En la campaña electoral que está por terminar, varios candidatos a la Alcaldía de Quito manifestaron su interés en implementar la “economía naranja” y las “industrias culturales” para dinamizar la economía y la cultura de la ciudad. En unos casos, la mayoría, los candidatos mencionaron a la “economía naranja,” casi como un terminología de moda, dejando entrever su desconocimiento o, al menos, que poco han profundizado en este tema.
Sin embargo, uno de los candidatos, por CREO, Juan Carlos Holguín, quien maneja temas de innovación y emprendimientos, ha tocado con frecuencia el tema de las industrias culturales, y en su programa de gestión lo incluye como un eje importante de su programa de gobierno local, a través de incentivos fiscales y acceso a financiamientos para emprendedores culturales.
En verdad, la actividad cultural y su economía son más complejas de lo que parece y suponemos. Las industrias culturales –y la economía naranja- no son ninguna panacea. No es que, por si mismas, van a garantizar el dinamizar la economía y, sobre todo, el fomento de la actividad cultural y patrimonial.
Recordemos además que, en la anterior campaña presidencial el candidato de CREO, Guillermo Lasso, precisamente en temas de cultura realizó dos propuestas: Zonas francas para la cultura y El teatro del barrio. Nunca entregó mayores detalles de esos dos proyectos, y tampoco presentó los mecanismos para implementarlo ni los respectivos presupuestos. Eso si, ustedes lo recordarán, presentó un video animado y mencionó –en varias ocasiones- que se había reunido con varios artistas, algunos de los cuales luego aparecieron en un video.
En verdad, el proyecto de las denominadas industrias culturales, y las zonas francas no es nada nuevo. Por el contrario, ha sido implementada en varias ciudades, Buenos Aires (antes de la era Macri) y Madrid, entre otras. Vale la pena detenerse en la experiencia de Madrid, ya que es un antiguo proyecto que ejecutó el derechista Partido Popular, de España, vinculado a CREO en Ecuador.
El proyecto de las zonas francas para la cultura se implementó en el barrio de Las letras, en Madrid, cuando Ana Botella era la Alcaldesa. Y recordemos que Botella es la esposa del ex presidente José María Aznar, del Partido Popular. Aznar asesora, a través de fundación FAES, al banquero Guillermo Lasso y en más de una ocasión ha sido invitado por Lasso a dar conferencias en Guayaquil.
La propuesta de “Industrias y zonas francas de cultura” se implementó en el 2012. El periódico El Mundo, decía entonces: “se ha puesto en marcha una iniciativa global municipal en favor de los emprendedores, con el nombre de Madridbiz (‘biz’ viene de la palabra business), que incluye la extensión de la zona franca urbana, con sus correspondientes exenciones fiscales, a todas las empresas culturales que se creen en la capital, con la idea de hacer de ésta una ciudad «tax free».
Ese era el concepto: hacer “business” y hacerlo libres de impuestos. Hacer negocios y entregar subvenciones estatales a emprendimientos culturales. Es decir, la versión mas neoliberal de la denominada economía naranja.
La propuesta no funcionó. Y peor aún si en ese mismo año, el 2012, el gobierno del PP, del presidente Mariano Rajoy, elevó el IVA del 8% al 21%. Esta elevación deterioró aún mas la situación del sector de la cultura y lo que en realidad consiguió es que se acelere el cierre de una gran cantidad de emprendimientos culturales, sobre todo salas de cine y librerías.
Las salas de cine, de teatro y las librerías perdieron espectadores y lectores. Según datos del Ministerio de Cultura, de 140 millones de espectadores en 2002 pasaron a 87 millones en 2014; de 1.223 salas cines- la mayoría independientes- pasaron a tan solo 710 salas. Muchas de las salas de cine, sobre todo las emblemáticas de Madrid, como el Renoir o Cuatro caminos, se convirtieron en centros comerciales. Para ello, la alcaldesa Ana Botella no se demoró en aprobar, en el pleno municipal, la conversión de uso urbanístico de las salas.
La periodista Esther Redondo, en una nota de la cadena Ser –de derecha- afirmaba: “Era un clásico en Madrid enfilar la calle Fuencarral, entre la glorieta de Bilbao y la de Quevedo, para ver qué echaban en sus múltiples salas y decidir qué película entrabas a ver. Ya vivimos en su día el cierre de los emblemáticos cines Fuencarral y Bilbao. En breve esta calle, que era referencia obligada para los cinéfilos, sólo contará con la sala Proyecciones. «. El Roxy B, propiedad de Alta Films, la mayor distribuidora de cine de autor de éste país, también echa el cierre, ante la dramática situación económica de la empresa.”
“Si el cine es cultura, las salas de cine son parte del barrio. Vamos a perder cultura y barrio. Estas salas se van a convertir en centros comerciales. Es una desgracia para la capital», afirmaba entonces el socialista Diego Cruz. Y tenía toda la razón. Solo en La gran Via, en donde funcionaban 13 salas, ahora solo funcionan 3. Y recordemos que, actualmente, más del 50% de los actores y actrices españoles no tiene empleo.
Con las librería madrileñas sucedió lo mismo. La venta de libros en España descendió un 18 %, desde 2011 hasta el 2015, al pasar de 870 millones de euros a 707 millones la facturación anual de las 3.650 librerías que tiene censadas la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). Esta entidad, en el Mapa de Librerías de España 2014, se puede constatar que 912 librerías cerraron en 2014, aunque abrieron 226 nuevas. Las que más se cerraron fueron las grandes librerías, aquellas que superan los 1,5 millones de euros anuales en ventas, que han pasado de 40 a tan solo 29.
Esto nos deja una cifra impresionante: en el 2014, “dos librerías cerraron cada día”, como tituló el diario ABC.
El concejal del Ayuntamiento de Madrid, Jaime Lissavetzky, tildó de «fracaso» al proyecto: “Esta zona franca nació sin cabeza, ha fracasado y nosotros vamos a pedir a Ana Botella que responda de cada uno de sus anuncios que luego se convierten en fiascos».
A pesar del fracaso de las zonas francas en Madrid, en la ciudad de Santander se replicó, en el 2014, la propuesta, pero solo duró un año. Y ni siquiera se pudo entregar a los emprendedores culturales las ayudas prometidas que eran de hasta 5 mil euros. El 54% de los recursos destinados a este fin, no se entregaron, por lo que los concejales reclamaron su «retirada inmediata» al considerar que el proyecto ha «fracasado».
Esto es lo que dejó el proyecto de “Industrias culturales y Zonas francas para la cultura” en España. Por todo esto hay que profundizar en el debate de lo que implica la “economía naranja” y las industrias culturales. No todo es como nos pintan, mas aún cuando ahora tenemos una ola neoliberal recorriendo nuestro continente.
Ojalá, eso si, que varias de las importantes propuestas que se han realizado en este periodo de campaña -respecto a la cultura y los patrimonios- nos sirva no solo para que sean acogidas por el candidato ganador, sino también para profundizar y plantearnos, al fin, un debate serio y responsable con los distintos actores –públicos, privados, ciudadanos- del sector cultura de la ciudad.