Cuando un amigo se va, acaso sea la canción más repetida en las despedidas exequiales de nuestros parientes, amigos o conocidos. Alberto Cortez, su autor, nunca pudo imaginar-o talvez sí- que un día la musitaríamos por él ante su ida definitiva: cuando un amigo se va queda un espacio vacío…que no lo puede llenar la llegada de otro amigo…
Un espacio vacío de su lucidez ahora silente, para ver la vida y develar la doble moral de una sociedad hipócrita que festeja a los traidores y sanciona a los verdaderos. Un espacio vacío ante el poderío omnímodo de los que se creen todopoderosos aunque sea transitoriamente. El espacio yermo donde ahora campean los encumbrados al poder y abusan de ese efímero y temporal terreno baldío.
Cortez es uno de esos animales puros que hizo canción verdades destellantes y momentáneamente dolorosas, porque la mentira duele para siempre. Verdades que alumbran con luz cenital las miserias de quienes pretenden dirigir nuestro destino con simulacros y felonías.
Se fue el amigo, y cuando un amigo se va quedamos más solos en el mundo. La ida de Alberto Cortez devela nuestra indefensión, nuestra debilidad ante la que siempre será mejor contar con la palabra profunda y sabia de quien vivió y reflexionó al unísono como dos instantes de un mismo momento vital. Cuando José Alberto García Gallo, se va abatido por una insuficiencia cardiaca a los 79 años de edad, se va con él un juglar que lanzó casi medio centenar de álbumes, por los que recibió cuatro discos de oro, publicó cuatro libros de poemas y participó como actor en dos películas.
Cortez colaboró en grabaciones con J. M. Serrat y Estela Rabal entre otros intérpretes, pero su relación especial fue con Facundo Cabral, amigo cantautor asesinado en 2011 en Guatemala, con quien grabó cuatro discos y protagonizó la extensa gira internacional Lo Cortez no quita lo Cabral. El artista argentino se mantuvo activo hasta el final cantando en los escenarios, incluida una gira programada por Puerto Rico y República Dominicana que fue suspendida la semana anterior, pese a su imposibilidad de ejecutar la guitarra afectado por el derrame cerebral sufrido en 1996.
Diversos artistas ecuatorianos evocan la figura de Cortez en varias presentaciones que realizó en nuestro país. El mes de julio del 2012 el cantautor argentino se presentó en el Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro acompañado por la orquesta Sinfónica de Guayaquil. Su director David Harutyunyan recuerda que Alberto se despidió con un “nos vemos” que nunca se cumplió. Daniela Guzmán, artista nacional que cantó con Cortez en septiembre del 2010 en el Teatro Centro de Arte en el concierto Íntimo, recuerda que Alberto le dijo que tenía “voz de ángel”.
Alberto Cortez deja una estela de magia entre los artistas que compartieron las tablas de un escenario con él. Ramiro Cepeda contó que conversó por última vez con Cortez en septiembre de 2018, durante un concierto en Querétaro (México). «Se te veía agotado, sin embargo pisaste el escenario y tu voz estaba ahí, intacta y potente. Esa misma voz se apaga hoy, el amigo se fue del todo, llevándose la vejez como antesala de lo inevitable».
Eso suele suceder cuando un filósofo de la vida toma la guitarra para musitar sus verdades.