Siempre se ha dicho que el fútbol refleja la realidad de un país, pero también refleja sus esperanzas. En el deporte del balón pie se sintetizan muchas de las aspiraciones y complejos de un pueblo. El nacionalismo exacerbado, el fanatismo como conducta grupal, el reunir en un solo propósito de triunfo los anhelos populares, la autoestima y el orgullo nacional se amalgaman en un solo sentimiento: sentirse identificado con la oncena de jugadores que saltan al campo de juego en representación del país.
La pasión del fútbol supone perder todo sentido de ecuanimidad a la hora defender la divisa nacional, los colores de la tri. Será por eso que los mayores anhelos de Ecuador en sentido colectivo se expresaron en la famosa frase del sí se puede. Un grito de guerra, una arenga social que nos hizo olvidar complejos de inferioridad, fatalismos históricos, frustraciones criollas y creer que todo lo que no propongamos como país es posible y sí se puede lograr.
Ecuador, como el resto de países del continente sudamericano, ha querido exorcizar los demonios de sus fracasos políticos, sociales y económicos en la pasión colectiva por el fútbol. Eso explica, en cierto modo, el fanatismo del hincha que se siente autoafirmado en la identificación con los colores de la selección nacional de fútbol. Es una constante búsqueda de héroes necesarios en el inconsciente colectivo de los pueblos. Es una forma de refugiarse bajo la égida de esos ídolos a veces mitificados.
No en vano se dice que no sabemos ganar, pero tampoco sabemos perder. No aceptamos la derrota por una carencia social de autocrítica, por una pasión ciega que no nos deja ver el origen de nuestros propios errores.
Panorama histórico
La Selección de fútbol de Ecuador, como máximos logros en copas internacionales cuenta la medalla de oro ganada en Juegos Panamericanos del 2007 con su selección Panamericana, y el Campeonato Sudamericano Sub-20 de Chile 2019, este es su primer y máximo logro Conmebol a nivel de selecciones. Ha participado en tres Copas Mundiales de Futbol, 2002, 2006 y 2014.
En 1988 el técnico Dusan Draskovic inició un periodo de trasformación en el fútbol ecuatoriano, con nuevos jugadores y se consiguió el cuarto lugar en la Copa América 1993. En el año 2002, de la mano de Hernán Darío Gómez, Ecuador participó por primera vez en una Copa Mundial de fútbol, luego de clasificar en segundo lugar de Sudamérica. En el torneo mundial de Japón la selección sufrió dos derrotas, contra Italia y México, su única victoria la logró contra Croacia. Ecuador se ubicó en el puesto 24 entre 32 selecciones participantes.
En el torneo mundialista de Alemania 2006, Ecuador se ubicó en el puesto 20, luego de una campaña en la que venció a Polonia y a Costa Rica, clasificándose a octavos de final donde fue derrotada por Inglaterra. En el 2019, Ecuador logra el tercer lugar en el mundo en el Campeonato Mundial de Fútbol, en la categoría Sub 20, en Polonia. Ese fue el último torneo en el que Ecuador logra resultados meritorios, con su selección juvenil.
Con el fracaso deportivo de Ecuador en el reciente torneo de Copa América que se juega en Brasil ha ocurrido algo singular. El país enfrenta el certamen con un plantel formado por jugadores en situación intergeneracional, es decir, algunos muy jóvenes y poco fogueados y otros ya pasados en edad y con pocas ganas de sudar la camiseta. Aparentemente ese factor generacional hace que el equipo no se consolide con mejores rasgos competitivos. Y, además, la contratación de un director técnico que no se ha actualizado en sus concepto futbolísticos. El resultado es la temprana eliminacaión de la selección criolla.
No obstante, está el factor técnico de un entrenador como Hernán “Bolillo” Dario Gómez que otrora hiciera historia en el país llevando a la selección ecuatoriana por primera vez a un mundial. Pero los tiempos cambian y el éxito de ayer del técnico colombiano, es el fracaso de hoy. El Bolillo se quedó 20 años en el pasado futbolístico, dicen los expertos de la prensa deportiva: “Hemos involucionado”, afirman. Una sentencia que el Bolillo no acepta y se disculpa impropiamente: “Si me decían que tenía que tener resultados en la copa América, no venía”, o esta otra frase de antología, “A mí me contrataron para las eliminatorias”. Incluso, luego de la derrota ante Chile, el técnico colombiano se quedó sin palabras y salió de la rueda de prensa sin decir nada. En torno a su actitud y resultados parece haber un consenso en que “debe dar un paso al costado”, como ha dicho el periodismo deportivo ecuatoriano. Incluso algunos periodistas insinúan que no cobre el sueldo por su trabajo en la Copa América Brasil 2019.
Se sabe que Bolillo y su staff técnico ya han cobrado más de un millón y medio de dólares y que el técnico percibe el 70%, es decir un millón setenta mil dólares. No obstante Bolillo ha dicho: “Yo no soy el problema”. Versiones de la prensa deportiva afirman que despedirlo costaría la cifra de cinco millones de dólares en indemnización. Sobre su continuidad, tiene claro que «si me echan me tengo que ir, pero yo no pienso en eso. Antes no había selección, hace más de un año no había equipo. Ahora tenemos un equipo”, ha dicho el técnico.
Si el fútbol refleja la situación de un país, estamos en presencia de un reflejo negativo de falta de ética y delicadeza. Es desde todo punto de vista inaceptable que resulte más rentable perder que ganar y hacerse despedir del trabajo para ser indemnizado. La dirigencia del fútbol nacional debe rendir cuentas al país por los magros resultados obtenidos, luego de la millonaria contratación del técnico colombiano que hoy no sabe cómo explicar su fracaso. El país necesita un baño de verdad, de vergüenza deportiva, y por qué no decirlo, de dignidad.