad caemos en la propia trampa?
Defendernos con discursos es inútil por el momento. Volver a los viejos discursos si, releerlos, rescatarlos, pero releerlos como pensamientos violentos que se oponen a lo que quiere imponerte el estatus vigente.
Finalmente, ¿a quién sirve este libro, para qué sirve el libro?
Sabes que he tenido eco entre los que no pensé que iban a leer. Jóvenes, una audiencia joven es la que he tenido. Por parte de los amigos ha habido casi un silencio. Estas cosas ponerse a pensar ¡qué osadía! en este país, en este momento y en pleno tercer mundo, no dice nada. Si son ideas de literatura, pero nada más. Hay revistas donde sale el libro más chiquito de los chiquitos y de esto no han dicho nada. Este libro mío ha salido como deslizándose, casi en secreto, casi en silencio. Y curiosamente en los públicos pequeños, cafeterías, charlas, así se hace conocer y entre muchachos que han ido realmente me sorprenden con su nivel de reflexión.
¿Y dónde encontramos el libro?
Está en librería. Cactus Pink lo editó, de Santiago Peña. Lo más fácil es encontrarlo en una librería en Quito que se llama El Búho en la Almagro y La Niña, esquina. Ahí, en las tardes que abren, existe esta obrita. En Guayaquil, se lanza el libro en la Universidad de las Artes, este miércoles 7 de julio, a las 18h00.
Ponemos fin a una entrevista portátil. El autor del libro debe asistir a una libreria de la capital para conversar sobre literatura con su público natural.
Elogio del pensamiento doble, una incitación a pensar y sentir recio. Un libro que invita a la provocación del pensamiento. Una irreverencia ante el dios del conformismo y el acomodo, de la zona de confort de las verdades absolutas. Un discurso sin su doble, sin su contrario.