La Jefa del servicio de Neurocirugía del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo de Quito, neurocirujana especialista en cerebro y columna vertebral, Dra. Laura Bottani, tiene el aspecto de una diva del cine italiano y de hecho nació en Italia, estudio en su país y se especializó en Inglaterra, en neurocirugía pediátrica.
Ejerció su profesión en Suiza e Italia y vino a Ecuador hace cinco años para hacerse cargo y dirigir un equipo de médicos de alto estándar en un hospital del más alto nivel en el sistema de salud pública del país, el Eugenio Espejo. El hospital cuenta con Asistencia en 20 especialidades médicas, 15 especialidades quirúrgicas, y una amplia oferta de servicios en régimen ambulatorio.
Laura Bottani, de hablar pausado y gesticulando con las manos como la mayoría de los italianos que enfatizan de ese modo sus palabras, siempre tiene una voz de aliento para sus pacientes y una respuesta realista y esperanzadora para los familiares que confían en sus manos la vida de sus seres queridos. Nos recibe en su ambiente de trabajo y su semblante esta mañana, en una pausa de sus responsabilidades diarias, luce sereno y afable.
¿Quién formó la unidad de Neurocirugía del hospital Eugenio Espejo?
Bueno, ya estaba el servicio de Neurocirugía con el doctor García, años antes que yo venga. Hemos cambiado un poco la mentalidad de la unidad con el profesor Renella y yo, que vinimos con un plan del Ministerio de Salud con intento de dar una nueva bocanada de aire a la especialidad en el Ecuador.
¿Qué capacidad tiene esta unidad?
La unidad oficialmente tiene 49 camas, pero recibimos pacientes sin número predefinido, dependiendo de las urgencias, y ocupamos otras camas del servicio de otros pisos del hospital Eugenio Espejo, según la demanda.
¿Cuántas cirugías realizan al mes?
En un año hacemos alrededor de mil cirugías y al mes unas cien intervenciones mensuales, más o menos.
¿Usted también opera?
Yo soy la cirujana que opera las cosas más complejas, los tumores cerebrales de patología vascular.
¿Cómo se puede medir el resultado de la gestión de esta unidad?
El resultado se mide, simplemente, con lo que son los datos que nos envía mensualmente la estadística del hospital, reconociéndonos una tasa de mortalidad de 1,7% global, y para tumor una tasa de un 0,7%. Eso significa que estamos a nivel de los estándares internacionales, y creo un poco mejor, porque estamos bajo del 2% de pacientes en mortalidad.
¿Esta unidad en este hospital cuenta con los recursos necesarios por parte del Estado, existe una politica pública estatal clara en salud?
Si, como servicio de Neurocirugía, yo puedo decir que las autoridades entienden que somos el único servicio de Quito público que tiene que satisfacer las necesidades de pacientes neuroquirúrgicos de todo el país; y entendiendo esto, las autoridades -con las limitaciones y dificultades por la cuales camina el Ecuador-, nos apoyan.
Con su mirada profesional ¿cómo ve usted el equipo en su conjunto, de neurocirugía y con oncología que tienen mucha relación?
Bueno, en nuestro servicio somos muy avanzados, porque -bueno- operamos solo con técnica microquirúrgica y tenemos un excelente grupo interdisciplinario de neuroncología, nos reunimos cada quince días con la patóloga, los oncólogos y todos los pacientes con neoplasias cerebrales y se discute en conjunto para tomar las mejores decisiones, no sólo en términos de cirugía, sino más que todo de seguimiento, y damos seguimiento cruzado a todos los pacientes oncológicos hasta la solución definitiva del problema.
¿Con cuánto personal, médico y paramédico, cuenta esta unidad?
En mi servicio de personal médico tratante somos siete, entre residentes asistenciales y postgradistas, porque tenemos la dotación de la Universidad San Francisco en postgrado de Neurocirugía, somos alrededor de veinte personas, como personal profesional, más personal de enfermería y trabajadora social, unas veinticinco personas.
Ya en el plano humano ¿qué siente usted tener la vida de las personas en sus manos?
Una responsabilidad infinita, porque no es solo la vida de una persona, sino el amor, el afecto de la familia que nos confía la persona querida esperando el mejor resultado. Entonces es el respeto y la responsabilidad de una vida que para nosotros y para la familia, es especial.
En términos médicos ¿cuál es la frontera entre la vida y la muerte?
La frontera entre la vida y la muerte…es la calidad de la vida. Significa que nosotros a veces somos confrontados a avanzar el tratamiento de un paciente o dejarlo ir por la calidad de la vida. Ecuador es un país muy católico donde todo mundo que es muy creyente piensa que Dios nos ayuda de alguna manera, pero esta es una especialidad que a veces es muy difícil. Ecuador no tiene centros de rehabilitación adaptados especialmente para la gente más pobre con menos recursos, para poder garantizarles la calidad de vida aun a personas que tengan secuelas neurológicas y darles una vida socialmente activa, normal. Entonces a veces somos frustrados, preferimos no forzar demasiado las indicaciones -siguiendo protocolos internacionales- porque sabemos que no vamos a salvar una vida, sino a complicar una vida y la de sus familiares.
He escuchado decir a sus pacientes, doctora, una frase: “Primero Dios, luego sus manos… ¿cómo entiende eso?
Bueno la cuestión es, como repito, Ecuador es un país muy católico. Nos confrontamos frecuentemente con gente muy sencilla, muy humilde que no entiende -y eso es lo bueno- la peligrosidad del hecho de operar el cerebro. De un lado, es un poco una ventaja, porque la gente va mucho más relajada a la cirugía y los familiares en la simplicidad de decir “antes Dios, luego sus manos”, confían -por supuesto- en alguien supremo que seguramente sabrá por qué hace las cosas por medio de otras manos que son las mías. Entonces, esto es un poco la explicación de por qué la gente llega en camilla y sale caminando, significa que algo de bueno estamos haciendo…
¿Qué siente usted cuando se le muere un paciente?
Una fuerte sensación de impotencia. Pero, le digo, muy raramente mueren pacientes en este servicio, entonces no nos confrontamos diariamente con la muerte tocada en el diario. Un buen médico, un buen cirujano, no es solo es el que sabe operar, es también el que lo acompaña. Significa que reconoce límites frente a la evolución de la patología de la enfermedad y que sabe estar al lado del paciente y de sus familiares en lo que son momentos difíciles, especialmente en enfermedades tumorales o en una problemática neuroquirúrgica.
¿Qué siente usted, Laura, cuando se salva un paciente que estaba prácticamente en etapa final?
Una felicidad enorme, que no tiene límite. Una de las cosas más bellas que te puede pasar.
¿Cómo ve los escenarios futuros de su profesión?
Yo vivo para mi actividad profesional. Espero que en este país con esta pasión, con esta dedicación, con este amor incondicional por una profesión, se pueda cambiar los medios profesionales. Porque la neurocirugía para el neurocirujano es la vida, y espero que los chicos jóvenes que estamos formando cambien el chip de pensar que, verdaderamente, algo que te apasiona tanto, va en el sentido de dedicarle la vida para ayudar a las otras vidas. Entonces mi finalidad en Ecuador es esperar que los jóvenes, la nueva generación, no solo aprenda las mega técnicas microquirúrgicas, las nuevas tendencias, que sean viajadores del mundo, que el Ecuador no sea siempre solo el primo de los Estados Unidos, que sea el mismo el protagonista de su medicina, de su gente entrenada, según criterios internacionales y que siga dando siempre más para su gente.
Laura Bottani es requerida en el quirófano. La entrevista concluye con su sonrisa cordial.
Una vez más, cotidianamente, sus manos se ponen en acción, amparadas por la fuerza superior que le otorga su profesionalismo y la fe con la que hace sencillas las cosas más grandes… como preservar la vida de quienes amamos.