Abdón Ubidia ha escrito un libro en aforismos, que no es un discurso en realidad. Su libro Elogio del pensamiento doble, es una provocación al pensamiento. Hace pensar, sin dejar de hacer sentir. Ubidia crea su alter ego, Don, un filósofo de verdades portátiles, manualitas, disociadoras, por tanto subversivas. Un libro obsceno que muestra a su autor de cuerpo entero, al desnudo, en su obscena desnudez de pensamiento.
“Todo lo que sé supone lo que no sé. Toda ignorancia supone otro saber”, nos impreca Ab-Don Ubidia. Y ese otro saber queda al descubierto en su dualidad contraria, en su otro ser, no asimilado -según la triada de Fichte- en una síntesis que cobija a la tesis y a la antítesis, no. No se trata de una síntesis, es el triunfo de la dualidad. En una dualidad ontológica que subyace en la diversidad de la vida. ¿Es el ser contrario de la nada?
El libro no tiene la pretensión de un discurso, acaso es un exabrupto, un aforismo irreverente de cara al dios del conformismo, a la deidad del acomodo en su zona de confort de verdades absolutas, sin su doble y sin su contrario. Es un parricidio deliberado que prescinde “de toda mención a lo aprendido a los filósofos europeos tan amados”. Europa ya no tiene nada que decirnos, susurra este libro.
Un libro posmoderno, en tiempos disímiles. Un libro cínico: el cinismo como la aceptación de un mundo doble. No está bien ni mal: solo es. Una insinuación a pensar desde los varios demonios de su autor, mestizo de corazón con dos músculos cardiacos: uno individualista, otro solidario. Ubidia va revisando y develando sus obsesiones. El acto de recordar y olvidar como dos caras de una misma moneda: “memoria y olvido ¿cuál contiene a cuál? Depende de si estás vivo o muerto”, responde insuflado de sabiduría. La difusa frontera de “cuánto de falso hay en lo verdadero y cuánto de verdadero hay en lo falso”. La filosofía y su tardía presencia o la anticipada irrupción de los demagogos, “de los que callan su verdad y exaltan lo que les conviene”.
“El discurso de la corrupción corrompe el discurso político”, dice Don, o acaso la corrupción siempre ha ido parte de la política. La comunicación del periodista como la tentativa moral apremiada por tener que “digerir la mierda efímera del presente, son coprófagos y no lo saben”. Lo real y lo virtual -como obsesión manifiesta-, “el mundo actual ha exagerado: lo virtual pasa por ser real”. Ese es el negocio del capitalismo actual que olvida que lo real y lo virtual no son términos antagónicos sino complementarios, dice Ubidia.
Y el Don pensó: el diálogo entre ideologías es imposible. Cada ideología es un cuerpo perfecto y sin fisuras. Solo el diálogo entre humanos ecuánimes que sacrifiquen algo de sus ideologías es posible. Todo discurso es hipnótico. Todo orador o escritor hipnotiza con su verdad.
Y la obsesión del arte. El arte como “el lenguaje de las emociones” El sueño de la estética que es la destrucción de la ética.
Y la idea de la muerte provocada: el suicidio. Comprensible cuando la vida no solo se ha convertido en un soporte del dolor o la rabia; sea cuando ya ha perdido todo sentido. El suicidio es la vida que exige la muerte como un derecho más.
Elogio del pensamiento doble es un libro de aforismos que cosecha el desorden del mundo. Porque “hoy en un mundo disperso, diverso y perverso no caben los discursos. Solo son posible los aforismos. Verdades rápidas, ambiguas y ambivalentes. La forma natural del pensamiento es el aforismo, no el discurso. El aforismo vale solo. Y no le importa si otro aforismo del mismo autor viene a contradecirlo. El discurso es un artificio construido con el solo propósito de defender una verdad única, predicha. El pensamiento doble solo puede ser aforístico. Asi hablaba Don. El aforismo emana del sabio, no del científico. Es que en el fondo el sabio está solo. Solo en su soledad que usa como un espacio de libertad.
Como Zaratustra que bajó de la montaña a decir su verdad al mundo, desde su sabiduría en solitario, Abdón Ubidia, enfrenta algunas interrogantes planteadas. No se ha enterado que Dios ha muerto, le dijo Zaratustra al hombre que encontró orando en su camino. Ubidia nos recuerda también que estamos solos en el mundo, sin dioses.
¿Una metáfora de la realidad actual pretende ser el libro?
-Yo jugando con esto de Zaratustra, pongo en el libro un Don, que es el personaje, un alter ego mío que piensa algunas cosas que pienso yo. Él es un personaje creado para pensar los aforismos, un Don nadie, un don de la calle. Don se encuentra con dos hombres y uno le dice: yo creo en dios, y el otro le dice, yo no creo en dios. Don dice: pobres personas no se han dado cuenta de que Dios existe y no existe. Ese es el espíritu del libro, es decir, pensar que una verdad siempre tiene su contraparte, siempre una cosa que es implica, necesariamente, otra que no es. Los discursos únicos no existen, no tienen la fuerza que tuvieron y siempre habrá una persona que sostenga una verdad contraria a la tuya con la misma convicción.
¿No es la negación dialéctica, sino lógica?
-No, no es la triada de Fichte de tesis antítesis y síntesis. El pensamiento dialectico sería perfecto al quedarse no con la síntesis, sino con el entendimiento de que hay una tesis y una antítesis simultáneas.
¿Qué se propone el libro?
-Es un esfuerzo de al menos proponer una manera de pensar.
¿Esa manera de pensar reconoce la diversidad que respeta la existencia de los contrarios?
-Sobre todo se respeta eso.
¿A cierta edad nos ponemos más condescendientes?
-Bueno, yo he sido doble en todas las cosas que he escrito. En Ciudad de Invierno cuando se muere el abuelo sufres esa muerte, pero eso no te impide pensar que te deje una herencia. He ahí la dualidad. Por qué tienes que aceptar lo uno y rechazar lo otro, ¿por qué no puedes aceptar esas dos verdades?
¿No implica tranzar aceptar dos verdades?
-No. En el caso de las ideologías. Es imposible el diálogo entre dos ideologías porque se arman como estructuras de pensamiento prefectas que no admiten en su interior ninguna contradicción. El diálogo entre ideologías no existe, porque son tan lógicas que no admiten la verdad contraria. Pero el diálogo entre personas sí es posible, siempre y cuando depongan algo de sus cerradas ideologías. La idea del libro es dialogar.
¿Por qué tendría vigencia el libro en este país, en este mundo actual?
-Eso si ya no puedo responder. Todavía no se sabe, unos han leído y dicen que está bien, otros han leído y no han entendido, pero son pocos. Yo lo he hecho con suma sinceridad, tratando de ser honesto y tratando de pensar desde mi cabeza. Olvidémonos del pensamiento europeo, propone el Don, empecemos a pensar de nuevo todo. Qué es el ser, qué es la muerte, a partir de nosotros mismos
¿Eso es congruente con un posmodernismo?
-Hay que tener cuidado y discriminar los términos posmodernismo y posmodernidad. Estamos viviendo un momento posmoderno. Por ejemplo la idea del futuro redentor, es jodido después de tantos fracasos, seguir sosteniéndola. Nietzsche decía que el aforismo si no tiene una interpretación, no sirve de nada, mal que bien estás obligado a pensar.
Elogio del pensamiento doble, editorial Cactus Pink 2019, un libro que conmueve y remueve la conciencia.