La duda suele ser esa zona de opacidad intermedia entre lo cierto e incierto. No obstante, es el camino más cierto de llegar a la verdad. En eso, se supone, que deben basarse los sondeos de opinión, las entrevistas de prensa y las encuestas callejeras. La opinión popular o vox populi, por lo general toman la temperatura al gobierno de turno y trasuntan las incertezas y temores de la comunidad.
Recientes sondeos de opinión permiten avizorar las inquietudes ciudadanas, sus dudas y temores que caminan por un andarivel distinto y distante al del gobierno de Lenin Moreno. Esas consultas populares en cada esquina dicen que 7 de cada 10 ecuatorianos sobrevive en el presente preocupado por el futuro. Mientras que 6 de esos mismos diez ciudadanos, se angustia por la pobreza, carestía de la vida y falta de empleo. En otro orden de incertezas y temores, los ecuatorianos reconocen preocupación por el creciente consumo de drogas en la juventud, alcoholismo y la presencia de millares de inmigrantes que llegan al país a competir con los ecuatorianos en oferta laboral. He ahí sus amenazas visibles y dudas manifiestas sobre la respuesta gubernamental ante sus temores.
Y no es para menos, abundan los motivos.
La disonancia existente entre las dudas ciudadanas y las vacilaciones oficiales, abonan el camino hacia un futuro incierto. La ambigua conducción económica del régimen con sospechas -confirmadas o no- de la eliminación de subsidios al gas y la gasolina. El perdón tributario a los peces empresariales gordos, dejando todo el peso impositivo a los pequeños empresarios y emprendedores privados.
En el terreno movedizo sinuoso por donde transita la política oficial, el régimen da muestras de debilidad por la división partidista de Alianza PAIS y el surgimiento de MANA, su principal opositor. Los coqueteos con la derecha política que se pasea por Carondelet, como Pedro por su casa. La demagógica lucha anticorrupción que no llegó a ser ni intervención ambulatoria, peor cirugía mayor, como ofreció el régimen. Los excesos de un Consejo de participación ciudadano transitorio -¿hacia dónde?- que actúa bajo sospecha popular con arrogancia supina y connivencia oficial.
La abultada burocracia que exhibe el gobierno, sin respuesta efectiva, sino con alteración de roles de los mismos burócratas que permanecen en las dependencias públicas, cambiados de membrete. El creciente endeudamiento fiscal, sin cambios a la vista, ni fuentes claras de financiación, que no sea más incremento de impuestos. Para tapar los huecos del enorme déficit fiscal, no hay mejor idea que poner en marcha una tendenciosa campaña para acabar con los subsidios a los combustibles: nafta, gasolinas, diésel y gas licuado de petróleo, que según dice el régimen, ha subido en un 72%. El costo de los subsidios ascendería a unos 1.700 millones de dólares. El peligroso recorte financiero al frente social que restringe, perjudicialmente, programas en educación y salud, entre otros rubros que son un derecho popular.
En política exterior las dudas son mayores. ¿Qué hizo y dejó de hacer el régimen en los casos de nueve ecuatorianos secuestrados y asesinados -periodistas, civiles y militares- por la narcodelincuencia?. El bochornoso papel jugado ante el caso Assange, que tiene al mundo en vilo respecto de la suerte del periodista australiano, cuya vida depende de la indefinición del gobierno de Moreno. El ir y venir de opiniones improvisadas sobre Venezuela y Nicaragua que no corresponden a una clara política internacional sobre el tema.
Estas ciertas incertezas oficiales confirman que la intuición popular no falla. Caminar sobre terrenos de menor opacidad y menos dudas ciudadanas. Ese es el Karma del gobierno.