Como en los viejos tiempos de la diplomacia del garrote, el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, realiza una gira de lobby político en contra de uno de los enemigos del Pentágono: Venezuela. Y en un gesto propio de una agenda de la mendicidad, el emisario del Trump, chequera en mano, llamó a los países de América Latina a tomar acciones para “aislar al gobierno de Venezuela, un adversario de Washington que lucha contra una crisis política y económica interna que ha lanzado fuera de ese país a miles de venezolanos.
“Nosotros respetuosamente instamos a Ecuador y a todos nuestros aliados en la región a que tomen pasos para aislar al régimen de Nicolás Maduro aún más”, dijo Pence, mientras echaba mano a la chequera oficial para desembolsar la irrisoria cantidad de dos millones de dólares para “atender la creciente afluencia de venezolanos que llegan a diario al país andino en medio de la preocupación general por el masivo éxodo”. La foto de este gesto estadounidense, denigrante para los latinoamericanos, quedará para los anales políticos por lo bochornoso e injerencista de la diplomacia norteamericana en la región.
El intento gringo de “untar” dinero al gobierno nacional, representa un gesto que denigra a ecuatorianos y venezolanos al ofrecer limosnas con el abierto fin de influir en la voluntad política de Ecuador, para desestabilizar al régimen de Venezuela. Este hecho político no tiene parangón en la historia de las relaciones ecuatorianas bilaterales con los Estados Unidos de las últimas décadas, ni frente al régimen criollo más entreguista a los norteamericanos, la potencia del norte se habría atrevido a jugar una carta tan deshonrosa.
Negocios son negocios
Según el protocolo, en el pretil de la Casa de Gobierno los Granaderos de Tarqui, símbolo de la lucha independentista ecuatoriana, rindieron honor al gestor de un acto tan directo con el fin de doblegar el rumbo soberano de nuestra politica internacional. Ecuador, al fragor de la presencia del visitante norteamericano, se jugó una carta por el intento “imperativo de entrar en una negociación para lograr un acuerdo comercial EE.UU.”, según las propias palabras del ministro de comercio, Pablo Campana. El funcionario ecuatoriano recordó que “desde el 2014 al 2017 se redujeron las exportaciones ecuatorianas no petroleras hacia los EE.UU., en un 25% y las exportaciones desde ese país, en un 39%”. Ecuador busca además ser incluido dentro de las preferencias arancelarias del Sistema Generalizado de Preferencias SGP, incorporando a cuatro productos nacionales, atún, brócoli, alcachofa y flores.
Ese acuerdo comercial solicitado por Ecuador está en abierta contradicción con los Tratados de Libre Comercio TLC, a los que el régimen ecuatoriano anterior se opuso. Dichos tratados se intentaron implementar en el contexto de los afanes norteamericanos de mantener bases militares en nuestro territorio, y de incidir en la politica interna de seguridad y defensa, bajo el rótulo de “ayuda de los EE.UU.” en el terreno militar y policial.
Diálogo es diálogo
Cabe destacar que el régimen de Ecuador respondió con la conocida fórmula de “diálogo”, frente a la “recomendación” de Pence de “restaurar la democracia en el país venezolano”, a lo que el funcionario norteamericano respondió que “no es momento de palabras, hay que actuar para restaurar la democracia en Venezuela”. Ecuador ha sugerido una consulta popular en el país bolivariano para que sean los venezolanos quienes avalen las últimas elecciones presidenciales de ese país. Al mismo tiempo, el gobierno ecuatoriano sugiere trabajar con la OEA “para promover derechos y libertades” en Venezuela. Esta postura ecuatoriana marca leve distancia con las pretensiones injerencistas norteamericanas.
La gira del vicepresidente norteamericano, Mike Pence, a Latinoamerica no tiene nada de mágica y misteriosa. Se trata de un abierto lobby injerencista para lograr el alineamiento latinoamericano con la geopolítica estadounidense en la región con el fin de aislar, debilitar y derrocar a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, últimos bastiones de los “regímenes progresistas que gobernaron en la década del socialismo del siglo XXI”.
Ecuador debe distanciarse de las prácticas de chantaje, propias del impersonal mundo de los negocios, impulsadas por el magnate Donald Trump que gobierna a los EE.UU. Es hora de fortalecer una diplomacia digna, gestionada en base de principios para poner tope al lobismo del cheque en mano. La soberanía no tiene precio.