Argentina y Brasil no solo se parecen en el fútbol como dos grandes del balonpié mundial, gracias al mayor negocio deportivo del continente sudamericano. Además son dos naciones en recesión, con caídas en el primer trimestre de m5,28% y 0,2% en sus PIB, respectivamente, que se proyectan al resto de 2019.
Las diferencias pueden ser múltiples, en idioma, cultura y estilos de vida, pero ambos países realizan ajustes fiscales en beneficio de los grupos más privilegiados y desequilibraron sus finanzas. Ambos gobiernos enfrentan conflictos sociales y políticos severos. Son una muestra de lo que Ecuador no debe hacer en materia económica y social. Atrás quedaron los tiempos en que algunas figuras o políticos figuretes del continente corrían presurosos a sacarse fotos con Mauricio Macri o Jair Bolsonaro. Y aquello se explica porque ambos, que aplican la misma política económica caracterizada por ajustes fiscales que benefician a los sectores más privilegiados, están fracasando rotúndamente en sus gestiones, económica y políticamente.
Así las cosas en Argentina todo indica, incluso las encuestas, que Macri será derrotado por la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner en octubre. En Brasil, otro tanto ocurre a Bolsonaro que no puede implementar su reforma previsional. Y su situación es más delicada: las FFAA no acatan su orden de intervenir en Venezuela y el Banco Central de Brasil le contesta públicamente que sus delirios económicos como «la moneda única entre Argentina y Brasil» no serán estudiados por la Autoridad Monetaria.
El panorama político argentino luce sombrío para Macri. Hace unos días, el 11 de junio, cuando se cumplió un año del segundo acuerdo stand by firmado con el FMI, el mandatario gaucho anunció que conformaba una fórmula presidencial con el veterano senador peronista Miguel Pichetto. Pero el anuncio se vio opacado cuando las encuestas, que daban cercanía a Macri-Pichetto con Fernández-Fernández, parecen haberse disparado a favor de esta última alternativa, lo cual es congruente con la realidad económica y social de Argentina.
Informes de prensa señalan que los indicadores de Argentina siguen siendo abrumadores: «pese a las estrictas medidas fiscales dispuestas por el FMI en el segundo acuerdo stand-by, la inflación acumula 57,3% en los doce meses cerrados a mayo; el riesgo país se ubicó el martes en 855 puntos básicos (o sea, que si Argentina pudiera tomar préstamos en el mercado financiero debería pagar 8,55% por encima de la tasa de referencia de la Reserva Federal); el Producto Interno Bruto cayó a US$ 432.241 (cifra de un detallado informe de El Economista), en tanto que su deuda pública habría superado el 80% del PIB; la pobreza alcanza al 32% de los argentinos; el desempleo al 10,1%; la tasa de interés se ubicó en el entorno del 64% (impagable, siempre), en tanto que el dólar se estabilizó en el entorno de los $A 42,5.”
En el ámbito internacional se emitió el informe Perspectivas de la Economía Mundial-Abril 2019, presentado el 9 de abril en Washington durante la apertura de la Asamblea Conjunta del FMI y el Banco Mundial (BM), el mismo que señala que en 2019 y 2020 América Latina y el Caribe crecerían 1,4% y 2,4%, respectivamente; en tanto que Argentina -la niña mimada del organismo multilateral de crédito que le otorgó un préstamo de US$ 57.100 millones, más del 10% de su PIB de entonces caerá -1,2% en 2019 y crecerá 2,2% en 2020.
La predicción se cumplió: acaba de saberse oficialmente que el PIB de Argentina cayó un rotundo 5,8% en el primer trimestre de 2019, y suma cuatro trimestres consecutivos de caídas interanuales. El año pasado la economía del país sureño cayó 2,5%, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos de ese país. Para este año el presupuesto macrista preveía una caída de 0,5%, pero todas las estimaciones prevén que superará el 1,5%.
Los argentinos consideran que la contracción de la economía, con su directo efecto en el consumo y el empleo, constituye la mejor forma de perder elecciones, y Macri lo sabe. Mientras la recesión, el desempleo, la miseria, la violencia y la desesperación avanzaban sobre Argentina, la suerte electoral de Mauricio Macri y su partido Cambiemos, está echada.
En tanto en Brasil, el capitán Bolsonaro ya conoce de muchos fracasos. La batalla judicial que divide al país carioca se agudiza al comprobarse que el «intachable» exjuez Sergio Moro, hoy ministro de Justicia del presidente Bolsonaro, estuvo en contacto y hasta supervisó la acción de los fiscales que encarcelaron al principal candidato electoral de las últimas elecciones brasileñas, Luiz Inácio Lula da Silva. O sea, que, tanto ese encarcelamiento como el triunfo electoral de Jair Messias Bolsonaro están bajo fuerte sospecha de invalidez.
Bolsonaro hace cálculos desesperados. Luego de despedir a varios ministros y, en especial, eliminar el Ministerio de Trabajo, ahora busca apoyo en su ministro de economía, Guedes, un chicagoboy y en el presidente del Banco Central del Brasil, ambos prestidigitadores del neoliberalismo económico.
En el terreno político Bolsonaro conoce un nuevo fracaso con su popularidad derrumbada abruptamente y con un traspié dado en su principal proyecto que es la Reforma Previsional, al recibir la negativa de las FF.AA. a su intención de intervenir militarmente en Venezuela.
No obstante, su mayor fracaso se registra en el campo económico. Partidario fervoroso de un ajuste fiscal permanente, provocó un enorme recorte de gastos, sobre todo en materia educativa y de programas sociales. El resultado de estos ajustes, a menos de un año de haber asumido la presidencia, es que el PIB de Brasil cayó 0,2% en el primer trimestre del presente año respecto al período inmediatamente anterior. Se prevé que Brasil entre oficialmente en recesión en el próximo trimestre. El país sudamericano del fútbol bonito tiene 13 millones de desocupados. El FMI previó en su informe de abril que Brasil crecería 2,1% y 2,5% en 2019 y 2020, pero esas cifras sin duda serán revisadas drásticamente a la baja.
Esta semana que se inicia, cuando Brasil y Argentina salten al campo de juego para disputar un puesto en la final de la Copa América, lo harán con sendos pueblos anhelantes de un triunfo que les haga olvidar tanto infortunio económico, tanto equívoco político. Acaso el deporte sea capaz de redimir a los pueblos de su desgracia social.