Una cita continental en La Habana, convoca esta semana a expertos en comunicación con un temario que demuestra la preocupación de volver a cauces críticos en un continente dependiente en materia comunicacional. El temario del análisis regional versó acerca de “la soberanía de los medios y las políticas comunicacionales, la mediatización de la política y el escenario de Internet como una de las plataformas en que se soporta y expande el poder cultural, económico y político de la derecha y de Estados Unidos”.
Una de las aproximaciones concluyentes estuvo a cargo de Raúl Garcés, decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana: “ya no podemos ver el poder solo en términos de economía, de organización política, sino en términos de poder simbólico, y este determina en las sociedades contemporáneas la configuración de gobiernos y sistemas políticos, de la relación entre gobiernos y opinión pública,”, manifestó el académico. El poder simbólico radica en “la norteamericanización, la personalización, la comercialización en un mundo donde se han impuesto los patrones de comunicación política norteamericanos y eso tiene consecuencias en los modos de configurar y hacer la comunicación, y en la configuración económica del sistema mediático global”.
Según estadísticas, más de la mitad de las firmas de información y comunicación son de Estados Unidos, un porcentaje que es similar en el caso de las empresas periodísticas. Entre las primeras 88 firmas de informática y telecomunicaciones a nivel mundial, 40 son igualmente de ese país. Hay una franca norteamericanización de la comunicación, a partir de un dominio de los Estados Unidos en los modelos de comunicación política imperantes en la región. Se trata de centros de poder simbólico dentro de nuestros propios países en la región, con un modelo de comunicación que sobreestima la lógica del rating por encima de la lógica de la ética, de la lógica de la verdad, de la calidad del discurso público, señala el análisis.
Entre los rasgos de la impronta comunicacional del continente impuesta por los EE.UU., se advierte un discurso que sobreestima, privilegia, jerarquiza la lógica de ganar audiencia por encima de la lógica de establecer una relación culta con la audiencia, un discurso público de calidad con la audiencia para tratar de formar ciudadanos participativos. Este contexto se caracteriza por una baja credibilidad en los medios y una percepción negativa de las audiencias, respecto de las empresas mediáticas que tienden a jugar el papel de los partidos políticos, en países como Venezuela y Ecuador.
Una de las conclusiones del análisis comunicacional de la región, es que dotar de sentido a lo alternativo significa restaurarle su significado a la palabra ‘deliberación’. No hay comunicación democrática sin debate, no hay debate sin que la gente tenga voz, y no hay voz sin que la gente tenga educación que permita compartir ideas. Si se busca desafiar la agenda de los grandes medios, subvertir los límites en que los poderosos encuadran el debate público, no queda otro remedio que ensayar audacias, osadías, e incluso secuestrar códigos probadamente eficaces de la comunicación dominante para usarlos de modo liberador. La batalla en la que estamos regionalmente enfrascados es cultural, se manifestó en La Habana.
Una región sin estrategias
Nuestra sociedad latinoamericana transita aceleradamente de la producción y comercio de bienes y servicios físicos, a la producción digital en que la intensa concentración comunicativa y cultural, con centro en Estados Unidos, decide cómo gasta un cuarto de la población mundial cerca de 50 millones de horas diarias.
Las estadísticas son reveladoras: cuatro de las cinco aplicaciones más usadas en los teléfonos móviles del mundo (Facebook, Instagram, WhatsApp, Messenger) pertenecen a la empresa fundada por Mark Zuckerberg, y recaban datos monetizables permanentemente. En el primer trimestre de 2018 Facebook facturó 11. 790 millones de dólares, casi cuatro mil millones más, un 49%, que un año atrás. De ese total, cerca del 98,5% proviene de la publicidad.
La empresa Google realiza cerca del 92% de las búsquedas en Internet, un mercado valorado en más de 92 mil millones. Las diez empresas más poderosas y ricas del mundo, cinco de ellas en el negocio de las telecomunicaciones y los medios de comunicación, tienen ingresos conjuntos que suman 3,3 billones, equivalentes al 4,5% del PIB mundial. La capitalización de Apple equivale al PIB conjunto de 43 países africanos, unos 900 mil millones de dólares. La situación es más acentuada en América Latina, la región más dependiente de los Estados Unidos en términos del tráfico en Internet, según datos de la CEPAL.
Cerca del 90% de la información electrónica de la región es administrada directa o indirectamente por EE.UU. Las cifras indican que entre 70 y 80% de los datos que intercambian internamente los países latinoamericanos y caribeños, también van a ciudades estadounidenses donde se ubican diez de los 13 servidores raíces que conforman el código maestro de Internet. De los cien sitios más populares en la región, solo 21 corresponden a contenidos locales: quiere decir que en lugar de crear riqueza para la región, el continente está transmitiendo riquezas todos los días a Estados Unidos, donde están alojadas las grandes empresas de Internet.
Comunicación, un campo de batalla
Uno de los escenarios más encarnizados de la batalla comunicacional son las elecciones de cargos públicos en América Latina. En ese contexto, Cambridge Analytica, la empresa involucrada junto a Facebook en el acceso ilegal a datos de millones de usuarios de la red social, intervino en 200 elecciones en todo el mundo, y se involucró en procesos electorales, del lado contrario a líderes de izquierda, en Argentina, Colombia, Brasil y Venezuela.
En ese panorama, la región latinoamericana no cuenta con estrategias propias que permitan a los sectores progresistas desafiar e intervenir las políticas públicas, y generar líneas de acción y trabajo definidas para construir un modelo verdaderamente soberano de la información y la comunicación. Por ejemplo, aún no se ha logrado concretar en la región el proyecto de un canal propio de fibra óptica que fue un sueño de UNASUR. A falta de una estrategia sistémica se suma la ausencia de un mecanismo que asegure que el tráfico de la red se intercambie entre países vecinos, fomente el uso de tecnologías que garanticen la confidencialidad de las comunicaciones, preserve nuestros recursos humanos y suprima los obstáculos para la comercialización de los instrumentos, contenidos y servicios digitales producidos en América Latina. Esto es el resultado de que no se ha avanzado en una agenda comunicacional común supranacional.
Ante la perspectiva comunicacional de la región, América Latina tiene una lección que asimilar y llevar a la práctica en un nuevo aprendizaje en las relaciones de poder mediático. El momento de más intenso enfrentamiento en una batalla comunicacional, es la construcción simbólica de la realidad. Una batalla en la que siempre hay mucho en juego. Ni más ni menos que la conciencia social y la memoria colectiva de un continente donde se define la impronta cultural de una región. La victoria política, es la victoria comunicacional.