El cuento del lobo alude a una historia de dudas y certezas. Ya viene el lobo, ya viene el lobo, decían. Y nadie creyó. El rato que el lobo irrumpió, todos estaban desprevenidos. Lo mismo pasó con la llamada restauración conservadora. Una alerta que se levantó hace un lustro y que nadie, ni en la izquierda, ni en el centro, peor la derecha, creyeron posible. Pero el lobo conservador afilaba sus garras y abría sus fauces aullando, en espera del asalto final.
Cuando inició la restauración reaccionaria impulsada desde los EE.UU., con dedicatoria para Latinoamérica, con el fin de acabar con los gobiernos “progres” de la región, el continente ya había entrado en un proceso de regresión política evidente.
Los signos saltan a la vista de una tendencia -¿imparable?- que fueron cambiando el color y el sabor ideológico de los países sudamericanos: ”Dos presidentes no electos: Temer en Brasil y Vizcarra en Perú. Una vicepresidenta no electa en Ecuador. Persecución política-judicial contra dos ex presidentes, Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner, en Ecuador y Argentina. Lula metido en la cárcel injustamente para evitar que sea el próximo presidente de Brasil. Intento de atentado contra Maduro en Venezuela para matarlo en pleno acto público. Planean abiertamente terminar con UNASUR. Las giras de los altos funcionarios de Estados Unidos cada vez son más bienvenidas por algunos gobernantes latinoamericanos”., según catastro consignado por el analista sudamericano Alfredo Serrano.
Lo extraño de estos hechos emblemáticos en la nueva fase de la ofensiva conservadora continental, no es la novedad que coincidan todos en una misma época, sino la intensidad de la arremetida. También el estilo es suigéneris. No se trata, como a la vieja usanza de los años setenta, de dar un golpe de Estado militar, masacrar a miles de opositores, desterrar a otros miles y hacer desaparecer al resto, como en Chile de Pinochet y Argentina de Videla. No. Ahora todo es más “sutil”, pero igual de descarado.
Ahora la cosa funciona con pinzas, aplicando métodos no democráticos para ganar el terreno que la derecha iba perdiendo por la vía electoral. Un ejemplo son los casos de Paraguay y Honduras cuyos presidentes fueron destituidos, luego de un golpe “legal”, tal y cual como ocurrió con Dilma en Brasil. También es sintomático el intento de derribar a Maduro en Venezuela, a como dé lugar, por cielo, mar y tierra. O el intento de golpe contra Rafael Correa para erradicarlo del poder, con la consecuente persecución jurídico política, luego de que el mandatario concluyera su gobierno. Y el complemento de la acción coordinada continental con la desestabilización constante contra Evo Morales en Bolivia, es otro botón de muestra.
Estos acontecimientos de la agenda politica latinoamericana, son el crudo ejemplo de que la restauración conservadora había iniciado antes de anunciarse al lobo. Pero una izquierda confiada o escéptica, una socialdemocracia hipócrita y una derecha descarada, los negaron a pie juntilla. Se trataba de un lento, soterrado, pero implacable proceso político desestabilizador en la mira de interrumpir un ciclo progresista que venía ampliándose en unos casos, y consolidándose en otros.
La historia complotó a favor de la restauración conservadora, o es el signo de un tiempo ineludible en el que el desgaste de los gobiernos progresistas, y la restricción económica externa a esos países hicieron lo suyo, socavando las bases mismas de los llamados procesos “revolucionarios de la región”, haciéndolos ya inviables. Era la fortuita coyuntura que la derecha política estaba esperando; entonces la restauración apretó el acelerador pasando por encima de lo que fuere, constituciones, voluntad popular, pronunciamientos, liderazgos, todo fue arrasado sin tregua.
Cuando los restauradores conservadores advirtieron de que el poder comunicacional de sus medios informativos aliados, o el poder económico de sus grupos financistas, no eran suficiente para “restaurar” sus privilegios y espacios de poder perdidos, en ese momento echaron mano al poder judicial, e incluso militar, para cumplir su propósitos destituyentes de sacar del juego y escenario políticos a sus contrincantes.
Simultáneamente, en el frente jurídico político, la derecha internacional actuó con efectividad. Con la estrategia de alterar el “orden democrático” y así recuperar capacidad de mando, normalizaron lo anormal, naturalizaron prácticas rechazadas por la ciudadanía, como nombrar tribunales de control a dedo, crear consejos de “participación ciudadana” ad hoc, transitorios, pero furibundos. Y generar un clima de persucución sin fronteras, con órdenes de prision internacionales con asesoramiento de la Interpol a su favor.
Se trata de desarmar lo constitucionalmente alcanzado por los países de gobiernos progresistas, en referéndum de aprobación popular. Son estrategias que apuntan a un más allá, un futuro mediato. Por ahora se busca echar las bases de una nueva relación de poder, con extrañas figuras legales definidas en leguleyadas, contravenciones y trucos jurídicos, en abierta oposición a lo constitucionalmente establecido.
El fin último es construir un campo fértil para ganar elecciones con facilidad, sin tener que hacerlo por medios tradicionales y de poca efectividad. Eso explica la persecución judicial, policial y política de líderes populares que fueron y serán encarcelados para que no puedan terciar con opción de triunfo en futuros comicios de esta década ganada por la derecha reaccionaria.
Ideológicamente hablando, el objetivo de la restauración conservadora es “arrebatar cualquier atisbo de esperanza, creando un clima de resignación y sacrificio”. Es el fantasma de la intimidación, cuya señal reaccionaria es clara: si intentas hacer politica en contra nuestra, terminarás en la cárcel, desterrado o deportado. Entonces se nos exhibe en la vitrina de la desvergüenza, algunos estados sintomáticos de la desmovilización política: la no confrontación, la despolitización, la lógica aspiracional, la clase media protagónica, los valores posmateriales, etc. Todo eso ya existe en la tradición conservadora, pero ahora están siendo resignificados para consumo masivo de las nuevas generaciones.
Ese sin duda, será el segundo capítulo de la restauración conservadora en un futuro mediato. Cambiarnos la percepción y la perspectiva del mundo a su imagen y semejanza. Y eso no es cuento de lobos.