Se alinearon los astros: el documental Luz de América fue exhibido en Quito, precisamente, este 21 de junio, día de solsticio de verano, tiempo de luz cenital sobre la tierra equinoccial. La cadencia de las imágenes iniciales del largometraje de Diego Arteaga, armoniza con el ritmo y secuencia natural de la luz descendiendo sobre las alturas de la serranía ecuatoriana. Territorio sublimado desde una fotografía hecha con pasión, a través de una cámara inteligentemente ubicada. Las escenas primigenias del film son la alegoría del paisaje andino, rico en matices que destella la luz incidental sobre las elevaciones de El Altar, volcán Cotopaxi, atalayas y estribaciones cordilleranas que rodean a Quito, convertido literalmente en luz de América.
Ese apelativo histórico, endilgado a Quito por el fraile chileno Camilo Henríquez, sirve de pretexto para que este ensayo cinematográfico indagatorio rescate fragmentos de histórica, cavilación filosofía y fruición estética en imágenes de una ciudad milenaria plasmada con solvencia en el documental de Arteaga. El largometraje discurre el influjo de la luz en el continente americano, a partir de la relación existencial que establecieron nuestras culturas ancestrales con el sol.
El filme palpa en nuestra “oscura actualidad”, la ruptura que se da en lo profundo del subconsciente latinoamericano, a partir de la desconexión mística-sensorial del dios Sol que sufrió nuestro continente frente a la llegada del dios abstracto-invisible católico. “Se trató de cachar cómo vive la gente que tiene el sol arriba vertical, que es la peor luz porque te tapa los ojos”, dice Arteaga. En esa línea de acción, el documental intenta mostrar el origen común del pensamiento y de las civilizaciones americanas andinas, como metáfora histórica, mitológica y filosófica.
Con buen sentido de registro audiovisual, el filme se afirma en el testimonio y en la acción de personajes diversos que transmiten conocimientos de la realidad mística latinoamericana. Una muestra de fotografías hechas en diversas ciudades del continente sirven de marco locacional para escenas cargadas de poético simbolismo. Allí están la mujer y el hombre sudamericano, en su innegable condición existencial, frente a la luz incidente que descubre el resplandor de sus vidas en sus entornos naturales.
Todo comienza en un periplo de búsqueda del sentido originario de la luz. Bajo la luz más violenta del sol, vemos la luminosidad que cae sobre el patio de la casa de Arteaga, y a él en el día del equinoccio, sin sombras, iniciar la búsqueda de repuestas que disipen la opacidad de un tiempo histórico en un espacio geográfico singular de la región andina. En el devenir del filme se muestra, a través de la Teoría de los colores de Goethe, un collage de imágenes de diversas ciudades y paisajes latinoamericanos, en una reflexión poética sobre cómo la luz nos aproxima al entendimiento de nuestro hábitat. Son imágenes logradas con bellísima factura estética.
Paula Parrini, fotógrafa y productora general del documental Luz de América, consiguió convocar a un representativo grupo de realizadores, fotógrafos y músicos que dan forma a una película de solvente realización audiovisual. Fotoperiodistas corresponsales en Buenos Aires, Costa Rica, Nueva York, Patagonia, Caracas, Montevideo, Panamá, Brasilia, Toronto, La Habana, Cuzco y La Paz, reúnen imágenes de cada ciudad. El rodaje fue realizado en Quito, en Valparaíso y Potosí y todas las tomas fueron hechas el día del equinoccio y solsticio en América. El resultado es visualmente notable. El equipo técnico está integrado por Martín Jaramillo Serrano, Lucía Romero, Tomás Astudillo y Guillermo González Stambuk en el trabajo fotográfico y Andrés Galarza Mier, en el diseño de sonido. El documental registra bandas sonoras originales de Inti-Illimani, Estupendo, Juan Mullo, Iñaki Oñate, Lascivio Bohemia, Eduardo Zurita, Andrea Almeida y Ludwig Van Beethoven.
El largometraje Luz de América fue estrenado en Ecuador en el marco del Festival Internacional de Documentales Encuentros del Otro Cine, EDOC, mayo 2018, y ahora se encuentra en la etapa de distribución. Los realizadores se han impuesto la tarea de hacer que el documental sea visto en otras latitudes y lograr buenos acuerdos para llegar a varias plataformas, además de festivales. Luz de América es un magnífico exponente del cine documental ecuatoriano para ser visto en espacios académicos, aulas escolares, lugares de esparcimiento y en todo sitio donde alguien busque repuesta a una pregunta esencial: Cuál es el santo y seña particular de nuestra identidad como habitantes de un continente geográficamente luminoso, pero históricamente opacado por una realidad que el filme contribuye a cambiar.