Mientras veía el cotejo mundialista entre Argentina e Islandia y admiraba el choque de esos gigantes vikingos islandeses, al medir fuerzas con argentinos latinos y de ancestros aborígenes, imágenes pretéritas recurrían en mi mente de escenas de la novela Salka Valka, del islandés Halldór Laxness.
Conocí la cultura de Islandia en mi adolescencia por Laxness, escritor celta, Premio Nobel de Literatura en 1955. Laxness publicó su primer libro a los 17 años, pero sería en 1931 que escribe su obra mayor, Salka Valka. Formidable novela que narra una Islandia extraña y repelente. La historia de una prostituta y su hijo, víctima de sus pasiones, su egoísmo y su mala fama, y de su intento de encontrar un lugar para ellos en una nueva comunidad crítica e implacable. Salka Valka es la leyenda de la soledad, la desesperación, la política, el poder, la compasión, la lujuria, la pobreza y el pescado. Más que nada, es la vivencia de un amor lo suficientemente fuerte como para hacer el último sacrificio; una noble y fuerte generosidad de proporciones heroicas.
Laxness dejó impregnada para siempre en mi memoria la figura de una mujer alabada por ser “un partido para cualquier hombre vivo”: alta, erguida y de hombros altos, su espeso cabello corto con una raya lateral; tiene ojos valientes y claros, mandíbula fuerte y labios carnosos, manos firmes y una voz profunda; y usa botas de montaña alpinas, pantalones de lana y un jersey de cuello vuelto que no oculta la curva completa de sus firmes senos.
Al recibir el Nobel, Laxness reconoció: «Pasé toda mi infancia en un entorno en el que los poderosos de la tierra no tenían cabida fuera de los libros de cuentos y los sueños. El amor y el respeto por la humilde rutina de la vida cotidiana y sus criaturas era el único mandamiento moral que conllevaba convicción cuando yo era un niño.»
Así concibió una historia de heroicidad que transcurre en un paisaje sorprendente. Los fiordos de Islandia, imponentes acantilados del norte islandés, la región más salvaje y menos poblada de la isla. No es casual que inspirado en ese entorno subyugante, Julio Verne escribiera su célebre Viaje al centro de la Tierra, donde los protagonistas viajan hasta Snaefellsjökull, volcán por el que se introducen para alcanzar el corazón terrestre. Desde entonces, mi admiración por ese país nórdico de 350 mil habitantes, que por primera vez asiste a un mundial de fútbol como el territorio con la menor población del planeta.
Islandia destaca en deportes de invierno y de montaña, siendo el alpinismo y senderismo los más practicados por los islandeses que destacan también en ajedrez y atletismo. En el terreno deportivo de la Copa Mundial Rusia 2018, los argentinos se estrellaron en el campo de juego con un fiordo imposible de superar: la compacta defensa de un equipo disciplinado y emocionalmente concentrado en su labor. Esta vez contuvo el avance de la albiceleste, con un Messi que no logró penetrar los resquicios de un elenco tácticamente impecable. Islandia, país de origen celta y escandinavo escribió una página sorprendente al frenar a los gauchos sudamericanos.
Islandia ejecutó un plan perfecto, se replegó, aguardó su momento rezagado y creó peligro con pelota parada y al contragolpe. Argentina fue dueña del balón, Islandia de los espacios. Y llegó el fatídico minuto 63 para los argentinos, cuando empataban a 1 con los islandeses. Messi erró un penal que impidió superar a su rival en el marcador.
¿Qué hace que “el mejor futbolista” del mundo cometa esa falla garrafal?
Aunque Messi declaró, “no soy el mejor del mundo, sino un futbolista más”, echó por tierra la ilusión de su país y de los latinoamericanos que esperábamos un triunfo argentino. Se sabe que la conducta deportiva en la cancha del polémico Messi tiene antecedentes y podría estar influida por el Síndrome de Asperger que padece. Mucho se ha dicho de su condición de paciente con una situación neurobiológica que, desde su infancia, lo condicionó como los niños que “no pueden demostrar empatía con sus compañeros y son torpes físicamente”; y, sobre todo, como adulto con cualidades propias de un autista, trastornos de ansiedad y depresivos, razonamiento extremadamente refinado, una gran concentración y actitud perfeccionista.
Pero la explicación deportiva, en este caso, suele ser más pertinente: El arquero islandés Hannes Halldorsson, que se vistió de héroe este sábado al detener un penal a Lionel Messi, reconoció que había estudiado al delantero albiceleste en este tipo de lanzamientos. Halldórsson se arrojó sobre su poste derecho y logró desviarle la pelota a la estrella mundial del balompié: «Hice mis deberes. Vi un montón de penales de Messi, intenté entrar en su mente para lograr adivinar lo que yo podría hacer y afortunadamente tuve suerte. Estudié a Messi, tenía un pensamiento de que podía ir por ahí, por donde Messi casi siempre dirige sus penales«, dijo el portero islandés.
La historia se escribe de pasiones. Esta vez un cotejo de fútbol, un Messi que se “siente amargado” y llora después de fallar un penal clave frente a un guardameta convertido en héroe, nos devuelve la pasión por Salka Valka, maravillosa y pasionaria novela que volveré a releer, añorando mis años juveniles.