Una imagen dice más que mil palabras -según un conocido adagio de la comunicación- y suele ser cierto. La imagen reemplaza al verbo a la hora de significar y contar la historia real y lo hace con un poder mayor de información. Será por eso que una fotografía es un arma de muchos filos, considerando que la memoria visual tiene un particular poder evocador, por sobre los contenidos textuales.
Esta elemental reflexión semiótica viene quitándoles el sueño a los funcionarios de la Secom que en una maniobra, por demás censurable, decidieron borrar más de 100 mil imágenes del ex presidente Rafael Correa relacionadas con su actividad oficial como primer mandatario que permanecían archivadas en la cuenta de la red social Flicker de la Presidencia de la República.
El archivo fotográfico oficial -Presidencia de Ecuador www.flickr.com- es una herramienta de consulta pública que almacenaba escenas de diversos eventos oficiales a los que asistió el ex mandatario, durante la década de su gobierno. Por tanto, la eliminación de imágenes de la cuenta que tuvo 113 mil fotos, y que registró 8.482 de Presidencia Ecuador, es un delito contra la memoria histórica del país. En los vestigios de la cuenta se puede todavía encontrar archivos de álbumes denominados “Visita oficial a México” o “Visita Celac, Cuba” absolutamente vacíos o vaciados de sus contenidos.
La fotografía es un testimonio, como tal conserva información imperecedera de valor para la investigación social o periodistica, consultas académicas o reproducciones iconográficas. Ese testimonio fue cuidadosamente guardado por el gobierno anterior, con el propósito de mantener registro de casi todos los eventos públicos del ex Presidente Correa y sus comitivas. La cuenta presidencial de Flicker -hoy borrada en gran parte- era una base de datos de inestimable valor histórico para el país, incluso para procesos judiciales como fuente de organismos de control como la Contraloría o Fiscalía, por las evidencias que conservan.
Se trató de borrar la historia de un click. Como si la historia fuera susceptible de ser olvidada por el torpe hecho de eliminar sus archivos. En el inicuo intento de hacer desaparecer al otro, al odiado, al enemigo endémico, los funcionarios de Secom borraron o bloquearon el acceso a imágenes subidas desde enero del 2007 y mayo del 2017, dejando solo unas 900 imágenes de ese periodo de la presidencia de Rafael Correa.
Delito internacional
Ecuador es país signatario de la Carta para Preservar el Patrimonio Digital de la UNESCO, un acuerdo suscrito con el fin de conservar el patrimonio documental y los archivos en sus diversos formatos. Estamos, por tanto, obligados como nación a precautelar la Memoria del Mundo. Ese banco de información se mantiene en múltiples soportes, desde textos, fotografías, tuits, post, memes y constituye parte del archivo histórico del país que, a su vez, forma parte del acervo internacional de imágenes precauteladas por UNESCO.
Este solo hecho hace que borrar, bloquear o distorsionar imágenes archivadas en álbumes públicos, constituya un acto violatorio al derecho de la ciudadanía a permanecer informada y representa un abominable gesto autocrático de represión politica y cultural en el país. ¿Qué interés tiene el gobierno, y sus burócratas de la comunicación, en hacer desaparecer los testigos visuales de la historia política del país? Vaya uno a saber.
Barthes también decía que los signos se desgastan en el tiempo por su consumo masivo. Ese detalle lo desconocen los funcionarios del gobierno, puesto que actúan con temor a la memoria de un pueblo. Al borrar la historia, emergen los símbolos representando esas estructuras ausentes, dirá Barthes. El símbolo es la evocación emblemática de algo ausente.
No vaya a ser cosa que al pretender borrar la historia, y con ello difuminar la memoria colectiva de un pueblo sobre un proceso de cambio social, se esté consumiendo un signo que se convierte, por lo mismo, en símbolo popular en la figura del ex presidente ausente.
Pese a los funcionarios de la Secom, -mejor, gracias a ellos-, Rafael Correa empieza a convertirse en referente simbólico de un periodo histórico que la memoria colectiva del pueblo ecuatoriano tiene prohibido y se niega a olvidar.