Por instancias de Alfonso Gumucio, cineasta y escritor boliviano, colaborador de LAPALABRABIERTA, recibimos una carta que el cineasta nicaraguense, Ramiro Lacayo Deshón, envía al Consejo Superior de la Fundación Nuevo Cine Latinoamericano. En la misiva el realizador centroamericano describe la situación que afrontan artistas y gente de la cultura en la Nicaragua de hoy, gobernados por miembros tardíos del rezago de una revolución que ya no existe. La carta dice asi.
Estimados miembros del Consejo Superior:
Habrán leído el Documento que envié con motivo del Seminario de los 40 años del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Hoy debo informarles que en estos últimos días la situación en Nicaragua se ha vuelto más dura. Después de la represión sangrienta contra la población durante los meses de Abril, Mayo y Junio que dejó a más de 500 muertos, millares de heridos y desaparecidos, miles de exiliados y refugiados, han avanzado por etapas anulando las libertades civiles e implantando un estado de excepción de facto y sin ninguna legalidad.
Primero se emitieron leyes que, violando la constitución, criminalizan la protesta de cualquier tipo contra el gobierno. Esto incluye desde brindar agua a un manifestante (literalmente), hasta haber participado en marchas o “tranques” de protesta. Se han arrancado cruces y memoriales a los caídos, se prohibieron marchas, mítines o reuniones, incluso se ha prohibido el uso de la bandera nacional, convertida en símbolo resistencia, o el uso de los colores de esta en cualquier prenda de vestir. Esto quiero decir que podemos ser acusados de terroristas si desplegamos una bandera frente a la casa o esas banderitas que se usan en los automóviles. Todo esto sucede con la complicidad del sistema jurídico, policial y legislativo. Todos estamos sujetos a secuestros y/o detenciones arbitrarias, a ser interrogados y cateados por la policía, nuestros carros revisados incluyendo teléfonos celulares maletines y el que racista llevado a prisión con o sin juicios sumarios.
Hay personas que, por haber participado en las marchas, tranques o protestas han sido condenados a más de setenta años –aunque la pena máxima en Nicaragua es de treinta años-. Entre estos reos hay jóvenes universitarios y muchachas menores de edad; líderes campesinos a los cuales, además, les confiscan las tierras; ancian@s, locos de esos personajes llenos del folclor de nuestros pueblos; periodistas, comentaristas, activistas de derechos humanos, etc. acusados de homicidio, terrorismo, crimen organizado y lavado de dinero. Han cerrado más de siete ONG dedicadas a estudios y análisis estadísticos y defensa de derechos humanos.
Han intervenido con violencia y confiscados medios de comunicación como es el caso de los noticieros de Carlos Fernando Chamorro y 100% noticias, apresando a su director y a la jefa de información que hoy exhiben con uniformes de reos y encadenados. Los sospechosos de ser opositores somos objetos de amenazas anónimas por los medios sociales y señales intimidantes. Esto es una colérica respuesta a las sanciones impuestas por EEUU y al informe de OEA y ONU donde se recomienda que investiguen crímenes de lesa humanidad perpetrados por el gobierno contra la población civil.
Además de la frustración y miedo hay un gran sentimiento de impotencia e indefensión. El pueblo de Nicaragua ha sido un pueblo valiente, pero se le han cortado las posibilidades de expresar su protesta. De cualquier forma, e incluso solidarizarse con los manifestantes. Han cerrado gasolineras por el simple hecho que, durante las marchas, muchas personas se refugiaban allí de la violencia de los policías y para policiales.
Esto no termina de describir la situación de horror que estamos viviendo ni los abusos que, en nombre de una revolución, tiempo atrás traicionada, hacen la pareja presidencial y sus familiares. Vivimos tiempos de horror y barbarie, más allá de la dictadura somocista contra la cual luchamos y esta situación solo me recuerda los tiempos de Pinochet y Videla. El fascismo en cualquiera de sus expresiones. Les describo está situación para que estén atentos y se puedan solidarizar con nosotros. Cada vez van callando más voces y pronto habrá una sola versión, la del gobierno. La situación de América Latina es distinta y cada país tiene su situación particular. Es real el avance de la derecha desarticulando movimientos de una izquierda democrática, pero no podemos permitir que dictaduras disfracen su fascismo en extintas revoluciones y que se justifiquen las matanzas y privación de toda libertad con complots fantasmas y paranoia.
En el caso nuestro, toda la burocracia relacionada con la cultura y el cine es gubernamental y oficialista, incluyendo la cinemateca que es dirigida también por los Ortega Murillo, la nuera. Mi representación como miembro de la Fundación antes los diversos comités ya no existe, incluso hay tentativas para que uno de los familiares ingrese como miembro pleno a la FNCL.
Recién pasaron las navidades con las cárceles llenas de presos políticos, se acerca el año nuevo. Aunque el panorama no es alentador les deseo a todos feliz año nuevo.
Después de todo la felicidad es una forma de resistencia.
Ramiro Lacayo Deshón
Miembro del Consejo Superior