Con el veto de hecho de los servicios y aplicaciones que provee Google a Huawei Technologies por petición de Washington, el libre mercado toca a su fin en los Estados Unidos. El símbolo del libre mercado estadounidense pasó de las palabras a la acción sepultando a la libre competencia. El artífice de esta insólita medida no puede ser otro que Donald Trump. El adalid del neoliberalismo puso en práctica el llamado «proteccionismo económico» en contra de la industria china.
Con la medida del gobierno norteamericano contra Huawei, ésta empresa pasó a integrar la lista negra de la compañias vetadas bajo petición y acuerdo con Washington. Argumentando razones de “seguridad nacional”, Trump impuso la prohibición de proveer de aplicaciones Google a Huawei, cuando todo el mundo sabe que se trata de una acción en contra de la tecnología china que muestra ventajas sobre los norteamericanos, su principal competidor. Se pone fin así a la libre competencia del libre mercado que ahora pasa a ser un mito en Estados Unidos.
No deja de ser insólito en el país capitalista del norte, puesto que siempre los EE.UU se vanagloriaron de su “sistema económico libre”, el mismo que ahora altera la agenda de Trump. Históricamente no es la primera vez que Estados Unidos contradice sus propios principios liberales, antes lo hizo en tiempos de George Washington cuando mezclaban el gamonalismo ilustrado, la esclavitud negra en el sur, el genocidio indígena en el Oeste y una retórica de libertad con un desparpajo singular.
No obstante, el liberalismo encuentra en el sujeto blanco terrateniente capitalista el ideal material de sus principios ideológicos. Esos mismos principios fundacionales dieron origen a la Unión americana como una heredad de la Europa liberal y migrante que se afincó en tierras americanas. La idea mercantil libre es europea -francesa e inglesa para ser exactos- y se encarnó en los EE.UU hasta la hora de echar por tierra esa dinámica mercantil por otra monopólica que hoy impone Trump.
El gobierno estadounidense sin embargo continua echando mano a la ideología de “los padres fundadores”, pero en las palabras, en tanto que en la práctica desdice lo pensado. No deja de ser un romanticismo tardío el alabar el libre mercado y un contrasentido, en un país que en los hechos es impositivo contra sus competidores. La imagen “libertaria” de los EE.UU, ergida sobre el mito del «país de las oportunidades» se viene abajo en pleno siglo XXI con la guerra tecnológica y comercial desatada contra China, nación que pregona la producción capitalista no monopólica. Esta alternancia de roles entre las dos potencias implica dos cambios esenciales en la tendencia económica del momento: EE.UU se vuelve consumista de chatarra china y de otros productos asiáticos mejor elaborados, mientras que China asume el rol de agente capitalista liberal en extremo.
Además la medida de veto norteamericano a China, en términos tecnológicos, denota el temor estadounidense al libre mercantilismo cuando pierde el control de ese mercado, más aun cuando Huawei tiene productos estelares. Washington no encontró otra solución que deponer el noviazgo neoliberal que tenían Google y el coloso asiático.
Negar las aplicaciones de Google a Huawei, no deja de ser un error y una medida desesperada que abre una “autopista mucho más amplia a China para desarrollar su sistema 5G”, con un mercado que deja a la Casa Blanca a disposición de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta. La política aislacionista de los Estados Unidos beneficia a los chinos en su afán de hacer negocios con todo el mundo bajo el modelo win/win.
Nadie lo supo prever: Donald Trump no será el sepulturero del imperialismo norteamericano, pero sus acciones entierran el libre mercado que tanto dinero y capital cayeron en manos de sus amistades de clase. En ese círculo acaudalado también están sus enemigos, pero ya no hablan tanto inglés como mandarín.