El periodismo latinoamericano es la muestra ineludible de una actividad prepago: es decir por encargo. Una actividad realizada -salvo excepciones- por actores políticos que fungen de opinadores, mercenarios a favor de tal o cual campaña vocinglera o de callar hechos que no son de su interés.
El atentado perpetrado en Caracas contra el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, fue deliberadamente silenciado, sacado de la agenda por los principales medios latinoamericanos. ¿Cómo se explica este hecho? Independientemente de la simpatía o antipatía que nos provoque el mandatario venezolano, se trata de una noticia de interés mundial.
Para muestra un botón made in USA. La cadena CNN en español interrumpió el 7 de agosto la transmisión del discurso del presidente Nicolás Maduro “cuando este comenzó a mostrar videos, grabaciones telefónicas, fotos, confesiones, nombres de los detenidos y prófugos”. La pauta fue marcada por la transnacional de la información con sede en Atlanta y la prensa continental se hizo eco, o mejor, se sumó al silencio del medio estadounidense.
No es casualidad que encuestas realizadas por la empresa norteamericana Gallup revelan que más del 77 % de los estadounidenses no confían en los principales medios de comunicación incluidos los reportajes de televisión, que se emiten en su país. Sólo el 23 % de los estadounidenses tiene confianza en las instituciones noticieras del país norteamericano.
Réplica latinoamericana
El Mercurio de Chile, que habitualmente derrocha espacio para atacar a Venezuela, “publicó un parrafito de una columna”, minimizando un hecho que tiene trascendencia internacional, pero que su jefe de redacción consideró trivial, digno de una columna. Este panorama demuestra que la prensa actúa políticamente, cuando orquesta campañas y cuando silencia. Las empresas informativas propietarias de los medios más opuestos al régimen de Venezuela, hasta hace poco exigían evidencias del atentado calificando de “presunto” hecho noticioso. Dejan de informar, pese a que las revelaciones de la fiscalía venezolana están cocinando un plato fuerte para un periodismo informativo que se considere y respete así mismo. Prefieren el silencio en una muestra vergonzante de periodismo por encargo, es decir, prepago.
Las salas de redacción de esa clase de periodismo prefieren ignorar los hechos o desconocerlos olímpicamente, en relación con el intento de magnicidio venezolano. Las autoridades de Venezuela solicitaron al gobierno norteamericano la extradición de Osman Delgado Tabosky, financista y “piloto” -desde Miami- de los drones cargados con C4, un explosivo plástico que los ejércitos usan en demoliciones de fortificaciones. También Caracas ha iniciado gestiones para extraditar a implicados que se refugian en Colombia, en cuyo territorio se preparó el atentado con colaboración del ex presidente Santos, Premio Nobel de la Paz, según versión oficial venezolana. Estos hechos son del desinterés de una prensa que silencia intenciandamente la información sobre el suceso.
La historia debe recordar que en Venezuela ya existen antecedentes de atentados contra presidentes. En junio de 1960 Rómulo Betancourt fue víctima de un ataque perpetrado desde un coche bomba manipulado por sicarios dominicanos de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. Betancourt se salvo herido con quemaduras en el rostro y en el atentado perdió la vida el jefe de la Casa Militar de la comitiva presidencial. El blanco del ataque del sábado anterior en Caracas tenía como objetivo asesinar a Maduro y la comitiva cívico militar que presenciaba un acto castrense, embajadores, agregados militares y familiares de los soldados de la Guardia Nacional Bolivariana, y a espectadores del desfile militar.
No obstante el silencio de la prensa latinoamericana, el presentador de televisión peruano residente en Miami, Jaime Bayly, aseguró en un programa: “Diré lo que me han contado mis fuentes, y estoy bien informado, créanme. ¿Entrenaron en Colombia los conspiradores? Sí, ¿Tuvieron dificultades para meter los drones a Venezuela? Sí. La primera tentativa falló, por eso Requesens los ayudó sin saber que estaban tratando de meter unos drones con explosivos”, dijo durante su programa.
Ante semejante declaración, quedan pocas dudas: la prensa hace política antes, durante y después de los hechos que pomposamente difunde o silencia. El silencio de los medios periodísticos latinoamericanos ante las evidencias presentadas por el gobierno venezolano, “constituye una vergüenza para lo que Gabriel García Márquez definió como el mejor oficio del mundo”. Los responsables, sin embargo, no son los periodistas sino quienes han prostituido la naturaleza noble del periodismo: los amos de la prensa mercantil.
Estos mismos sujetos contratantes de redactores mercenarios han convertido a la profesión en un acto de prostitución mediática que, fungiendo de medios informativos desinforman manteniendo en la ignorancia a los públicos. La función social del periodismo ha sido suplantada por los intereses de quienes manipulan los medios desde las sombras. Estamos observando pasivamente cómo la dictadura mediática es la punta de lanza de organizaciones políticas, grupos económicos y holding de la información sesgada. Cumplen al pie de la letra los designios ideológicos de los sectores hegemónicos de la sociedad donde operan, sin escrúpulos ni medida de la decencia profesional. Para lo cual se valen de asalariados a sueldos que deben vender su alma al diablo para sobrevivir en la ignominia.
Unidos son más
La llamada Sociedad Interamericana de Prensa SIP, representa una organización creada durante “la guerra fría contra el comunismo” en los años cincuenta y hoy agrupa a 1.300 publicaciones que editan 43 millones de ejemplares en papel y medios electrónicos. El denominador común de la SIP es el anticomunismo y trabaja en estrecha colaboración con los servicios de inteligencia norteamericanos, según versión de la prensa cubana.
Desde esa instancia se orquestan campañas mediáticas continentales o se decreta el silencio informativo. No por chiste los once principales periódicos de mayor circulación en América Latina se articulan para actuar al unisonó. El Mercurio de Chile (una cadena de 24 diarios), O Globo de Brasil, La Nación de Argentina, El Universal de México, El Nacional de Venezuela, etc. son multimedios que controlan revistas, canales de TV, radios, periódicos electrónicos en el continente.
Estas agrupaciones son las gestoras del bloqueo informativo sobre todo acontecimiento que incomode sus intereses políticos y económicos, o de los grupos de poder que representan en sus respectivos países. Sus rotativas no rotan, a la hora de difundir sucesos como el de Caracas, cuya investigación sobre el terrorismo local venezolano y los responsables del silencio, ha demostrado ser un atentado al derecho que le asiste a la comunidad latinoamericana a ser debidamente informada. Constituye, además, una afrenta al periodismo y su código de ética que rechaza toda forma de censura y defiende el derecho al libre flujo informativo.
Frente a este panorama, una honrosa excepción constituye la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), que condenó el atentado en Caracas, mientras las organizaciones profesionales de periodistas guardan silencio vergonzoso.
Una asignatura pendiente para los estudiantes de periodismo es -junto a sus profesores y académicos universitarios- convocar a asambleas para discutir la penosa situación de un periodismo sometido a la dictadura de los amos de la prensa. Periodismo prepago que actúa en complicidad con el terrorismo mediático.