Si se pregunta en la calle a las personas de a pie, ¿qué opinan del país en el que vivimos?, las encuestas señalan que siete de cada diez se quejan que vivimos en un mal país, un país en el que falta empleo, seguridad ciudadana, oportunidades para los jóvenes, libertad de expresión, y un clima de confianza en el futuro económico del Ecuador.
Y es que la difícil situación económica suele ser la madre de todos los males. Una realidad que afecta tanto a trabajadores públicos mandados a la calle, como a los del sector privado que se aferran a sus puestos y otros que ya fueron botados del trabajo.
Hay un consenso en el sector laboral: el gobierno no logra levantar o activar la economía del país. En otro ángulo del tema, los empresarios llamados a poner dinero para crear empleo no lo hacen por falta de confianza en las medidas esconómicas dictadas por el regimen. Y no basta que algunos ministros provengan del sector empresarial y de que el propio presidente Moreno se autoproclame empresario. No, no es suficiente.
En las Cámaras de la producción se dice que se requieren reglas claras y que duren en el tiempo para que sus negocios, que buscan utilidades, se sostengan, para ver si en el tiempo luego de un esfuerzo sostenido consigan ser motores de crecimiento económico. Una petición básica que claman los empresarios al gobierno que se dice ser de ellos, es “evitar destruir el empleo que existe y crear las condiciones para crear más”. Y algo vital en toda economía: que exista consumo. Pero para que eso ocurra debemos tener una población con poder adquisitivo, y sin trabajo es imposible disponer de recursos para el consumo. Es un efecto continuo.
En el sector empresarial se maneja lo que se denomina el índice Deloitte de Confianza Empresarial. Dicho índice en el mes de marzo del 2019 muestra cifras que están muy próximas a una situación que no cambia y que requiere de otras estrategias oficiales para generar confianza.
Una encuesta realizada entre los sectores comercial, financiero, industrial y de servicios, en ocho ciudades del país, muestra cómo los altos directivos empresariales sostienen en un 72% que las condiciones que ofrece el gobierno para la inversión extranjera directa, son desfavorables. Mientras que solo un 22% las considera normales y un 7% favorables. ¿Qué indican estas cifras? Pues que el gobierno no ha logrado proyectar credibilidad en los empresarios y que el recelo persiste con un regimen que se dice ser de los empresarios pero que dista de serlo en la práctica, más allá de las palabras.
En la misma encuesta, cinco de cada diez empresarios consideran como desfavorable el entorno socio-económico del país. Un 43% lo considera normal y un 3% siente un entorno favorable. En cuanto al entorno jurídico, ocho de cada diez empresarios dicen que éste es desfavorable para el desarrollo de actividades económicas, en tanto que siete de cada diez encuestados no considera positivos los cambios en materia laboral, legal y tributaria.
En el campo comercial las ventas disminuyen mes a mes. Un 28% dice que sus ventas disminuyeron respecto del mes anterior. El 48% considera que las expectativas de las ventas acumuladas son estables y un 12% que disminuirán. Según la investigación, el sector más afectado es la Industria. Un 37% considera que las ventas de ese sector caerán. De cara al futuro, solo un 4% de los empresarios espera incrementar su nómina y un 7% manifiesta que la disminuirá.
Consultados acerca de los factores que influirán en la actividad económica, los encuestados manifiestan en un 15,7% que es la incertidumbre, luego el acceso a crédito, la estabilidad económica y la iliquidez en la economía con un 7,1%,.
La conclusión que se puede ensayar es que los empresarios requieren de “su gobierno” algo más que palabras y llamados al diálogo. El empresario reclama certezas.
En contraste, Moreno ensaya una respuesta insatisfactoria y manifiesta en EE.UU: “A veces las certezas no terminan siendo certezas, sino cárceles. Hay que aprender a manejar la incertidumbre. El futuro es incertidumbre y deben hacerlo así los empresarios y los gobernantes”. Las incertezas ahora son una mala suerte de política de Estado.