Un político curtido como líder social, que mira hacia la izquierda, gobernará el país de habla hispana más grande del mundo: México. Esta noticia irrumpió ayer domingo luego de conocerse el triunfo del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, que se convierte así en el primer postulante a la presidencia con mayor respaldo en la historia del país azteca.
El resultado electoral mexicano supone un cambio de rumbo del país con la segunda economía más grande de Latinoamérica, una nación que desde hace casi dos décadas ya se había sacudido de la predominancia del PRI -Partido Revolucionario Institucional-, luego de más setenta años de gobiernos incapaces de superar la pobreza y las injusticias sociales. Ahora México se inclina por el cambio social para intentar poner fin a una época de predomino de los carteles del narcotráfico, que han sembrado el terror en México, y superar una etapa histórica de violencia y corrupción.
Una palabra define el estado de ánimo de los mexicanos: hartazgo. Fin de la paciencia ante la violencia generalizada que cobró más de 160 víctimas entre candidatos concurrentes a la campaña electoral. Un país en el que la desaparición de personas, estudiantes y trabajadores, es pan de cada día. Un territorio de tan alto riesgo, que ser periodista en México equivale a ejercer un oficio extremo con uno de los más altos índices del mundo de profesionales de la información asesinados, secuestrados y desaparecidos en territorio mexicano. El hartazgo y el enojo con el sistema actual han podido más que cualquier otro factor, a la hora de explicar el triunfo del candidato progresista, López Obrador. El líder de Morena, a sus 64 años, promete “una transformación a la altura de la Independencia, la Reforma y la Revolución” mexicanas.
Entre los grandes desafíos del flamante presidente electo, deberá pacificar al país mexicano y superar “la polarización generada durante una campaña repleta de crispación”. En esa línea de acción, en su primera intervención tras la victoria, López Obrador llamó «a la reconciliación de todos los mexicanos», al tiempo que lanzó un mensaje de tranquilidad para los inversores y el sector empresarial.
Con el triunfo de la izquierda en México, la correlación de fuerzas políticas de ese país, cambia sustancialmente y pone de cabeza a los partidos tradicionales. Un sistema anquilosado que dio lugar a la hegemonía del PRI -Partido Revolucionario Institucional-, del conservador PAN -Partido Accion Nacional- y del progresista PRD -Partido de la Revolución Democrática- que conformaban un esquema de gobernanza que hoy “ha quedado reducido a cenizas”. En el otro extremo ideológico opuesto, la formación evangélica se prepara para tener en el Congreso un peso “que jamás había soñado”, mientras que las fuerzas oficiales -reclutadas en Morena- tendrán la mayoría parlamentaria.
El horizonte de la derecha política mexicana tiene nubarrones negros. El tradicional PAN se ve ahora “envuelto en una encrucijada”, ante la división que provocó en sus filas una “alianza” electoral con la izquierda. Mientras que el PRI vuelve a la oposición, luego de fracasar en el poder y no haber comprendido “a los mexicanos del siglo XXI”; una generación con demandas claras de reivindicación social, política y económica. Luego de siete décadas en el poder, el PRI deja una estela de corrupción, ineficacia y violencia sin precedentes en la historia mexicana. Una decena de gobernadores que “defraudaron a los ciudadanos con el saqueo de recursos públicos”. Una ola de violencia rampante con 90 homicidios en promedio diario y una campaña electoral con 48 candidatos asesinados a sangre fría.
México, país de 120 millones de habitantes, recibió los parabienes de varios países latinoamericanos encabezados por Venezuela y Bolivia. En tanto, ni el mandatario electo de Colombia, Iván Duque, ni el argentino Mauricio Macri, el brasileño Michel Temer o el chileno Sebastián Piñera se apresuraron a felicitar al futuro presidente de México. El presidente norteamericano, Donald Trump, que ha identificado a México como su enemigo fronterizo, se mostró conciliador y se limitó a “felicitar al ganador” de las elecciones presidenciales, a través de su cuenta de Twitter. No obstante, no se descarta el recrudecimiento de tensas relaciones entre ambos países vecinos, por la amenaza norteamericna de construir un muro que detenga la migración mexicana hacia los EE.UU. Ecuador, por su parte, reaccionó de forma tibia, a través de un comunicado del presidente Moreno: «Mis mejores augurios para el hermano pueblo azteca. Seguiremos estrechando lazos y aunando esperanzas».
México abre una nueva etapa política marcada por la esperanza de su pueblo de vivir mejores días y superar las injusticias, corrupción y violencia social. Consecuentemente, el triunfo de López Obrador genera gran expectativa en Latinoamérica -inclinada hoy hacia las fuerzas reaccionarias- de mantener un contrapeso ante el predominio de la tendencia de “restauración conservadora” que ha impuesto sus designios en los últimos cinco años en la región.