Recuerdo que allá por mayo del 2001 se realizó la “Asamblea por la Cultura” gracias a la convocatoria del entonces Gobierno de la provincia de Pichincha. Al ser una de las primeras convocatorias para dialogar en torno a la cultura, participaron un gran número de artistas y gestores culturales, quienes durante dos días debatieron y dialogaron en 9 mesas de trabajo: letras; danza; teatro; música; artes plásticas; cine, video y fotografía; patrimonio cultural; cultura popular; y comunicación cultural. Al final, luego de la discusión plenaria, se acordó -y firmó- un Compromiso cultural, en el cual se establecían los lineamientos para implementar políticas públicas para la cultura en la provincia de Pichincha.
Sin embargo, y pese al entusiasmo que generó aquel acuerdo por la cultura, nunca se implementó y aquel “compromiso” solo quedó en un libro que editó Gladys Jaramillo. Recuerdo estas jornadas culturales porque luego -con los Prefectos que siguieron a la administración de Ramiro González- tampoco se logró pasar de las promesas iniciales y las ofertas de campaña a ejecutar un plan de gobierno para la cultura. Al final, la provincia de Pichincha –como las del resto del país- nunca han tenido políticas públicas definidas para la cultura y los patrimonios. Y desde entonces el manejo de la cultura depende de la buena o mala voluntad del encargado cultural de turno que, además, han sido muchos y lo que es peor los mismos que han trajinado por otras entidades nacionales de cultura.
Vale la pena recordar esta Asamblea porque ya es hora que Pichincha cuente con un programa de gobierno para la cultura. Es necesario un proyecto claro y definido que contenga las políticas públicas para el sector y que estén articuladas a los mandatos de la Ley orgánica de cultura, la COOTAD y, sobre todo, responda a las demandas del sector cultural y a las necesidades de la población. No puede la provincia seguir con apenas eventos que responden más a la coyuntura política que a la planificación y demandas de artistas y gestores culturales.
Actualmente la prefectura de Pichincha cuenta con elencos musicales, concursos literarios y de artes plásticas, cierta infraestructura cultural, sitios patrimoniales (como el complejo Cochasquí) un enorme teatro por construir, una plaza y hasta una ciudad en la Mitad del mundo. Sin embargo, nunca se han presentado planes y proyectos de cultura y mas bien han caminado al vaivén del director de turno; sin políticas públicas a pesar de contar con una Dirección de cultura y una Dirección intercultural.
Respecto a los elencos musicales (orquesta, conjunto de cámara, coros, e incluso acogió a un Ballet) no es la única institución en la provincia que los tiene. También el Municipio de Quito cuenta con numerosos elencos; la propia Casa de la Cultura Ecuatoriana y ahora el IFAIC, las orquestas sinfónicas y juveniles, y que consumen buena parte de los presupuestos de cada institución. Aunque en un buen número de casos mas bien con elencos precarizados, no solo en salarios sino en lugares de ensayo, en instrumentos, etc. Me pregunto: ¿es conveniente que cada institución tenga elencos artísticos? Y más concretamente, ¿debe la prefectura de Pichincha contar con elencos musicales y artísticos? Es una pregunta que quizá valga la pena discutirla ahora.
Y digo ahora, porque creo que ha llegado el momento de proponer un proyecto de cultura para la provincia. Ahora que la nueva prefecta Paola Pabón ha dicho, en su discurso de posesión, que la cultura formará parte importante de su gestión. Y no solo eso, sino que ha convocado a los artistas, intelectuales y gestores a integrarse al trabajo por la cultura en la provincia.
Hoy que los derechos culturales están vigentes en la Constitución de la República y refrendados en la Ley Orgánica de Cultura, y que existe un Sistema Nacional de cultura del que forman parte los gobiernos seccionales, es necesario la articulación a través de un proyecto, amplio y plural. Es necesario construir en conjunto con el Municipio de Quito lineamientos básicos de política pública para la cultura y los patrimonios. Es sencillamente absurdo caminar por veredas separadas. Por ejemplo, hoy que el Chocó andino de la provincia de Pichincha fue declarada por la UNESCO como Reserva de la biosfera, vale la pena preguntarnos ¿cuáles son las políticas para el patrimonio natural en la provincia?.
La economía de la cultura
En aquella Asamblea por la cultura del 2001, se hacía ya referencia a las Industrias Culturales. Sin embargo, poco o nada se ha avanzado. Seguimos con los mismos problemas y precariedades. En aquel año, según el Convenio Andrés Bello, en Ecuador la producción cultural alcanzaba el 2.4% del PIB, mientras que la producción eléctrica alcanzaba el 1.5%. Es decir hemos avanzado considerablemente en el sector eléctrico –somos ya autosuficientes-, pero no en el cultural.
En aquella Asamblea se hizo un planteamiento que fue acogido con entusiasmo, la creación de la Cámara de la Industria Cultural. Una propuesta generada desde los propios artistas que tenía objetivos claros y precisos: fortalecer a los productores de bienes y servicios culturales; impulsar su modernización y expansión; ampliar el mercado interno y fomentar la participación en mercados externos; promover la investigación cultural; generar empleo, capacitación, y mejorar la economía; propiciar el desarrollo sustentable y la preservación del entorno ecológico. Y contemplaba la configuración de las responsabilidades de la Cámara: producción; servicios artísticos; distribución y exhibición; sociedades de gestión; tiempo libre y gastronomía.
Pero no. Luego de 18 años, prácticamente los artistas y gestores siguen igual, quizá con excepción del sector audiovisual que logró avances a través de su propia organización. La institucionalidad y el marco legal –con la Ley orgánica de cultura- si ha cambiado, aunque como hemos dicho, reiteradamente, después de más de dos años de vigencia no se ha logrado implementar la Ley por ineficiencias del Ente rector.
Tenemos un Ministerio de Cultura y Patrimonio con poca credibilidad y que basa su gestión en las relaciones clientelares con el sector; tenemos Institutos y recursos económicos para fondos concursables pero sin políticas públicas, por lo que en lugar de dinamizar el sector lo precariza.
Acaso, ¿no será momento de volver a plantearse la creación –desde el ámbito ciudadano (artistas, creadores y gestores)- de una Cámara de la industria cultural en Pichincha?. Mas aún, ahora en que la arremetida neoliberal nos quiere imponer un modelo que precariza el trabajo, privatiza bienes y servicios y hasta intenta suprimir derechos.
De otro lado, la Ley orgánica de Cultura manda conformar la Red de gestión cultural comunitaria –que debe estar en el IFAIC- y de la que deben formar parte los Gads y entidades de Régimen especial. Esta Red puede ser un buen espacio para -tal como dice la Ley de Cultura, Art. 122- no solo “democratizar la cultura y el ejercicio de los derechos culturales” sino para vincularlo con la economía creativa, la economía popular y solidaria, los emprendimientos de colectivos culturales, sobre todo en las parroquias de la provincia. A través de una planificación en el mediano y largo plazo se deben generar procesos de vinculación con la comunidad y sus gestores para dejar atrás los eventos, la tarima, y las acciones aisladas.
También, en la gestión cultural de la Prefectura, habrá que repensar ciertas actividades, por ejemplo el Concurso de literatura, cuento, poesía y ensayo que cada dos años se convoca desde la dirección de cultura. O el propio concurso de literatura infantil y juvenil que, desde el Patronato provincial, se convocaba cada año. O aquella revista, bonita y pretensiosa, que trimestralmente (?) se editaba y que, al igual que los libros ganadores del concurso, nadie sabe cómo y en dónde circulan.
Por qué no preguntarnos, si la provincia debe tener un programa para el fomento del libro y la lectura, por ejemplo; con una línea editorial determinada y circuitos de distribución. O por qué razón, los elencos musicales no están en las parroquias, en donde hay ausencia de estos conjuntos, así como de opciones de talleres y cursos de música, teatro, cine, literatura, etc.
¿Cuántas salas, escenarios, auditorios existen en la provincia de Pichincha, mas allá de Quito? ¿Acaso no es también la oportunidad para conformar la Red provincial de espacios escénicos, en donde se puedan establecer relaciones de co-gestión con colectivos culturales de nuestras parroquias? Y así abrir las puertas de esos escenarios y mantener una programación permanente con grupos locales y de la provincia y, paralelamente, actividades de acceso y formación de nuevos públicos; estudiantes y ciudadanía.
Y lo mismo, con aquella frustrada aspiración de contar con un enorme y sofisticado teatro para más de mil butacas que no se pudo concluir ni en época de bonanza, peor ahora. Y no valdrá la pena, mas bien, reconvertirlo en un solo espacio ampliando la plaza de la República para darle otro uso vinculado con el acceso a un espacio público activo y dinámico.
Hoy es la oportunidad para generar, de modo participativo, políticas públicas. Más aún cuando Pichincha es una de las provincias que más artistas y gestores culturales en activo, más infraestructura cultural y más productos y servicios culturales posee. Es necesario dejar atrás la tarima, los eventos y las acciones aisladas; la demagogia y el populismo cultural. Es hora de dar un salto cualitativo y generar nuevos espacios de participación y reflexión que permitan estructurar modelos de gestión cultural inclusivos y sostenibles.
También repensar la famosa ciudad Mitad del mundo a través de un proyecto amplio y contemporáneo, mas allá de lo exótico y el folclor. Un modelo que de cuenta de una ciudad y una provincia con patrimonios culturales y naturales que vayan mas allá de una línea imaginaria.
Lo mismo con uno de los sitios patrimoniales más importantes del país, las pirámides monumentales de Cochasquí. Ponerlo en valor y asumirlo como uno de los hitos en la historia de la arqueología del país y uno de los sitios emblemáticos de la provincia. Pero no el único. Por el contrario, Pichincha posee innumerables sitios arqueológicos que necesitan de lineamientos para su gestión. Un trabajo que debe realizarse en conjunto con las comunidades y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.
La riqueza cultural y patrimonial -material e inmaterial- en saberes ancestrales, fiestas populares y paisajes naturales es impresionante. Una oportunidad para a través de planes de salvaguarda generar un encuentro entre patrimonio, turismo y economía. Y, sobre todo para generar ese vínculo social con las expresiones culturales.
Hay también un tema olvidado, o marginado; la ruralidad. Pichincha con sus nueve cantones y numerosas parroquias rurales necesita lineamientos, claros y definidos, de política pública para esas diversas expresiones culturales asentadas en lo rural. A pesar de que nuestras autoridades, en sus discursos, nos hablan de “interculturalidad” en la practica no sabemos cómo ejercerla y peor cómo tejer, desde la cultura, esas redes y vínculos entre ruralidad e interculturalidad.
La nueva administración provincial es además una buena oportunidad para recuperar espacios de reflexión y debate. Recordemos que el entonces Consejo Provincial de Pichincha lideraba, a través de las Jornadas Culturales de Mayo, espacios amplios y plurales para discutir no solo sobre los temas referidos a la cultura sino sobre las relaciones sociales, la ideología, el poder y la sociedad, con la participación incluso de reconocidos pensadores del continente. ¿Por qué no recuperar ese espacio tan necesario y liderar -no solo en lo local, sino en lo nacional- el debate y la reflexión como herramienta de gestión pública?.
Al no ser una prioridad la inversión social a través de la cultura, los presupuestos han sido escasos y marginales. Ya es hora entonces de priorizar y, sobre todo, entender que la mejor inversión que el Gobierno de la provincia puede hacer es precisamente en educación y cultura, solo así se podrá consolidar las identidades locales, el autoestima, la dignidad y orgullo de ser pichinchanos.
Si tomamos la palabra a la flamante prefecta de la provincia, Paola Pabón, ahora es el momento para desarrollar, ejecutar e institucionalizar un verdadero programa
de cultura y patrimonios para la provincia. Ese es el reto. Y hacerlo de modo articulado al Sistema Nacional de Cultura y, sobre todo, en conjunto con las comunidades, con los artistas y gestores culturales.