Que el deporte refleja el contexto social no cabe dudas, pero lo hace de manera dialéctica, es decir, dinámica y reciproca en que determinados valores de la actividad deportiva se traslapan a la sociedad y viceversa. El Mundial de Fútbol Rusia 2018, mostró nidiamente la relación existente entre el tipo de formación social de un país y sus rendimientos deportivos. En el terreno futbolístico, el certamen organizado por un país considerado una potencia mundial, ex socialista, e inclinado en la actualidad hacia una socialdemocracia de corte nacionalista y moderna como es la Rusia de Putin, confirma que la diversidad y la colectividad son dos valores que prevalecieron en el éxito de los protagonistas más destacados como Francia, Croacia, Bélgica e Inglaterra, que disputaron los primeros sitiales del torneo.
La diversidad que tiene su más clara expresión en la inclusión de jugadores hijos de migrantes hacia la Europa central, provenientes de continentes de ultramar -africanos y latinos-, es un signo de los tiempos en territorios en los cuales la inclusión étnica y social da frutos como dimensión de un país democrático que traslada al deporte esa condición social. La estadística indica que dieciséis del escuadrón de 23 jugadores de Francia tienen hoy, al menos, un padre que nació fuera del país y dos nacieron en las islas del Caribe francés, que se consideran parte de Francia. Este antecedentes se dio en 1998 cuando el combinado galo celebró como un símbolo del éxito la integración en la sociedad francesa, al punto que fue apodado como el equipo arcoíris. No obstante, cuatro años después el equipo fue amenazado con un boicot por parte de jugadores mestizos en protesta por el éxito del candidato de extrema derecha Jean-Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2002.
Once jugadores de Bélgica y seis de Inglaterra son hijos de un inmigrante, y otros cuatro jugadores de Inglaterra tienen ascendencia afrocaribeña. El equipo de Bélgica tiene 11 jugadores con al menos un padre inmigrante, incluyendo jugadores como Romelu Lukaku y Vincent Company, cuyos padres son de origen congolés. Bélgica tiene al momento una profunda división política, social y cultural, un país con dos regiones e idiomas principales: Valonia (francés) y Flandes (flamenco). Sin embargo, el seleccionado belga tiene jugadores de ambas regiones y un entrenador español, como expresión de unidad nacional.
En el equipo inglés los hijos de inmigrantes están bien representados. El resultado deportivo de ese país tiene que ver con la presencia de seis jugadores con padres que inmigraron al Reino Unido, y Raheem Sterling que nació en Jamaica. El plantel inglés es visto como un equipo diverso y joven que representa la Inglaterra moderna. Observadores internacionales señalan que la diversidad en tres de los cuatro equipos finalistas es “una situación simbólica”, toda vez que las experiencias anteriores han demostrado que el factor positivo dura pocos meses. Un tema si está claro: existe una relación fuerte y positiva entre diversidad y éxito.
De igual modo, existe esa relación entre pluralidad y triunfo deportivo. Los equipos que excluyen el talento internacional para cultivar exclusivamente el local, tienen más posibilidades de quedarse cortos en el escenario futbolístico mundial. El valor de lo plural, es otra de las enseñanzas de Rusia 2018. El decepcionante fracaso del argentino Messi, el portugués Ronaldo y el carioca Neymar, confirman que ya no es momento de hacer prevalecer en el fútbol lo individuaL por sobre lo colectivo, como clara enseñanza de la vida misma de una sociedad en democracia.
Un tercer elemento destacable del mundial Rusia 2018, es el aporte de la tecnología al deporte que jugó un rol decisivo en la impecable transmisión televisiva mundial emitida desde Rusia. En el terreno de juego, la tecnología audiovisual fue otro protagonista de éxito en la confirmación de jugadas polémicas y para zanjar los criterios sobre faltas cometidas o acciones dudosas en la cancha, como fue el caso del penal que el arbitro argentino Pitana, cobró contra Croacia a favor de Francia, luego de no sancionar una mano indebida dentro del área chica, sino hasta confirmar la falta en el VAR o video proyectado para ese efecto.
Las enseñanzas de Rusia 2018 deben hacernos reflexionar para un futuro deportivo latinoamericano y ecuatoriano en particular. No basta con ídolos transitorios, ni con regionalismos y nacionalismos baratos que soslayen el valor de lo colectivo e incluyente. Rusia, país diverso y plural, se mostró en una insuperable vitrina deportiva mundial como un país también organizado, moderno y próspero. Sin duda, Rusia fue el anfitrión del mejor mundial de la historia futbolística de planeta.