El ciclismo es, sin duda, uno de los deportes más nobles que existe. Acaso el que se practica con mayor sentido deportivo por el incomparable placer de disfrutar de las emociones que produce montar una bicicleta a campo traviesa, en ruta de carretera o en pista de alta competición. Quienes lo hemos vivido como aficionados y amantes del caballito de acero lo sabemos de sobra.
Y la nobleza del ciclismo no solo radica en una perfecta y diciplinada coordinación del trabajo en equipo en el cuarteto de cuatro ciclistas que conforman un team, sino en el sentido solidario que se combina armónicamente con el instinto competitivo.
Esta cualidad del ciclismo hace que un miembro del equipo ceda el protagonismo del triunfo al eventual compañero que más destaca durante el desarrollo de una competencia y comience a “protegerlo”, como lo hizo el español Mikel Landa con Richard, en el Giro de Italia. El vasco trabajó durante gran parte de la competencia para el ecuatoriano Carapaz, integrante del mismo Team Movistar. La protección consiste en evitar posibles caídas o accidentes provocados por otros competidores al fragor de la velocidad de la competencia. Poner en práctica determinadas estrategias y tácticas para dejar sin posibilidades a los competidores.
Entre las maniobras más conocidas está la de encabezar el pelotón puntero para contenerlo y marcar el ritmo y velocidad que más convenga al compañero de equipo que está con posibilidades de alcanzar primero la meta y adjudicarse la etapa. Otra táctica, muy usada, es que un ciclista se pone delante del compañero de equipo favorito y le marca el ritmo como “liebre”, sobre todo en etapas de ascenso, de ese modo el ciclista que sigue detrás «a la rueda» se concentra solo en dosificar sus fuerzas para el ataque final.
Otra maniobra es emprender una fuga o escapada, separándose del grupo, para hacer que los otros reaccionen y comience la persecución hasta que se fundan por el cansancio del esfuerzo desplegado. De ese modo el protegido tiene la oportunidad de lanzar un ataque cuando se aproxima la llegada final.
Una de las escenas más hermosas del ciclismo precisamente consiste en la llegada al sprint, o la aceleración máxima, para cruzar primero la línea de meta. Muchas veces las carreras ciclísticas, o una etapa, se definen por foto finish -o imagen fotográfica de meta- por lo apretado de la llegada en que un competidor solo saca centímetros de ventaja a su más cercano seguidor.
Otro capítulo es el rol que juega el equipo de apoyo logístico que avanza sobre la ruta en un vehículo motorizado, atento a los miembros de su team. Los integrantes del staff de apoyo están encabezados por el director técnico o entrenador, un paramédico, y mecánicos dispuestos a armar una bicicleta en la ruta, si es necesario, para reemplazar alguna máquina dañada. El director tiene comunicación constante con el ciclista en competencia a través de comunicadores electrónicos sofisticados y va dando las instrucciones del caso. Este experto en estrategias dirá al cuarteto del equipo lo que es necesario hacer para lograr la victoria. En el cuarteto siempre existe un líder que traduce e imparte las órdenes a los otros tres compañeros. Ese rol jugó Landa en el Team Movistar de Carapaz en el Giro de Italia.
La tecnología está muy presente en la competencia: un equipo médico establece, durante la preparación para una competencia, el umbral cardiaco del ciclista profesional en una prueba de esfuerzo previa, con monitoreo de un electrocardiograma durante el exámen clínico. Si el ciclista sobrepasa su máximo umbral de frecuencia cardíaca de 170 o 190 pulsaciones por minutos, se produce “liberación” de ácido láctico en los músculos de las piernas que provoca ese ardor muscular tan característico después de permanecer cuatro o seis horas compitiendo sobre una bicicleta, a un pedaleo de varios giros de pedal por minuto. Ese pequeño gran detalle lo sabe el entrenador para dar las instrucciones al ciclista en competencia durante la ruta. De ese modo científico dosifica el ciclista sus fuerzas para asegurar resistencia hasta el final.
En la 20 y final etapa de ruta del Giro de Italia 2019, de 194 kilómetros, con cinco puertos de alta montaña, pudimos disfrutar de todas estas sabidurías del ciclismo profesional en acción con los equipos del más alto nivel mundial en ruta. Vimos a un Mikel Landa generoso, valeroso, apoyar a su compañero Carapaz. Vimos a nuestro Richard desplegar la más sorprendente capacidad profesional en el deporte del ciclismo de alta competición. Vimos al italiano Vicenzo Nibaldi, retador de Richie, dar una durísima pelea por la gloria. Y a Primoz Roglic hacer lo suyo para coronar en el podio. Ese es el pelotón que desafía la maglia rosa de la “locomotora del Cachi”, el ciclista ecuatoriano que está haciendo historia en la competencia pedalista más dura del mundo.
Pero también vimos a un Miguel Angel, Superman López, nuestro crédito sudamericano que tenía todas las posibilidades de disputar la etapa y ubicarse entre los grandes del Giro de Italia, hasta que un aficionado derribó al colombiano de su bicicleta en pleno descenso a 15 kilómetros de la meta de etapa, situación que le impidió toda posibilidad competitiva. ¿Cómo es posible que esto ocurra en una competencia del nivel del Giro de Italia? ¿Es la pasión del aficionado que lo hace correr al lado de un ciclista hasta enredarse y hacerlo caer de su bicicleta? ¿Dónde están los miembros del equipo de seguridad para evitarlo?
Miguel Ángel López dijo al término de la etapa 20: “La idea era ganar la etapa con fuga -escapada- pero al final no hemos tenido suerte, mi caída fue increíble ¿con qué ganas se levanta uno a seguir peleando con los favoritos? Lo siento mucho, al final ha sido pura adrenalina. Yo estoy tranquilo porque lo hemos hecho bien, siempre estuve en la pelea en los ataques y hoy tenía buenas piernas para pelear el triunfo, pero fue mala suerte, pero me voy contento porque Bilbao, mi compañero de equipo Astana, ha ganado la etapa”.
López estaba solo, con su camiseta blanca como el mejor juvenil de la competencia. No distinguimos a su lado a los otros miembros de su cuarteto cuidarlo, para evitar esa tragedia deportiva de caerse a punto de llegar a la meta despues de desplegar un esfuerzo físico y táctico que lo hizo emprender varios ataques con buenas posibilidades durante el trayecto de 194 kilómetros de la etapa con cinco ascensos y bajadas de miedo. López encarnó ayer nuestra frustración y tristeza como latinoamericanos. El ciclista colombiano iba a compartir seguramente podio con el ecuatoriano Carapaz al final del Giro de Italia. No es justo lo sucedido y queda la duda si ese aficionado -emocionado o torpe- provocó «por accidente» la caída de nuestro crédito ciclístico sudamericano. Una reacción producto de la adrenalina hizo que López golpeara al fanático que lo hizo caer, luego se disculpó pero tenía explicable razón para hacerlo, por más nobleza que se tenga en este deporte de esfuerzo extremo. La organizacion del Giro no lo sancionó luego de ver el video de la caída y por sus nobles disculpas.
Así es el ciclismo con sus glorias y días negros. Un deporte que forma la condición humana bajo las más exigentes enseñanzas existenciales. En el ciclismo -como dice la canción de Silvio Rodríguez en referencia a la travesía humana- lo más terrible se aprende en seguida y lo hermoso -acaso- nos cuesta la vida.