En el argot popular se dice que alguien se propone echar los perros, cuando pretende a alguien. Por lo general es un galanteo que pasa de ser del guiño del ojo a un coqueteo descarado. Eso más o menos ocurrió en el tórrido romance mediático que sostiene el gobierno de Moreno con el ex alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot. El presidente ecuatoriano invitado a las celebraciones de la Fundación de Guayaquil, el 25 de julio, no escatimó esfuerzos para echar los perros al ex alcalde calificándolo de “gran amigo” -¿desde cuándo?- y otras lisonjas que registraron las cámaras y los micrófonos. Nebot respondió cauteloso respecto de su relación con Moreno: «En lo personal buena, como siempre, el Presidente es un amigo de toda la vida, le tengo respeto, eso no quiere decir que concuerdo con todo lo que hace o con lo que no hace».
Moreno no ocultó sus intenciones de proyectar la imagen de Nebot como el futuro presidente del Ecuador en un desembozado afán por promover una candidatura que le resulta grata, conveniente para su ideología remozada de neoliberalismo. Moreno agradeció “sus enseñanzas de generosidad” a Nebot -no podía ser menos-, y a renglón seguido, le auguró un futuro esplendoroso en el poder del país “ingobernable”: “Estarás tomándote unos días, unos meses de descanso, Jaime, pero con toda seguridad el futuro te tiene preparado retos bastante más grandes todavía”.
¿A qué retos se refiere el adulón mandatario? Acaso a reemplazarlo en una silla sin ruedas, pero con patas cojas, en Carondelet, o a heredar un país destrozado por la política aplicada desde el 2017 por el propio Moreno. En el supuesto no consentido de que los augurios de Moreno se cumplan, Nebot para ser presidente que asuma retos debería superar los inconvenientes electorales que la sierra y en especial los que Quito le ha presentado al socialcristianismo, incluso en la época de su exjefe, León Febres Cordero.
Más allá de los augurios y de echar los perros en abierto coqueteo político con los “madera de guerreros”, Moreno mostró clara astilla de lisonjero con una insospechada genuflexión al lider más coherente de la derecha ecuatoriana.
¿Cuál fue la respuesta socialcristiana? Pues, como hay que aprovechar las oportunidades, Cinthya Viteri, Alcaldesa de Guayaquil, hizo un denodado esfuerzo por solicitar recursos para su obra cantonal porteña. De allí para adelante el romance gobierno-socialcristianos luce por mera conveniencia, porque los madera de guerrero no acostumbran a celebrar nupcias con nadie por la vía de la ley, sino romances políticamente incestuosos, sin lealtades garantizadas, y sin un futuro promisorio en ninguna elección popular.
Moreno no es un buen partido para nadie, peor para los socialcristianos que aspiran pasar a la historia con un gobierno propio, salvador de la patria. El mandatario sin mandato, le deja una herencia peor que testamento de año viejo: un país quebrado y endeudado, un estado ingobernable, una imagen de la política como la peor gestión pública, una debacle institucional con entidades estatales desprestigiadas, una imagen internacional del Ecuador deplorable, una desconfianza creciente de la propia “clase empresarial”, una descomposición social y cultural creciente; en definitiva, una papa caliente que no se la agarra fácilmente sin quemarse.
Pero no todo está dicho. A río revuelto ganancia de pescadores, esa parece ser la divisa de los socialcristianos que todavía tienen la intención de convertir el adefesio de país heredado, en promesa electoral. La historia deberá decir la última palabra.