Siempre me pareció un tipo afable, modesto, sin las ínfulas intelectuales que tanto disminuye la personalidad de cierta gente de cultura. Tuve la oportunidad de comprobar esta percepción sobre Raúl Vallejo durante una entrevista que le realicé en su despacho como ministro de Educación. En ese entonces abordamos temas relacionados con la cartera a la que sirvió durante el gobierno de Rafael Correa. Huelga decirlo, el ex ministro impulsó proyectos como la Ley de Educación Intercultural y el «Plan decenal de educación», así como la evaluación del sistema educativo -en procura de mejorar la calidad de la enseñanza-, la eliminación de cobros en planteles fiscales y la entrega gratuita de textos escolares, uniformes y desayuno, lo que llevó a la universalización de la Educación General Básica en Ecuador.
En su prolífera trayectoria literaria, Vallejo, escritor mantense de tomo y lomo, exhibe logros significativos como el Premio de Poesía José Lezama Lima, Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit y el Premio Joaquin Gallegos Lara, con Acoso textual, mejor novela publicada en 1999 y el Premio Nacional de Libro en 2000. Entre las preseas de la trayectoria de Vallejo, también consta el premio Símbolos de Libertad – Jorge Mantilla Ortega, otorgado por el diario El Comercio, con el artículo de opinión El regreso del padrino.
Mientras escribo esta nota, recuerdo la última vez que nos vimos con Raúl, hace unos cuatro meses, en la sala de emergencias del HCAM. Saludamos con un apretón de manos, cada cual horizontal en su respectiva camilla, ambos con un trastorno de la salud que no viene al caso comentar. Sonreímos con un gesto cordial, con esa estimulante complicidad que dan los males físicos; porque espiritualmente, Raúl siempre fue un escritor para leerlo detenidamente, con serena pasión. Para leer a Raúl hay que disponer de un buen tiempo, y andar con él su trayectoria, caminante de las letras que va y viene por diversos asuntos vitales que su talento convierte en obras de especial seducción estética.
Cuando me enteré por FB de su galardón obtenido en la Feria del Libro de Guayaquil, el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, por su propuesta Gabriel (a), Parábola de transeúntes, me alegré sinceramente por él, por su tierra manaba de la que siempre tengo gratas evocaciones y por las letras del país, en momentos en que la cultura transita como la última rueda del coche.
La novelita premiada -señala una reseña de prensa- aborda la historia de un personaje transexual, “a través de la cual el autor relata una historia de amor». El mayor dilema del personaje central de la novela, Gabriel (a), «es si ser puta o peluquera”. Gabriela, debe enfrentarse a “los prejuicios sociales y sexuales de una cultura homofóbica, para sobrevivir en el campo profesional y defender sus afectos personales”. Es una comunicadora social que busca romper, en el plano laboral, con “la caricatura a la que son sometidas las chicas trans, y que, desde su espiritualidad católica, confronta el rechazo institucional de la Iglesia al mundo GLBTI”.
Una historia de amor difícil, compleja y profundamente humana, tratada con dignidad y comprobada solvencia intelectual de Vallejo, un escritor que transita los ambientes sórdidos, personajes marginales y vidas socavadas por el infortunio, sin sensacionalismo ni estridencias literarias. Lo que hace que su obra sea una serena reflexión sobre las cuitas humanas que tienen lugar en un mundo contrahecho y contradictorio. Un justo alegato del autor por personajes atrapados, no obstante, en un espacio impregnado de una atmósfera de libertad y diversidad, convertido “en el refugio de quienes se liberan de sus miedos, de sus culpas y luchan contra la violencia de los homofóbicos”.
Gabriel(a), parábola de transeúntes “es una novela atravesada por la lucha de los amantes para sobrevivir en el mundo de los amores difíciles y contra los prejuicios de una sociedad patriarcal, machista y homofóbica”.
Será un placer -en todos los sentidos- leerla.