Corren malos tiempos para prospecciones basadas en datos fácticos o hipótesis cargadas de optimismo. Asistimos al apremio de la incertidumbre de cara al nuevo año. Nunca antes la duda, o peor, la certeza de malos días porvenir, fue tan manifiesta. La irracionalidad a manera de ideario, el esoterismo convertido en epistemología, la caridad hecha dadiva electorera y la simulación como forma de protocolo oficial, se han instaurado en la cultura política del país. Habitamos un extraña nación gobernada por insólitos actores políticos que desdicen de las razones por las cuales aspiraron al poder. Una sensación de inseguridad social embarga al transeúnte de la calle, en una ciudad ajena, en el país de nadie. En estos nuevos tiempos en que los medios de comunicación reproducen la realidad como simulacro político y social, ¿qué actitud cabe frente al futuro?
Un decálogo de conducta «para militantes de izquierda» sugerido por Frei Betto, reafirma la fe “en el proyecto de un mundo mejor, de solidaridad con los oprimidos, y de lucha por la imposición de la justicia social”. Su optimismo ideológico cobra vigencia a condición de “mantener viva la indignación”, para que la desigualdad social deje de sernos “tan natural como la diferencia entre el día y la noche”, y sea considerada “una aberración que debe ser erradicada”.
Un llamado al realismo político y la solidaridad con los humildes propone Betto, para los tiempos porvenir, y permanecer “donde el pueblo vive, sufre, se alegra y celebra sus creencias y sus victorias”. El teórico brasilero señala que “el fracaso del socialismo en Europa del Este no debe inducir a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana”. El capitalismo, vigente hace 200 años, ha sido un fracaso para la mayoría de la población del mundo, recuerda Betto. Hoy día somos 6 mil millones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2 mil 800 millones sobreviven con menos de 2 dólares al día; y 1 mil 200 millones con menos de 1 dólar diario.
Ser crítico sin perder la autocrítica, pide Betto a los militantes de izquierda que, “desplazados del poder, se vuelven amargos y acusan a sus compañeros(as) de errores y vacilaciones”. Y a renglón seguido alerta a quienes “se convierten en meros espectadores y jueces y, al poco tiempo, son cooptados por el sistema”. Un paradigma de militancia consecuente -sugiere Betto- implica un estilo de “militante que profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, piensa, medita, se califica en una determinada forma y área de actuación o actividad, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios”. La izquierda actúa por principios -dice Betto- la derecha, por intereses. Un militante de izquierda puede perder todo -la libertad, el empleo, la vida- menos la moral.
Betto fustiga a quienes “en nombre de una causa colectiva, buscan primero su interés personal. El verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros vivan”, recuerda el teólogo. Para estar acorde con esa ética es necesario «volver a las fuentes» y alimentarse de las mejores tradiciones de lucha popular, propone Betto. Abrazar la causa de los desprotegidos y “convivir con los pobres no es fácil. Primero, existe la tendencia a idealizarlos”, alerta el teórico brasilero. Puesto que después se descubre que entre ellos existen los mismos vicios que hay en otras clases sociales: “No son mejores ni peores que los demás seres humanos”. No obstante, Betto llama a defender “al oprimido aunque aparentemente no tenga la razón”. Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que no siempre aparecen en la vida de los que tuvieron una educación refinada, concluye Betto.
En el colofón de su “decálogo”, Frei Betto boga por “un cambio en el rumbo de nuestra vida” y cuestiona: “Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados o bien en la agradable posición de quienes se erigen en jueces de los que luchan”.
¿Será posible que en este cambio de año, en el seno del pueblo, resurja ese hombre nuevo?
Esperamos, con optimismo, que así sea.