Alguna vez Edgar Allan Poe enunció una sentencia maravillosa: la felicidad de un hombre radica en descubrir una belleza nueva cada día. Y para el complemento de ese estado tan humano, agregó que el amor de una mujer, la vida al aire libre y la ausencia de toda ambición material, constituían condición indispensable de la felicidad perfecta. Al cabo de algunos años de distancia de ese texto del poeta norteamericano, aun tiene resonancia en mi espíritu esa verdad de Poe, dicha sin tapujos, emergida de manera natural como la felicidad misma que augura.
La felicidad se la ha intentado describir desde diferentes reflexiones de filósofos, pensadores y poetas. Lo cierto es que para algunos intelectuales la felicidad va estrechamente unida a otro sentimiento: el amor.«La felicidad que se vive deriva del amor que se da», diría Isabel Allende. Y el escritor inglés Oscar Wilde ya se había anticipado en decir: “Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer, mientras que no la ame”.
¿Puede la felicidad ser un asunto individual? Pablo Neruda replica que sí: “algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”. Y en esa línea reflexiva que pondera el solipsismo, Sartre dejó escrito que “felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”. Ya no hace falta dos, para que la felicidad inunde el alma humana.
Para un espíritu reflexivo como Albert Camus, la acción es una condición de felicidad: Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad. Y para desmitificar ese estado tantas veces mitificado, otras reflexiones apuntan al escepticismo frente a la felicidad concebida como un maná del cielo. Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego, sentenció Aristóteles. Y el más cáustico de todos, Friedrich Nietzsche, dijo: El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices.
¿Cómo se puede ser feliz en Ecuador, en la época actual? Desentendernos de la política, olvidar las crisis económicas, soslayar las diferencias sociales. Y para eso solo basta apagar el televisor, no leer periódicos y ya no escuchar la radio por las mañanas. ¿Será suficiente, o además hay que recluirse en el ostracismo, alejado del mundo exterior?
No. La felicidad está en nosotros mismos, en la capacidad de asimilar la vida con pasión. El secreto parece estar en la decisión que reclama Benedetti: “No te rindas, que la vida es eso. Continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”.
Una verdad muy simple descubrí -que había detrás de estas reflexiones-, la felicidad no proviene del pensamiento racional, sino más bien del misterioso fulgor del sentimiento. A veces es más fácil ser feliz si no lo sabes todo. No sería extraño que la belleza nueva cada día que sugiere Poe, como condición de ser feliz, consiste en eso que Mark Twain dio en el clavo: La cordura y la felicidad son una combinación imposible.