A través de un comunicado, la Secretaría General de Comunicación de la Presidencia informa que el Presidente Lenin Moreno, mediante Decreto Ejecutivo N° 783, nombra a Eduardo Khalifé Moraga como secretario General de Comunicación de la Presidencia. Y su antecesor, Andrés Michelena, va como ministro de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información. El enroque ministerial con el cambio de Michelena de la Secretaria de Comunicación por E. Khalifé, ex anchor de ECTV, ¿supondrá un cambio de frecuencia de la comunicación oficial? Está por verse si todo sigue igual, ¿será el primer día de lo mismo?, según el viejo adagio popular.
La personalidad del uno y del otro difieren en el fondo y en la forma. Michelena embaucador, con un aire de cinismo muchas veces rampante, mientras que Khalifé cauto, sobrio, diríase hasta elegante, frente al otro de aspecto vulgar.
Su misión: Reproducir la fórmula de los guiones oficiales: Moreno es distinto a Correa. Uno dialogador el otro impositivo, lo cual se inscribe en una dicotomía del bien y del mal, enfrentados sin tregua. Las ideas fuerza desarrolladas para sustentar el argumento son simples, y por tanto debieron ser efectivas en cuanto al impacto en el imaginario colectivo. Moreno un hombre común, no político de profesion, dicharachero, vulgarón pero simpático, con un discurso -que no es discurso- sino ”reflexiones sabias”, lleno de lugares comunes y humor simplón.
Correa el analítico, con una verborrera saturante a flor de lengua. Con obsesión por el poder que Moreno desdeña por ser un hombre común y corriente. Un Correa intenso, complicado frente a un Moreno afable, bonachón. La vieja contradicción entre el bueno y el malo de la película, sin un final feliz, todavía a favor del primero. En palabras simples, una película de chullitas con un héroe de barrio que debió afincarse en el corazón de la gente del pueblo gracias a sus chistes que van desde lo porno popular a lo filosófico cuántico.
En definitiva, Moreno es la antítesis del Correa prefabricado por Alvarado y proyectado en las sabatinas como el majadero semanal que insultaba, desafiaba, juzgaba y condenaba a sus opositores que, poco a poco, le fueron perdiendo el miedo. En esa línea, proponerse ser algo distinto suena bien y ese rol lo empezó a jugar Michelena desde el primer día en que asumió el discurso oficial a su cargo.
No le conocemos dotes administrativos a Khalifé, a quien lo descubrimos como locutor comercial de cuñas radiales hace ya unos 40 años, peor de comunicador sagaz, que para el efecto en su nuevo cargo no seria, necesariamente, una virtud innovadora. ¿Será capaz de segundas versiones del guión presidencial, sin caer en lo repetitivo, y sin salirse de la estrategia comunicacional? Está por verse y oírse en las nuevas piezas mediáticas surgidas desde el oficialismo. Hasta el esfuerzo para superar a su antecesor en eso de diseñar los discursos presidenciales pero que no se sienta al aire de que el mandatario los está leyendo en un prompter, muchas veces sin haberse interiorizado de su contenido, es sin duda todo un desafío como asesor responsable de las palabras presidenciales ante el país.
Mantener el sentido del discurso es lo prioridad ante todo, y Khalifé, suponemos que lo sabe, en tanto qué hacer, pero otra cosa es con guitarra en el terreno del cómo hacer. Mantener ese tufillo de parloteo de barrio en el discurso oficial, del jefe del “gobierno de todos”, del dialogador indiscriminado, incluso del odiador disimulado, es una tarea nada fácil en el caso del gobierno actual, sin caer en imposturas que hasta hoy pesan en el deterioro de la imagen presidencial.
Poner fin a una década de matonismo verbal de Correa, de insultos sistemáticos, de autoritarismo oficial, no es fácil si se parte de la premisa falsa: Correa fue un dictador. Desmontar a un genuino dictador no es cuestión de decretos presidenciales, sino que es construir un nuevo liderazgo que Moreno nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá sancionado en las encuestas -con un 16% luego de tener sobre el 70%- una importante caída de credibilidad y aceptación popular. Porque en el colmo del fracaso en el manejo de imagen, está la estrategia de querer sacarlo siempre del ojo del huracán político volviéndolo cotidiano, consuetudinario, coloquial. Intento que se volvió un boomerang.
Una de las estrategias comunicacionales -de Michelena u otro de su equipo- de hacer aparecer la caridad como política de Estado, -el gesto de conmiseración del discapacitado que se preocupa por sus iguales- es un peligro a la hora de proyectar la imagen de un lider, de un mandatario o de un estadista empoderado.
En ese sentido, cabe preguntarse ¿de qué sirvió tanta parafernalia comunicacional en manos de Michelena? He ahí el desafío de Khalifé: Autenticar el discurso presidencial. Seguir por el sendero de la impostura, del simulacro verbal es el único camino para empezar a vivir el primer día de lo mismo, solo que con otro volumen discursivo.
Podríamos concluir en que la imagen de ineptitud, debilidad y ausencia presidencial de Moreno es obra y gracia de Michelena y sus estrategias fallidas, al final de cuentas. Ese es el gran reto de Khalifé: diseñar un nuevo camino estratégico porque la comunicación no es cosa de montajes, engaños, pasadas de agache, sino de autenticidad y de honestidad, dos valores que no dudamos que Eduardo los traiga consigo para poner en práctica. Solo está por verse si el estado de propaganda permanente de la maquinaria comunicacional del régimen se lo permite.