Quito, la carita de Dios, Patrimonio de la humanidad, o como se le llame, dejó de ser “una ciudad para vivir” que tanto proclamó ese y otros eslóganes idealizantes de la capital ecuatoriana, agobiada hoy por la inseguridad ciudadana, delincuencia, congestión vehicular, contaminación ambiental, comercio informal caótico en calles y transporte público, mendicidad en cada semáforo, etc. Y ahora, la ciudad con mayor desempleo del Ecuador.
Como toda capital, Quito concentra la mayor infraestructura del sector burocrático estatal del país, gestión que comparte con la actividad manufacturera e inmobiliaria, como principales fuentes laborales y de ingresos, según el Banco Central.
Quito, otrora la capital organizada, limpia, más segura, orgullosa de ser un Patrimonio Cultural de la Humanidad, hoy se debate en el drama social del desempleo. Una crónica del El Comercio, principal diario quiteño, C. Morales ex funcionario del Ministerio de Finanzas en Quito, fue separado de la institución hace un mes, pese a sus esfuerzos por conseguir empleo no logra después de haber enviado carpetas con hojas de vida a diversos sitios públicos y privados.
Este es el caso de miles de ecuatorianos residentes en Quito que engrosan la cifra del desempleo, cuya tasa entre marzo del 2018 y el mismo mes en 2019, aumentó de 7.8 a 9,7%, es decir, la falta de empleo aumentó en 21.948 nuevos desempleados en la capital.
El Instituto de Estadísticas y Censos, INEC, intenta una explicación y señala que uno de los factores que explica el desempleo capitalino es que al menos la mitad de los nuevos desempleados (11.000), “corresponde a personas que se incorporaron por primera vez al mercado laboral y no hallaron un empleo”. La otra mitad (6.000), habría perdido su trabajo en el sector privado y unas 3 mil dejaron de trabajar para el Estado.
Los sectores empresariales agrupados en las Cámaras de la Producción consideran que la economía no crece lo suficiente para absolver el desempleo. Se trata de un año 2019 que se inicia con un lento crecimiento.
El sector laboral, en cambio, señala que “se desvincularon 125 trabajadores de una ensambladora de autos de Quito. Además, la actividad económica quiteña está estrechamente ligada a la administración pública en donde también hubo importantes recortes, señala la CEOCUT, Confederación Ecuatoriana de Organización Clasistas Unitarias de Trabajadores, y no se sabe cuántas más serán removidas del Estado. Los recortes se harán “según las necesidades de cada institución”, respondió Fabián Carrillo, viceministro de Finanzas.
En el sector académico se ensayan otras respuestas. El director del Centro de Estudios de Política Laboral, consultado por la prensa capitalina, manifiesta que conforme avance la reducción del tamaño del Estado la situación se profundizará y traerá consigo mayor deterioro de las condiciones laborales e incertidumbre de la economía. En ese orden de cosas ya se ha incrementado en un punto y medio el “otro empleo no pleno”.
Los efectos sociales de la situación laboral y económica de Quito ya se hacen sentir. Al reducirse los empleos aumenta la informalidad laboral y se impacta la seguridad social, por cuanto disminuye la aportación al IESS. Los trabajadores, o los ciudadanos en general al, no contar con cobertura médica de la seguridad social buscan atenderse en el sistema de la red de salud pública y con esto aumenta la presión económica sobre el Estado. La ciudadanía quiteña reclama soluciones efectivas al gobierno central, y que se cumplan las ofertas de campaña de incrementar 250 mil empleo por año, y que la «ciudad para vivir», lo sea dignamente.