Ecuador fue una vez más a las urnas en unas elecciones singulares. El pueblo asistió en un 70% al llamado del Estado para elegir a gobiernos seccionales, Alcaldes, Prefectos y el mentado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Una primera lectura es la innegable incertidumbre que reinó durante el proceso.
La derrota política del Gobierno morenista -que se jacta de no haberse involucrado directamente en la campaña, -es otra percepción delproceso, aun cuando auspició indirectamente a varios de los candidatos entre los 80 mil participantes. Su representante Juan S. Roldán, Secretario Presidencial, hizo un denodado esfuerzo por vender la idea de que “ganó la democracia con un gobierno que no se involucró en la campaña” y que solo “se dedica a gobernar, no hacer campaña”. Ideas que no convencen como análisis post electoral.
Una segunda conclusión es la evidente merma política de la derecha en el país, excepto en la región Costa, su reducto natural. Ecuador se inclinó, en general, hacia una tendencia centro izquierdista. No obstante, en una tercera lectura del proceso en estos comicios se observa que hay una ausencia de ideologías explícitas planteándose en las propuestas de campaña. Sigue presente las tendencias de la izquierda y la derecha, pero el elector votó por personas, pensando en sus intereses inmediatos.
El CNE juega en este proceso un papel vergonzante retardando la entrega de resultados, evidenciando problema técnicos burdos en la era digital, como caída de su deficiente página web, retraso en el procesamiento de la información y captura de actas escrutadas. Luego, dos o tres cadenas televisivas sirvieron para un show mediático con una presidenta del CNE que hizo un figureteo toda la jornada, con un hecho grave: los resultados de las juntas receptoras del voto pasaron directamente a la matriz central del CNE en Quito en un acto inédito e irregular a todas luces. ¿Qué se pretendía, controlar las actas escaneadas en medio de un silencio sospechoso y una lentitud paquidérmica en el flujo de información?
Como antecedente, se cambiaron las reglas de juego electoral en medio del proceso y eso es un evidente vicio. Se quiso dar una sobrevaloración al voto nulo y se eliminó a miles de extranjeros y ecuatorianos que votan en el exterior, de los padrones electorales. El CNE se esforzó en no dar a conocer los nombres de los candidatos al CPCCS y luego se hizo una patética campaña por el voto nulo en boca del propio actual miembro principal de dicho Consejo transitorio, Julio César Trujillo. Al final de la jornada reinaba un silencio sepulcral en CNE, sobre los resultado de las elecciones para los siete miembros del nuevo Consejo de Participación Ciudadana y Control Social definitivo y se oyeron voces de conspicuos voceros en el sentido de que dicho CPCCS debe desaparecer.
Otro hecho que llama la atención y caracteriza a estas elecciones es el dudoso papel jugado por las empresas encuestadoras que erraron candorosamente en varios casos como Guayas y Pinchincha. La explicación no puede ser otra que vendieron sus servicios y favorecieron a sus clientes o técnicamente cometieron errores en la obtención de la información, lo cual no es menos grave. De este modo queda en entredicho el rol jugado por estos recabadores de opinión pública que tampoco optaron por hacer Exit Pol en estas elecciones.
Fue esta una evidente campaña localista y regionalista que dio el triunfo a candidatos que esgrimieron esos argumentos, como C. Viteri en Guayaquil y Palacios en Cuenca, sin proyección nacional. Los intereses locales predominaron en la valoración del electorado que si bien identifica a los candidatos que pueden representar sus intereses, lo hacen con la duda de si realmente cumplirán sus promesas.
Otra lectura evidente es que la tendencia correista se expresa y está viva y activa en el país con matices, más y menos, en cada región. En Pichincha los electores correístas, presumiblemente, votaron por Jorge Yunda, y sí lo hicieron por Luisa Maldonado y Paola Pavón, llevándoles a obtener significativos resultados electorales.
La tendencia de la derecha bancaria de Lasso obtuvo una importante derrota política en centros claves como Guayas, Pichincha y Azuay. Esto evidencia que la derecha política ecuatoriana continua dividida y respondiendo a un liderazgo fuerte, claro y promisorio como el de Jaime Nebot, – en Guayas- cuyos argumentos de continuar “luchando por el progreso y privilegiar al Ecuador y al Guayaquil” por sobre su partido social-cristiano que no fue nombrado en los discursos de campaña le dio resultados electorales en su reducto natural de su provincia.
En definitiva Ecuador, al final del día, se evidencia como un país en el cual las ideas no son parte importante de la decisión del electorado, sino los planes y propuestas concretas, localistas y tangibles, que son creídas como un acto de fe y esperanza. Un proceso singular, como ningún otro, en tanto tiempo, cuya proyección para los escenarios políticos del 2021 es todavía una asignatura pendiente.