La casa donde funciona Muñoz Mariño Museo y Galerías, está enclavada sobre la calle Junín, en el tradicional barrio quiteño de La Loma Chica. La casa en sus orígenes en el siglo XVIII perteneció a la familia del célebre pintor quiteño Antonio Salas, nacido en el año 1780. Artista de notable habilidad y vocación para la pintura y las bellas artes, frecuentó los talleres y escuelas de los maestros más destacados de la época, como Rodríguez y Samaniego.
La casona fue restaurada para hacer un sitio cultural vivo donde siempre pasa algo interesante. En la actualidad, Muñoz Mariño Museo y Galerías ofrece exposiciones de arte, lanzamientos de libros o presentaciones de teatro en un barrio muy dinámico por la actividad cultural.
Lo singular es que, según la leyenda, en la casa suelen deambular fantasmas que comparten con los visitantes. El arquitecto quiteño Guido Díaz, director del museo, que participó en la restauración del inmueble como experto rehabilitador de patrimonios arquitectónicos del Centro Histórico quiteño, con afable personalidad nos cuenta detalles de la casona de la calle Junin E-27.
La casa, según testimonos, está habitada por fantasmas. En un futuro próximo una representación teatral en el museo mostrará el fantasma del celador de la casa que recibe a los concurrentes en la puerta indagando el porqué de su visita, el carbonero es otro fantasma que habita la casa y que se lo reconoce por el tizne en su piel y porque hace las veces de guía de las visitas. Y el caserón está habitado también por dos fantasmas familiares, Gertrudis, hija del pintor Salas, y su hermana, la Beata Salas, que suele dialogar con el público indicándole que la casa “es un lugar de arte”, cuenta Díaz.
La casa fue adquirida por el pintor acuarelista Oswaldo Muñoz Mariño. Y la fundación que lleva su nombre decide habilitar el lugar como centro cultural donde mantiene una muestra de sus acuarelas y objetos personales que formaron parte de su vida cotidiana. El maestro Oswaldo Muñoz Mariño nació el 24 de diciembre de 1923, en Riobamba, y falleció el 20 de febrero del 2016, pero dejó un legado artístico inmenso. Gran parte de su vida pasó en México en donde estudió Arquitectura. Desde 1951, Muñoz Mariño realizó más de 80 exposiciones artísticas de acuarela y dibujo en galerías y museos del mundo. En 1999 recibió el Premio Nacional de la Cultura Eugenio Espejo, entre otros reconocimientos.
El Museo Muñoz Mariño y Galería, se inaugura en el año 2010 como una sala de acuarelas, pero en lo posterior se exhiben obras de todas las escuelas y técnicas pictóricas. La casa museo de la calle Junín ofrece actividades culturales de teatro, literatura, música y exposiciones de arte. Adicionalmente, la casa brinda servicios gastronómicos de comida específica nacional o internacional. Todos los fines de semana se preparan platos de estirpe patrimonial en un patio posterior de la casona.
En la actualidad se presenta la exposición temporal del escultor lojano Bayardo Cuenca, una muestra de la sensibilidad del artista que realiza magníficas figuras femeninas hechas en cerámica.
El barrio La loma Chica conserva un aire tradicional porque sus habitantes son todos cercanos y hacen uso del espacio público de manera organizada, los niños juegan en las calles y los mayores realizan actividades que los convierten en usuarios de los recovecos barriales. “La gente está atenta a lo que sucede aquí. Hay una vecindad muy cercana, todos son amigos”, dice Guido Díaz, arquitecto que también ha restaurado algunas viviendas coloniales del barrio y es conocido como animador de eventos culturales del sector.
-Este es un museo para visitantes nacionales, no está hecho pensando en turistas, sino en el barrio, es una iniciativa privada sin apoyo estatal ni municipal. Hacemos cinco exposiciones al año. Tenemos un fondo de 1.800 acuarelas de Muñoz Mariño, concluye Díaz.
Los habitantes del barrio han manifestado la voluntad de que La Loma Chica no se convierta en otro “barrio La Ronda”, un lugar de cantinas. Están conscientes de que la única forma que se conserve la idea de barrio familiar es que la gente haga uso cotidiano de la calle y que los niños jueguen libremente en las veredas. Entre los vecinos del sector viven personas reconocidas, hay artesanos históricos, ebanistas, joyeros y anticuarios en un barrio que se lo reconoce como un enclave de paz en la gran ciudad.