Al inicio de cada año son comunes los resúmenes, las listas top e incluso las promesas. En la gestión pública son necesarias las evaluaciones y la planificación. Evaluar, con honestidad y sentido crítico; y planificar, con metas de ejecución y objetivos específicos. Por ello, al inicio del nuevo año bien vale la pena realizar una reflexión de lo que fueron ciertos hechos importantes, por sus montos de inversión, de la actividad cultural. Una reflexión que vaya más allá de las simples reseñas y menciones de fin de año.
Uno de esos hechos es la Feria Internacional del libro y la lectura de Quito, FILL 2018; y el otro es el Festival de artes vivas de Loja; evento anual elevado ahora, por obra y gracia de los asambleístas, a la categoría de Ley de la República.
Comencemos con la primera, la FILL de Quito, en su «onceava» edición, como mal decía el Ministerio de cultura y patrimonio. Caben muchos apuntes y reflexiones, sobre todo porque una y otra vez, año tras año, se repiten los mismos errores, los mismos vacíos y las mismas ineficiencias. La Feria del libro debe no solo estar articulada al Plan nacional del libro y la lectura, sino y, sobre todo, responder a las políticas públicas para el fomento del libro y la lectura que debe generar el Ministerio de cultura y patrimonio, como el ente rector del Sistema nacional de cultura, y tal como –con razón- establece y manda la Ley orgánica de Cultura.
1.-El modelo de gestión para la organización de la feria es ya caduco. Entregar recursos a la Cámara del libro, para que ésta aparezca como la organizadora; y contrate una productora y proveedores, mientras los contenidos los establece el Ministerio de Cultura, a todas luces no funciona. La Cámara recibe dinero público y cobra a sus socios por los stands. Absurdo. Muchas pequeñas librerías por ello no pueden asistir. El Ministerio debe subvencionar al lector y no a la Cámara del libro. Urge un nuevo modelo de gestión. Es más, el Ministerio ya no debería dedicarse a organizar la FIL de Quito -tal como establece la Ley orgánica de cultura en su artículo 120, y en el reglamento en su articulo 96- sino a generar política pública para el fomento del libro y la lectura.
2.- La décima primera edición, fue la Feria quizá con el cartel de escritores internacionales invitados más flojo de los últimos años. Murakami no vino a la Feria (a pesar de que así lo anunció el propio gerente y se difundió en avisos publicitarios) sino a un «preámbulo», como lo explicó, posteriormente, el Ministro Pérez Torres. En realidad no había escritores (con perdón de los que vinieron) de gran reconocimiento y que constituyan un atractivo, quizá con excepción del poeta venezolano Armando Rojas y el inglés Geoff Dyer, pero desconocidos para el gran público. Y a Rojas ni se lo vio, ya que debía además presentar su libro en Cuenca.
3.- Lo mismo sucedió con la programación general, en la que se destacaba mas bien las ausencias de escritores ecuatorianos de trayectoria. Cuánto se extraña ir a la Feria y encontrarse con los grandes escritores nacionales; ahora brillan pero por su ausencia. Como siempre, con algunas excepciones. Quizá por ello, las editoriales con novedades nacionales (como ha sucedido en años anteriores) prefieren presentar sus libros fuera de la Feria, tal el caso de Pájaro Febres Cordero o Alfonso Reece, por solo citar dos ejemplos. Una programación confeccionada (¿rellenada?) con los «amigos» cercanos a los organizadores, que ha sido la huella de la actual gestión.
4.- El Ministerio de Cultura ha organizado ya 11 ediciones y por tanto se supone que debe saber de memoria cómo organizar una Feria del libro y tener todos los contactos con otras ferias, editoriales, escritores, etc. Pero en verdad no posee ningún “know how” (saber hacer). El Plan nacional del libro y la lectura va a cumplir ya dos años, y por sus escritorios han pasado numerosos funcionarios y empleados. Sin embargo, con todo ese equipo no ha podido organizar y ha debido contratar a un consultor internacional para que venga a dirigir y a estructurar la programación. Obviamente ganando lo de tres asesores; con pleno derecho, por supuesto.
5.- El informar tres días antes del inicio de la Feria que México no será el país “invitado de honor” es solo la evidencia de la pésima gestión en la organización. Patético. Ecuador ya protagonizó otro bochorno, hace dos años, cuando era “invitado de honor” en la más importante Feria del continente, la de Guadalajara, y dos semanas antes declinó, causando un serio daño a la Feria y a la imagen del país. El Ministerio no aprendió la lección.
6.- Poner en la mitad de los stands a la provincia de Esmeraldas como “invitada de honor nacional” con sus sabrosos productos, su baile, su música y casi cero libros, tampoco fue una buena idea, sino más bien la evidencia de la demagogia y el clientelismo. Con megáfono en mano anunciaban los productos, lo cual generaba malestar en sus vecinos expositores; resultó un espacio que era una mezcla de mercado con feria artesanal; y feria de comida con tarima de eventos.
Esmeraldas merece otros espacios y un mejor trato. El propio Papá Roncón dijo decepcionado y desalentado: “vine por puro gusto”.
7.- Todavía me pregunto para qué ese “mastodonte” (al decir, de una visitante) de stand del Municipio de Quito. Apenas unos cuantos libros y casi siempre vacío; al final, los editores independiente se lo tomaron y realizaron en ese lugar sus eventos, pues el espacio asignado (stand móvil) era lejano.
Lo mismo con el gran stand del Ministerio de Cultura; tanto espacio y tan pocos libros. Y casi todos del Plan de lectura del 2017 y, quien creyera, libros del antiguo Ministerio Coordinador de Patrimonio (desaparecido hace seis años) con prólogos del gobierno anterior. A un alto funcionario se le había ocurrido incluso la genial idea de sugerir “arrancar” esas páginas.
Y no solo eso, las encargadas del stand te chantajeaban de frente: “le doy un libro, pero si va al evento en una de las salas”. No gracias.
En el Centro de convenciones, había espacio suficiente pero no había concepto y menos contenidos.
8.-El nuevo lugar, a todas luces, es el más adecuado para la Feria; el nuevo Centro Metropolitano de convenciones (a pesar de que aún no está terminado) presta mejores condiciones y así lo sintieron el público y los libreros. A propósito, el público está ávido de eventos de esta naturaleza y siempre responde con entusiasmo, por eso hay que cultivarlo. Eso sí, causó asombro escuchar a uno de los organizadores (el director de ferias) afirmar que asistieron 80 mil personas por día. Plop!!! Recuerdo que así eran los informes de la Cámara del Libro, todas las cifras infladas para justificar los dineros recibidos.
9.- Es penoso que el Estado ecuatoriano (a través del Ministerio de Cultura y Patrimonio) no haya realizado -durante todo el año 2018- un solo acto y no haya publicado un solo libro conmemorativo del centenario de uno de nuestros más grandes escritores, César Dávila Andrade. La Feria del libro podía haber sido un gran escenario para esto, pero nada; apenas si bautizaron a una pequeña sala con su nombre.
10.- El «preámbulo» de la FILL -la entrevista a Murakami- también resultó al final bochornoso por el empeño del Ministro en ser el protagonista. No hace falta decir más, ya en redes sociales se dijo casi todo. Aunque, por transparencia, sería bueno conocer el costo de la visita del escritor japonés.
11.-Se supone que el Ministerio a través del Plan del libro y la lectura debía presentar en la Feria del Libro los 25 libros que constaba en su POA del 2018. Sin embargo, nada; ni uno. Y eso que el mismísimo Director de ferias había dicho el año anterior: “ahora si tenemos todo un año para organizar la mejor FILL”. Es lamentable que no se haya publicado, durante todo el año, ni un solo libro. Pero es aún mas penoso que ni siquiera se haya conformado un mínimo comité externo para determinar los libros a publicarse.
12.- A la Feria del libro de Montevideo –en donde Ecuador fue “país invitado de honor” -aunque parezca broma- no llevaron los libros de las editoriales independientes, solo llevaron los libros del Plan del libro del 2017. Y eso que manejaron un presupuesto superior a los 300 mil dólares y tenían todo el tiempo, mas de un año, para hacerlo. La exclusión ha sido el signo en las ferias internacionales.
13.- A propósito de las Ferias del libro internacionales, nunca el Ecuador ha quedado tan mal y se han hecho tan mal las cosas como ahora. Además de lo sucedido en Uruguay (con la famosa conferencia “magistral” del Ministro, y los amigos y funcionarios viajeros) para el 2018 se planificó no ir a la Feria del libro de Cali para ir a la Feria de Pitalito (sic), lugar natal del director de ferias. Pero a la final ni eso; ni a la una, ni a la otra. En buena hora, si fue a la Feria de Cali, por cuenta propia, la Asociación de editoriales universitarias.
14.- La presencia de Ecuador en la Feria de La Habana fue aún peor, ni siquiera los libros del Plan de lectura llegaron a tiempo, y la Embajadora de Ecuador en Cuba debió llevar los libros de la embajada y solicitar al Centro cultural del ALBA que preste unos libros de autores ecuatorianos para llenar el stand y no pasar una vergüenza. Pésima gestión de los responsables, a tal punto que varios actos programados, con escritores invitados, debieron suspenderse por falta de público.
15.- Así mismo, es verdaderamente penoso lo sucedido en la mayor feria del libro del Continente, la de Guadalajara, tal como lo contó la colega Nadesha Montalvo: “Montaron tres paneles decorativos sin ninguna coherencia gráfica y sin ningún sentido. En un momento de la Feria,
siete libros de Edgar Allan García, Gerente del Plan de lectura, ocupaban uno de los cinco servicios de uno de los cuatro estantes. Dónde está nuestra biblio-diversidad? Dónde las obras de las editoriales independientes? Si quienes trabajamos en el mundo editorial no reclamamos los lugares que nos pertenecen por derecho, el escenario se volverá a repetir. Cambiará el protagonista, pero no cambiará el esquema: un gremio sin fuerza, ni alcance nacional y un puñado de funcionarios públicos convencidos de que el país está a su servicio, en lugar de que sea exactamente al revés.”
16.- Resultó muy positivo la convocatoria realizada por la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito al Encuentro de bibliotecarios; magnífico espacio para al fin reunirse, compartir experiencias, y plantear iniciativas, que seguro ayudarán a la construcción, al fin, de la Red nacional de bibliotecas públicas, que es otro mandato incumplido de la Ley orgánica de cultura. Ojalá las propuestas sean acogidas por los altísimos funcionarios del Plan Nacional del libro y la lectura.
17.- Es una muy buena iniciativa crear un espacio para “ruedas de negocio”, así se estila desde hace más de dos décadas en las más importantes ferias del libro del mundo. Y también invitar a importantes y reconocidos editores, de tal manera que al menos se puedan realizar intercambios de información. Sin embargo, se volvió a excluir a editores ecuatorianos, muchos de los cuales ni se enteraron de la presencia de Quito, por ejemplo, de Julio Wiedemann, de la reconocida casa editorial Taschen. Un verdadero desperdicio; “nunca nos enteramos” me comentaron varios editores de libros de arte ecuatorianos.
18.- Lamentablemente, a pesar de tener todo a favor, no existe ninguna planificación para que, con el tiempo suficiente, las librerías puedan importar los libros de los escritores internacionales invitados. Un mal de varios años que, en lugar de solucionarlo, se ahonda con cada nueva feria. Por ello, un gerente de una de las librerías me dijo: “ya conocemos al Ministerio y no contamos con ellos, si tenemos libros en stock bien y si no se habrá perdido la oportunidad.”
19.- Los escritores internacionales abandonados, deambulando sin agenda específica para cada día, sin promoción para sus actos, tal como lo dijo Verónica Mosquera, vinculada al libro y a las ferias desde hace varios años: “invitar autores internacionales por invitar. Improvisar sus actos. Encontrar interlocutores un día antes, o dos. No tener lista una agenda para cada autor. “No hay sus libros, pero no importa porque aquí están ellos, qué mas se puede pedir”. Difundir folletos con agendas de actividades equivocadas. Cancelar eventos a ultimísima hora. Autores invitados desperdiciados = desperdicio de recursos.”
20.-Previamente a la FILL Quito, se realizaron varias Ferias regionales, como parte de una “innovadora” propuesta del Plan nacional del libro y la lectura. Se realizaron ferias en Ibarra, Manta y Cuenca. En Manta, por ejemplo, la realizaron una semana después del Encuentro literario Papagayo K y su feria del libro, que cada año (contra viento y marea) organizan las editoriales independientes en conjunto con las universidades manabitas. Lo lógico es que el Plan del libro contribuya a consolidar esos procesos locales, pero no y, por el contrario, lo que el Plan hace es competir, en forma desleal, con todos los actores culturales locales montando otra feria del libro. El Plan gastó 128 mil dólares en dicha feria y cero resultados positivos (los estudiantes acuden obligados), tanto que la Asociación de editores independientes, en los cuatro días de feria, apenas vendió seis (6) ejemplares. Plop!
21.-Hay que destacar, el trabajo y la entrega de muchos empleados del propio Ministerio que laboraron para que la Feria responda a las expectativas de la gente, tratando de superar todos los inconvenientes. Y los apasionados libreros, de las grandes y las medianas librerías, que trabajaron “full time” atendiendo al público con entusiasmo para contribuir al fomento de la lectura. Y la alegría siempre presente en el stand de la Asociación de editores independientes, en donde incluso bailaron.
22.- Insisto, como ya he manifestado en varias ocasiones, es necesario encontrar un nuevo modelo de gestión para la organización de la FILL, acorde con los nuevos tiempos. Es necesario también que la Cámara del libro se renueve, se actualice y dé paso a nuevos socios y actores, con ideas frescas y creativas. No merecemos –los socios y los lectores- una Cámara que pasa de agache todo el año y que para la Feria apenas publica una revista, insulsa y mediocre.
Son apenas unos cuantos apuntes que pretenden contribuir a la reflexión y a un debate, sano y propositivo. Proseguiremos y profundizaremos en estos temas y sobre todo en las acciones que, en más de un año y medio, ha realizado el Plan Nacional del libro y la lectura y en la ausencia de políticas públicas para el fomento del libro y la lectura.
Además, la Ley orgánica de cultura cumple ya dos años, y es necesario revisarla y evaluar su cumplimiento, y lo haremos en un siguiente artículo.