La fe mueve montañas, pero la falta de fe mueve gobiernos. La pérdida de credibilidad de un líder o de un Estado es el más peligroso síntoma de impopularidad qué puede desencadenar letales reveces de gobernabilidad. Ecuador vive una crisis de desinstitucionalización nacional y, por tanto, de descrédito popular en sus instituciones, en sus líderes y en el propio Estado.
Así lo confirman sondeos de opinión ciudadana realizados en las principales ciudades del país. El sentir y pensar de 7 de cada 10 ecuatorianos demuestra que “el 70 % de los ecuatorianos no cree en los partidos políticos». A seis meses de las próximas elecciones en las que elegiremos a 11 mil cargos de representación popular, la ciudanía ecuatoriana muestra un alto grado de indiferencia por el proceso electoral, evidenciándose la frustración que al 73 % de la población no le interesa, o le interesa poco el momento político y el que se viene en marzo, y además desconocen cuándo se realizarán las elecciones, según muestreo de la empresa Cedatos. En otro sondeo realizado por la encuestadora Clik, “el 41,6 % de los encuestados no saben que en marzo serán los comicios. Mientras que el 61,7 % no saben que se debe elegir a los miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Y entre el 67 % y 83 % no saben por quién votar para prefectos, alcaldes, concejales y consejeros del CPCCS”.
A estas alturas del proceso, la inscripción de partidos y movimientos políticos avanza en el CNE transitorio. Hasta el viernes estaban habilitadas 223 organizaciones políticas para participar en las elecciones de marzo: 7 partidos políticos nacionales, 13 movimientos nacionales, 63 movimientos provinciales, 124 movimientos cantonales y 16 movimientos parroquiales. En el proceso de 2019, al menos, unas 240 organizaciones podrían presentar sus candidatos para prefectos, alcaldes, concejales y miembros de juntas parroquiales. No obstante, la ciudadanía no reconoce con claridad a los futuros postulantes electorales. La ley establece que el 2 de noviembre es el cierre técnico del padrón electoral, en tanto, el 6 de noviembre se aprueba el padrón por parte del CNE y el 21 de noviembre se convoca a elecciones.
Observadores atribuyen la abulia electoral de los ecuatorianas a una sensación de apatía y desencanto con lo actuado por el Estado estos últimos 16 meses, periodo en que en una suerte de canibalismo institucional el gobierno se ha dedicado a debilitar instituciones, crear instancias de dudoso origen y a provocar la merma institucional del país dando lugar a cooptación de entidades que son puestas bajo la presión del gobierno para que actúen en favor de sus intereses políticos.
TODO TIENE SU PRECIO
Todo en esta vida se paga, dice el mismo pueblo desencantado. Tal es así, que los índices de aprobación popular del Presidente Moreno han caído en incontenible picada. Solo el 38,5 % de los ecuatorianos cree en la palabra presidencial, y un 44,6 % aprueba la gestión del mandatario, según una encuesta difundida el domingo. Es decir, un 55,4 % del universo encuestado desaprueba la gestión del mandatario ecuatoriano, después de un año y cuatro meses de estar en el cargo. Llama la atención y debe preocupar a los asesores presidenciales el brusco descenso, más de 30 puntos porcentuales: del 66 % al inicio de su mandato subió al 77 % en agosto de 2017 y bajó al 44,6 % en agosto de este año. Moreno ganó las elecciones presidenciales con la promesa de mantener la política de bienestar social de su predecesor y correligionario en el movimiento Alianza País, Rafael Correa, pero desde que asumió el cargo ha puesto en práctica medidas económicas neoliberales que han afectado a las esferas más vulnerables y provocado protestas.
La ciudadanía consultada ha manifestado, entre las causas de su desencanto y los factores del descenso del crédito al gobernante, a la corrupción y a la migración “incontenible (de venezolanos) que pone en mayor riesgo al empleo, a la seguridad y al nivel de vida de la población”. En ese estado anímico, la percepción popular sobre la situación del país es desmoralizada: el 69,1 % dijo sentirse “preocupado, incierto, frustrado y triste” en agosto pasado, respecto al 52,4 % que en junio de 2017, un mes después de la llegada de Moreno al poder afirmaba sentirse “optimista, esperanzado y entusiasmado”.
Los dos fenómenos registrados por las encuestas, desilusión popular y apatía electoral, son un inequívoco síndrome de la desinstitucionalización nacional que vive Ecuador. Habrá qué reaccionar más temprano que tarde, señor Presidente, la fe mueve montañas, pero la falta de fe mueve gobiernos.