Luego de una dilatada indecisión, el Gobierno decidió trasladar al ex vicepresidente Jorge Glas a las instalaciones del HCAM de Quito. Glas, en horas de la mañana de ayer, había presentado síntomas de “descompensación” en su estado de salud, luego de permanecer 17 días en huelga de hambre en protesta por su traslado al Centro de Rehabilitación de Latacunga. Glas sufre una enfermedad que le afecta su calidad de vida, llamada Espondilitis Anquilosante, una forma crónica de artritis que afecta mayormente los huesos y las articulaciones en la base de la columna, donde se conecta con la pelvis. El estado de salud de la PPL más importante del régimen, es motivo de preocupación entre sus coidearios que manifestaron su rechazo a la demora del gobierno de internarlo en un centro de salud.
El abogado de Jorge Glas, reclamó: «Responsabilizamos a gobierno nacional en la persona de sus altos funcionarios, por la lentitud de no trasladar de manera urgente a @JorgeGlas a un Hospital en Quito para asegurar su salud y vida. Comunicado flojo reconoce que será trasladado, pero por qué no lo han hecho todavía?»
En horas de la tarde de ayer, el Ministerio de Justicia emitió un comunicado en el que se decía que “el último chequeo médico demuestra que el señor Glas Espinel se encuentra estable, con la finalidad de precautelar el estado de salud será trasladado a una casa de asistencia médica para un proceso de alimentación intravenosa de líquidos y electrolitos”. Glas ha recibido, según el dato oficial, 85 atenciones médicas de parte del personal del Ministerio de Salud, desde el 21 de octubre al 6 de noviembre.
Las especulaciones en redes sociales abundaron durante el día de ayer en espera de una respuesta oficial a la situación de salud del ex Vicepresidente. Incluso en su cuenta, Martín Pallares, ex miembro de diario El Comercio, dijo que “alrededor del asunto de Glas lo que realmente hay es un montaje monumental de una operación psicológica diseñada para ablandar a la opinión pública. Todo para mantenerlo en un entorno donde se pueda evitar que cuente lo que sabe”. La respuesta no se hizo esperar, entre expresiones de acuerdos, también hubo reacciones contrarias: “las redes son la letrina de los estúpidos y cobardes”.
Glas en Quito
Avanzada la madrugada de hoy, Eduardo Franco Loor escribió en su cuenta de Twitter: “Esta madrugada fue trasladado a Quito Jorge Glas ante el deterioro de su salud. Gobierno duró horas en hacerlo. Hay omisión enorme en ello. Esperemos se recupere. !Dios le guarde!”
¿A quién beneficia Glas, vivo o muerto?
El gobierno tiene un caso de alto riesgo político entre sus manos, relacionado al eventual empeoramiento de la salud de Glas. Muerto no le sirve a nadie. Y su eventual deceso en las actuales condiciones vitales del ex vicepresidente, lo elevaría a la categoría de víctima y mártir de la represión gubernamental en contra de los ex funcionarios del régimen de Rafael Correa. Si como se insinúa, se espera que Glas “cuente lo que sabe”, es muy poco probable que, en el caso de saber algo espeso, lo diga en perjuicio de su persona o de sus compañeros de ruta. La situación de Jorge Glas rebasa los límites de un caso personal para convertirse, desde sus inicios, en un tema político que el gobierno está obligado a manejar con responsabilidad, aplicando la ley en cada paso, caso contrario crece la sensación de un juicio amañado, sin pruebas en firme que echen por tierra la presunción de inocencia del ex Vicepresidente Glas.
En términos claros, se trata de una cuestión de humanidad. Su señora esposa, Cinthya Días, hace poco solicitó «misericordia» al regimen de Moreno, con el fin de obtener un trato más humanitario para su familiar, ya que es «una bomba de tiempo por las enfermedades de que padece, hipertensión y gastritis» .
Para sus seguidores, la reclusión de Glas en el Centro de Rehabilitación de Latacunga, supone una flagrante violación de sus derechos humanos en calidad de recluso, atención médica oportuna, regular visita de sus familiares y una normal comunicación con el entorno. No existe, en su caso, disposición alguna en sentido contrario que justifique su permanencia en la cárcel de Latacunga, bajo la peregrina presunción de un hipotético intento de fuga de ese centro carcelario.
A la luz de los hechos, es evidente que el caso Glas echa sombras a las gestiones oficiales del gobierno.