Alguna vez Neruda dijo ser un viajero inmóvil. La célebre condición del eterno navegante de Isla Negra que emprendía el viaje sin salir de su morada, me trajo a la memoria la afirmación de Jon Lee Anderson viajero y cronista que sostiene que la crónica viajera no implica un viaje, sino una exploración.
Anderson forma parte del jurado que escogerá, en vísperas del próximo Hay Festival Cartagena, organizado por la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, FNPI, al quinto ganador de la Beca Michel Jacobs de Crónica Viajera 2019, que premiará al mejor proyecto de libro o artículo sobre el tema. Este cronista ha narrado en numerosos medios las guerras, la política, la sociedad y los personajes de países en ambos hemisferios del mundo. Fruto de su experiencia sostiene que “retratar la humanidad del otro es la llave mágica de toda crónica viajera”. Y para poner en práctica su afirmación seleccionará al ganador de la beca, junto al periodista colombiano Daniel Samper Pizano y la periodista ecuatoriana Sabrina Duque, con quienes comparte la mesa del jurado.
Anderson pone al descubierto el sentido último de la crónica periodística que radica en el poder de la observación, en la capacidad de escribir que es describir lo que se ve. El trabajo realizado por Anderson está inspirado en la idea de que “el viaje puede ser casi mental”, puesto que “no significa que uno tiene que viajar a Mongolia y estar con los pastores de camellos para ser alguien que escribe sobre viajes. Es en realidad la crónica pura, la noción de explorar lo que define el viaje”. Lo singular de esa sugestiva apreciación es que lo más relevante es el “retrato” humano que se haga de los personajes y no el viaje en sí, necesariamente, como trasladado de un lugar a otro.
Toda crónica supone una indagación del mundo realizada con ese espíritu de aventura y de curiosidad intelectual que implica ser periodista. Y esa observación puede comenzar por el entorno inmediato. “Hay gente que se ha quedado en su pueblo -dice Anderson-, y simplemente relata lo que ocurre a su alrededor: su barrio, sus vecinos. Uno puede ser viajero en su propio mundo y hay novelistas que hacen eso de una manera magnífica, desde John Updike, en Estados Unidos, hasta Leonardo Padura, en Cuba, y muchísimos más”.
Para contar algo no basta solo con verlo, sugiere el cronista, porque hay mucho de nuestro propio mundo y del vecino que es necesario que volvamos a incursionar en él físicamente para narrarlo. En ese sentido los artefactos tecnológicos hacen que todo sea instantáneo y que aparentemente viajemos por el mundo en tiempo real , sin estar físicamente ahí. “Hoy en día, más que nunca, falta recapacitar sobre nuestra comprensión del mundo real, no el virtual, y volver a descubrirlo”, sugiere Anderson.
Y apelando a la literatura nuestro personaje propone que “durante siglos la literatura y la poesía de la humanidad ha sido nutrida por hombres y mujeres dotados de todos sus sentidos, no de uno solo”. No basta un solo sentido, sino los cinco. Si nos quedamos con uno solo eso es retransmisión de información, concluye Anderson, y “estamos a riesgo de que, si nos quedamos así, perdamos la esencia de la literatura misma”.
La literatura se nutre de nuestra interacción con todo lo que nos ofrece el mundo: tacto, oído, olfato y las sensaciones que eso crea en nosotros en su suma, no parcialmente. Eso es esencial. Tenemos que volver a vivir y experimentar la vida real, el mundo real, propone Anderson.
En esa tentativa, es importante demostrar una especie de “liberación de prejuicios culturales” y para ello es necesario emprender la búsqueda de algo nuevo, con el reto de enfrentar prejuicios, barreras sociales, raciales o económicas impuesta por la sociedad.
Anderson se declara ferviente partidario de “ver crónicas de viaje que demuestren esa inquietud, el deseo de descubrir, conocer y retratar la humanidad del otro”, que en el fondo es el ingrediente, la llave mágica a toda gran literatura o crónica; cuando sentimos que hemos estado con alguien que realmente nos ha llevado más allá de nuestra órbita habitual para ver algo nuevo descubierto con ese sentido de exploración.