Por Eduardo Contreras
A dos años de su partida física, reafirmamos una vez más que Fidel, como Martí, como el Che, como Ho Chi Min, como Bolívar, O’Higgins, Allende, Neruda y otros, es de los que en verdad nunca mueren.
Este domingo 25 de noviembre se cumplieron 2 años desde el fallecimiento del Comandante de la Revolución y Presidente de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz. Fue entonces que Ignacio Ramonet, destacado intelectual nacido en España, radicado en Francia, dijo con razón : “Fidel ha muerto, pero es inmortal. Pocos hombres conocieron la gloria de entrar vivos en la leyenda y en la historia. Fidel es uno de ellos.”
Compartimos absolutamente ese juicio. Como los padres de la independencia de Nuestra América y como todos aquellos seres humanos especiales y únicos que en todos los lugares de la Tierra han contribuido de modo determinante al esfuerzo colectivo por cambiar la Historia, jamás podrá olvidarse. Su presencia viva, su ejemplo, su acción, su pensamiento, no sólo se sienten con fuerza cuando uno está frente a la inmensa roca que lo abriga allá en Santiago de Cuba, sino en el día a día no sólo de la Cuba revolucionaria sino en toda América, pero también en África, en Vietnam, en China, Rusia, en los países europeos, en fin, en el mundo entero.
Este hombre múltiple y talentoso, este valiente del Cuartel Moncada, de Playa Girón, el que pronosticó que la historia lo absolvería, es el mismo que causaba la admiración de intelectuales con los que alternó, como Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Nicolás Guillén, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Arthur Miller, Jorge Amado, Rafael Alberti, Guayasamin, Cartier-Bresson, José Saramago, Eduardo Galeano, Noam Chomsky, y tantos, tantos más. Este combatiente armado por la liberación de su patria, que fue a la vez un lúcido conductor político, un pensador profundo, creador, innovador, solidario, legítimo heredero de José Martí, entra en la historia en el lugar de los más grandes.
Fidel supo coordinar para aplicarlo a la realidad de su tiempo y de su país el pensamiento de Carlos Marx y de Vladimir Ilich Lenin, con el pensamiento y acción de José Martí, pero además teniendo en cuenta y observando que sucedía en el llamado socialismo real de los años del proceso cubano.
La Revolución Cubana y el Partido Comunista Cubano tienen en rigor una evidente identidad propia, específica, que combina elementos del Socialismo Científico y de las experiencias internacionales, con su propio legado histórico y su realidad concreta.
No es por nada que por ejemplo hoy millones de cubanos han concluido hace muy poco cientos de miles de encuentros de debates, en cuyo marco propusieron muchos miles de propuestas y observaciones al proyecto de Nueva Constitución Política en su país.
Ni es por nada que siguen vivos y activos los Comités de Defensa de la Revolución, los CDR. Así como todas las agrupaciones sociales de la ciudad y del campo.
Ni es por nada la altura científica, así como la cultural e intelectual de la sociedad cubana. Su música, su ballet, su literatura, son notables. Como lo es la calidad de sus universidades y de sus científicos e intelectuales, al igual que el notable aporte a la medicina en sus más variadas gamas
Ni es casual la solidaridad de sus maestros para acabar con el analfabetismo y la incultura no sólo en su país sino en diversos países del mundo.
Ni es por nada la inmensa solidaridad de los médicos cubanos para salvar vidas y asegurar la salud no sólo en Cuba sino en muchísimos lugares del planeta, incluido Chile.
En todo lo cual viven el pensamiento y la acción de Fidel.
Y por supuesto no es dable omitir la enorme amistad y solidaridad de Fidel y de la Revolución Cubana para con el pueblo chileno y su lucha por la libertad, la democracia y el cambio social. Mirado en la perspectiva histórica podemos decir que fue un contribuyente de primera línea a una amistad cubano – chilena que todavía a estas alturas sigue siendo en general desconocida. Hablo, por ejemplo, del paso rumbo a los EEUU de José Miguel Carrera por La Habana y el apoyo que allí recibió. O de lo que años más tarde sería el apoyo de Benjamín Vicuña Mackenna a la lucha independentista que encabezaba José Martí, o la presencia de chilenos, militares y civiles, combatiendo junto a los Mambises en contra del colonialismo español, de lo que habla el reciente homenaje en Cuba a nuestro compatriota Pedro Vargas Sotomayor. O la presencia de numerosos profesionales chilenos apoyando los primeros años de la Revolución Cubana.
Durante el gobierno de la Unidad Popular, el gobierno cubano bajo la dirección de Fidel hizo aportes culturales y materiales muy importantes. La presencia en diversas ciudades y pueblos chilenos de Nicolás Guillén, de Ela Calvo, o de Carlos Puebla y sus tradicionales, acompañaron a enormes donaciones de azúcar cubana para la población chilena en esos años.
Párrafo aparte merece la enorme generosidad de la Cuba Socialista para con el exilio chileno.
Como todos sabemos, el golpe del 11 de septiembre de 1973 fue desatado por el gobierno de los EEUU, actuando de conjunto con la derecha chilena, El Mercurio de Edwards, los grandes empresarios de este país y los altos mandos de nuestras Fuerzas Armadas formadas como hasta hoy en la ideología cavernaria de los mandos norteamericanos, a las que sumaron los jerarcas de otras instituciones igualmente anti democráticas como Carabineros e Investigaciones.
Como también sabemos, además de los muchos miles de detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados, prisioneros, el golpe provocó el exilio de muchos cientos de miles de chilenas y chilenos. En general, el mundo nos abrió sus puertas y en ese terreno la solidaridad cubana fue excepcional. Tuvimos de inmediato no sólo vivienda, educación, salud, trabajo, sino la cálida amistad y el respaldo político del gobierno y del pueblo cubano.
Tuvimos además el privilegio de conocer de cerca a varios de los principales líderes de ese gran proceso histórico como Carlos Rafael Rodríguez, Blas Roca, Armando Hart, Vilma Espín, Juan Almeida. Y por cierto, aunque haya sido sólo por algunas horas, también a Fidel y a Raúl. Fue en un acto de recepción a quien era en aquel tiempo nuestro máximo dirigente, Luis Corvalán, recién liberado por la dictadura de Pinochet. Escuchar a Fidel, verle respondiendo a todos tanta pregunta, es parte de lo que jamás podremos olvidar.
A dos años de su partida física, reafirmamos una vez más que Fidel, como Martí, como el Che, como Ho Chi Min, como Bolívar, O’Higgins, Allende, Neruda y otros, es de los que en verdad nunca mueren.
Fuente El Siglo