La vida demuestra que no existen los fatalismos geográficos e históricos que condenen a una nación a una suerte de mal destino, por el hecho de haberse constituido en determinado sitio del mapa y en determinado momento histórico. El destino de un país lo forjan sus hombres con sus buenas y malas acciones, por tanto no hay una malaya suerte que nos ocurra por puro fatalismo.
Ecuador, no obstante, ha tenido malos resultados en cada uno de los litigios internacionales en los que se ha visto envuelto a través de su historia. Los pleitos librados más allá de las fronteras, son un mal estigma para la nación. ¿A quién culpar? A nuestra condición equinoccial en la mitad del planeta o a la inoportuna decisión de habernos constituido como nación en 1830? Ni lo uno ni lo otro.
¿Será que -parodiando el lema chileno-, no nos asiste la razón porque no disponemos de la fuerza? Por la razón o la fuerza, Ecuador ha visto mermada su dignidad de país y sacrificados sus intereses patrios en diversos litigios internacionales con laudos escandalosamente desfavorables para el país.
Un tratado írrito
El 22 de junio de 1941, Perú pertrechado de 20 mil soldados con apoyo de aviación y artillería, invade Ecuador e impone por la fuerza el denominado tratado de paz y amistad, conocido como protocolo de Río de Janeiro, a través del cual nuestro país cedió 200 mil kilómetros de su territorio al Perú. En cumplimiento con este Protocolo se colocaron hitos que marcaban la línea fronteriza. Perú y Ecuador discreparon por un error geográfico en un sector de la Cordillera del Cóndor y la discrepancia fue sometida al arbitraje del experto brasileño Braz Dias de Aguiar, quien estableció en su Laudo Arbitral la línea por la que tenía que pasar la frontera en ese sector, confirmando la entrega de territorio ecuatoriano al vecino del sur.
La paz con resignación
Durante los meses de enero y febrero de 1995, Ecuador y Perú vuelven a protagonizar un conflicto bélico provocado por los rezagos de un litigio fronterizo -con inconformidad de las partes-, arrastrado desde los años cuarenta. Las operaciones militares sucedieron en la cuenca del río Cenepa, en territorio delimitado pero sin demarcar. El conflicto se resolvió con la intervención de Argentina, Chile, Brasil y EE.UU -países garantes del Protocolo de Rio de Janeiro- lográndose terminar el proceso de demarcación de la frontera en los tramos pendientes, de conformidad con lo establecido en dicho protocolo y el fallo arbitral de Braz Días de Aguiar. El 17 de febrero de 1995, se firmó en Brasil la »Declaración de Paz de Itamaraty», un tratado que le ponía fin al conflicto entre ambas naciones. Segun ese tratado, las tropas de Ecuador se replegaron en el puesto de Coangos y una misión de observadores instaló centros de operaciones en los puntos considerados de mayor tensión, como fue el caso de Tiwinza y Base sur. Ecuador había perdido en la mesa lo ganado en el campo de batalla. Para el gobierno del entonces Presidente Sixto Duran, se firmó una “paz con dignidad»; sin embargo, el pueblo ecuatoriano quedó con un mal sabor de boca al firmar lo que consideró una paz con resignación.
Un laudo escandaloso
Recientemente, nuestra suerte en el contexto internacional sufre un nuevo revés. El Tribunal Arbitral Internacional de La Haya falló en contra de Ecuador en el caso Chevron III. La resolución establece que Ecuador violó un artículo del Tratado Bilateral de Protección de Inversiones con Estados Unidos, por tanto, deberá pagar una indemnización, aún no fijada. El tribunal internacional determinó que Ecuador es responsable por denegación de justicia, y ordenó dejar sin efecto la sentencia de la Corte de Lago Agrio que había condenado a Chevron al pago de 9.500 millones de dólares a las comunidades afectadas por el ecocidio cometido por Texaco. En esos laudos, el tribunal arbitral aceptó las alegaciones de la compañía y endosó al Estado ecuatoriano una multimillonaria multa aun por definir el monto.
¿Nuestras derrotas internacionales se deben, acaso, a que abrazamos causas injustas, no tenemos derecho a defender nuestros derechos, somos víctimas de contubernios internacionales en contra de nuestros intereses?
¿Determinismo geográfico, fatalidad histórica? En ningún caso.
La historia la escriben con sangre, sudor y lágrimas los perdedores, y la cuentan, ufanos, los ganadores. Por la razón o la fuerza.