La política exterior de un país muestra su forma de ser, su rostro ante el mundo que expresa el sentir del alma social de su pueblo. La postura oficial de una nación debe ser coherente con el pensar y el sentir ciudadano; digna en todos sus ribetes y, por cierto, creíble que no deje asomo de dudas.
La reciente actuación de Ecuador en la OEA no es coherente con el sentir de su pueblo solidario y progresista, que en diversas ocasiones ha manifestado su preocupación y anhelo de que Venezuela supere la crisis que actualmente vive. No es coherente, porque votar por desconocer el segundo mandato del gobierno de Nicolás Maduro, más allá de que si se tiene o no simpatías por su línea ideológica, significa desconocer un acto democrático del pueblo venezolano que elige a su mandatario conforme sus disposiciones internas.
Ecuador enfatiza su postura de rechazo al gobierno de Maduro y decide no enviar una delegación oficial como país invitado a la nueva asunción del presidente Nicolás Maduro, en un gesto diplomático carente de toda cortesía. Simultáneamente, declara que “es Venezuela quién debe arreglar sus asuntos internos”, pero su decisión alineada a la propuesta de la OEA, sí constituye una injerencia en dichos asuntos. La Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó una resolución en la que no reconoce la legitimidad del segundo mandato de Maduro y en la que llamó a las autoridades de ese país a celebrar nuevos comicios. La resolución logró 19 votos a favor, entre ellos el del representante de Ecuador, seis en contra y ocho abstenciones. En ese sentido, el canciller José Valencia explicó que el documento aprobado por la OEA “tiene como objetivo central abogar por una solución democrática del propio pueblo de Venezuela”.
Paralelamente, Ecuador manifiesta a través de su canciller que “mantiene sin cambio las relaciones diplomáticas con Venezuela. ¿Reducidas a qué? Es de colegir que las relaciones diplomáticas son fruto y reflejo de la amistad entre ambos pueblos, no obstante, el gesto no amistoso de Ecuador desdice toda posibilidad de confraternidad actual entre ambos países.
Crisis venezolana
Maduro inició un segundo período presidencial de seis años desconocido por la oposición, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE), Estados Unidos (EE.UU.) y el Grupo de Lima -de 14 países- que cuestionan su reelección en los comicios del 20 de mayo de 2018. Promete que ahora sí habrá prosperidad, pese a que durante su primer período, el tamaño de la economía se redujo a la mitad y el país sufre una espiral hiperinflacionaria que el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima llegue a 10’000.000% en 2019. Su rechazo llega al 80%, según la firma Delphos. Sus adversarios afirman que sobrevive en el poder gracias a su autoritarismo. Después de su reelección en mayo pasado, que ganó con el 67% del sufragio -seis millones de votos- y una abstención del 54% de 20,5 millones de electores.
Vía de solución
México ofreció una vía de solución a la grave situación venezolana, luego de abstenerse en la votación de la OEA. La salida mexicana implica apoyo diplomático para encontrar una solución viable a la crisis del país llanero que “deberá crear un entorno favorable al establecimiento de un diálogo genuino”. México actúa “con el propósito de crear condiciones para que el pueblo de Venezuela de manera soberana encuentre una solución a sus problemas” y buscar en la región el “potencial para continuar buscando vías efectivas de comunicación con los actores venezolanos”. México, “con pleno respeto de la soberanía de Venezuela, sugirió a todas las partes para que lleven adelante un diálogo genuino y con garantías, que permita al pueblo venezolano restaurar el orden democrático y retomar el camino del desarrollo y Estado de derecho”.
Ecuador, con su postura de rechazo, se restó la posibilidad de actuar en la solución propuesta por México. Estados Unidos, por su parte, se niega a reconocer la legitimidad del gobierno de Maduro y promete aumentar la presión sobre el mandatario venezolano, según el consejero John Bolton.
La posición ecuatoriana restó al país la posibilidad de sumarse a una iniciativa de paz en Venezuela. Nuestro país entró en la peligrosa coincidencia con la política internacional del gobierno norteamericano que no descarta una intervención militar en Venezuela.
Ecuador debe volver, más temprano que tarde, a la coherencia de su política internacional con una postura digna del sentimiento solidario de su pueblo y recuperar así la credibilidad perdida ante el mundo.
Ser o no ser, esa es la cuestión.