El conocido personaje de la televisión mexicana Chavo del Ocho solía decir “se me chispoteo”, cuando expresaba algo improcedente o usaba algún término fuera de lugar. El modismo mexicano “chispotear”, propio del acervo cultural popular de ese país quiere decir “meter la pata” o emitir un exabrupto, involuntariamente. Esto puede ocurrir a un personaje cómico bajo un libreto que busca hacer reír con expresiones hilarantes, pero que le suceda al Presidente de una nación decir una frase chispoteada, es ya grave.
En primer lugar, porque se supone que sus asesores de imagen deben cuidar o evitar que un Jefe de Estado cometa esos fallos con claras consecuencias de pérdida de popularidad. Segundo, sus redactores oficiales deben poner en un prompter lo que debe decir el mandatario frente a las cámaras y micrófonos durante un acto oficial. Y, por último, si va a improvisar, debe haber una pauta previamente establecida con el contenido de lo que va a decir el Presidente.
Lenin Moreno incumplió las tres estrategias, o mejor, cometió un gran error de dicción con un costo político innegable cuando en la ciudad costeña de Bahía de Caráquez, durante una intervención denominada “Conversatorio: acompañando el crecimiento de las familias”, el mandatario hizo un llamado a los jóvenes a trabajar en las calles y destacó que somos un país de emprendedores: “La necesidad obliga. Por eso ven que en Guayaquil un monito, de 5 años, ya se ha comprado una cola, vasos plásticos y está vendiendo en una esquina gaseosa o se puso una parrillita para asar plátanos o yucas. Eso está en la esencia misma de los ecuatorianos”.
Luego de la reacción masiva de rechazo a las expresiones presidenciales expresada en redes sociales y círculos políticos, el Mandatario intentó una explicación que empeoró la situación: “será un poco más difícil dotar de empleo a toda la gente”. “En el Estado ya no hay cupo”, acotó. “Los niños nacen para ser felices. Lamento si el símil con el niño costeño no expresó mi admiración por el tesón de un pueblo que surge sin robar nada a nadie”, concluyó.
El presidente Moreno apeló al término “monito”, de claro tinte regionalista, diminutivo de la condición del habitante costeño del Ecuador al compararlo con un animal. Monito, término innegablemente despectivo que alude a una asociación zoológica de los guayaquileños con los simios, es una infeliz expresión acuñada por el monarca español que gobernó la última década del siglo XVII, el joven rey Carlos II. El monarca para calmar sus “alucinaciones mentales”, pidió que traigan monos de Guayaquil a sus aposentos. Cada vez que un habitante de esa ciudad llegaba a España era llamado “mono” en asociación a los micos que había en esa ciudad, según la leyenda del cronista José Gabriel Pino Roca. El término insolente empleado por el rey español para referirse a los guayaquileños, es usado por Lenin Moreno en una confusa asociación cultural arrogante de origen monárquico, que obviamente no corresponde a un chispoteo del lenguaje, sino al acervo cultural que se hereda. Cada quien apela a los recursos culturales adquiridos y usa los vocablos con los que se familiarizó en su vida. No se trata de un problema semántico de cómo entendamos el término “monito”, se trata de un concepto cultural arraigado en la “formacion” ideológica del Presidente Moreno que lo obliga a referirse a los costeños con un diminutivo de animales, que alude a una supuesta semejanza con un simio.
Lo que es tanto o más preocupante, es que el Presidente de Ecuador, Lenin Moreno, promueva el trabajo infantil entre los habitantes más humildes del país. «Los niños que venden cola en la calle ni son ‘monitos’ ni son ‘emprendedores’. Son niños pobres porque sus familias no tienen empleo!», indicó el asambleísta por Guayas, Héctor Yépez. Y tiene razón.
La explotación laboral de menores de edad está prohibida internacionalmente. El Presidente de un país no puede promover el trabajo infantil bajo la forma de “emprendimiento”. Moreno y sus asesores ignoran datos claves referidos a la explotación infantil, también llamada esclavitud infantil. La utilización de niños en trabajos normales o peligrosos, para fines económicos familiares o de otra índole por parte de adultos, afecta el desarrollo personal y emocional de los menores y el disfrute de sus derechos. En la actualidad, cerca de 168 millones de niños trabajan en el mundo, muchos a tiempo completo. Ellos no van a la escuela y no tienen tiempo para jugar. Muchos no reciben alimentación ni cuidados apropiados. Se les niega la oportunidad de ser niños. El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), guiado por los principios consagrados en el Convenio núm. 138 sobre la edad mínima y el Convenio núm. 182 sobre las peores formas de trabajo infantil de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, se ocupa para alcanzar la abolición efectiva del trabajo infantil. En todo el mundo, 218 millones de niños de entre 5 y 17 años están ocupados en la producción económica. ¿Esta infeliz situación resulta ejemplar para el mandatario ecuatoriano?
Moreno, en su inexplicable explicación instó a los niños a “buscar libertad antes que seguridad laboral”, puesto que un sueldo fijo mensual da seguridad pero hace perder libertad, según el mandatario. El presidente del gobierno “de los empresarios” olvida que el trabajo debe ser dignidad, no precariedad ni miseria humana, peor pérdida de libertad. La seguridad laboral es un derecho ciudadano que debe ser garantizado por un gobierno que se dice «el gobierno de todos».
Error tras error. Moreno continuó “explicando” su “chispoteo” e incurriendo en nuevas expresiones infelices.: “Lamento si el símil con el niño costeño no expresó mi admiración por el tesón de un pueblo que surge sin robar nada a nadie”. ¿Por qué el mandatario asocia, inconscientemente, al pueblo guayaquileño con el acto de robar? Que respondan sus asesores. ¿Qué le impulsa a Moreno a referirse a los habitantes de Guayaquil, diciendo que no son ladrones? Es una explicación innecesaria.
El Primer Mandatario, en su inadecuada explicación, mencionó que “será un poco más difícil dotar de empleo a toda la gente”. Y agregó: “En el Estado ya no hay cupo”. Esto significa un explícito reconocimiento al fracaso del gobierno en su plan de crear miles de empleos por año, o en su efecto se trata de una cínica expresión de reconocimiento ante una promesa incumplida.
Las expresiones desatinadas del mandatario ecuatoriano desataron la reacción de Sybel Martínez, de la organización Rescate Escolar. “No, señor Presidente Moreno, que un niño de 5 años venda colas en una esquina o plátanos asados en una parrilla hecha por él, no es un emprendimiento, es trabajo infantil y esto no tiene nada de bonito u honroso peor aún es digno de ejemplo ¡Por favor!”, tuiteó.
El mandatario debería disculparse en términos reales y convincentes, o reconocer que sus asesores políticos y de imagen, o redactores oficiales, son ineptos y debe reemplazarlos.