En una decisión histórica la Cámara de Diputados de Argentina, aprobó el proyecto de ley para la interrupción voluntaria del embarazo por 129 votos a favor y 125 en contra. La sociedad gaucha se suma a los países que se manifiestan a favor de despenalizar el aborto como una decisión de la mujer sobre sus derechos reproductivos. La histórica decisión hizo estallar en lágrimas a miles de mujeres que se encontraban en las afueras del Parlamento en Buenos Aires, confirmando lo sensible que es el tema en el contexto latinoamericano.
La decisión de los diputados argentinos pasa ahora al Senado que deberá convertirla en ley. En sectores políticos progresistas y del activismo feminista, existe la convicción de que “es imprevisible la fuerza de la gran ola feminista que está abriendo Argentina a la modernidad”. Una sociedad tradicionalmente conservadora y arraigada en los preceptos católicos opuestos al aborto. Lo que evidencia un avance cultural del país sureño, en términos de poner “en retroceso al machismo”, con la eventual normalización del matrimonio homosexual y el aborto libre en la tierra del Papa Francisco.
El Senado tiene que hacerse cargo de la demanda ciudadana y legislar realidades, esa es la percepción del tema en varios círculos parlamentarios argentinos. No obstante, en Argentina país donde todo cambia con rapidez, la presión de la Iglesia católica y de los gobernadores de las conservadoras provincias del norte, podría frustrar esa perspectiva. La división de la sociedad argentina sobre el aborto se repitió en el interior del hemiciclo parlamentario y de los partidos políticos. Todos los bloques votaron divididos, con excepción de la izquierda, con una postura unánime a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.
En la actualidad, en Argentina como en Chile, el aborto es ilegal, excepto en casos de violación y de riesgo para la salud de la madre. Las mujeres que interrumpen su embarazo se enfrentan a penas de cárcel de entre uno y cuatro años en abierta contradicción con sus derechos a decidir sobre su propio cuerpo. El aborto es legal en Norteamérica, Asia, Europa, Australia, pero continúa penalizado en Latinoamérica y África, únicos continentes que lo prohíben y en donde la desigualdad y la violencia contra las mujeres, son mayores. El proyecto prevé que el aborto sea libre hasta la semana 14 y después sólo si el embarazo es fruto de una violación, hay peligro para la gestante o malformación fetal.
En Argentina casi 50.000 mujeres son internadas cada año por complicaciones derivadas de abortos y medio centenar muere, por tanto, no es una cuestión de fe, sino es un tema de salud pública que ha sido abordado con responsabilidad civil por la clase política argentina. Mauricio Macri habilitó el debate en medio de una gran presión social, pero es contrario a la despenalización y se ha mantenido al margen. Ha anticipado sí que respetará el resultado y no habrá veto presidencial.
Argentina ha dado un paso histórico trascendental con la aprobación del aborto legal, una prerrogativa de la mujer en ejercicio de sus plenos derechos reproductivos. La ejemplar decisión del país gaucho, es de esperar abra el debate en el resto de un continente hipócrita que tiene el más alto índice de abortos ilegales perpetrados en mazmorras sanguinarias, con la complicidad de un Estado indolente. El aborto legal es un deber del Estado en la implementación de políticas públicas de salud reproductiva que garantice los derechos de la mujer y su libre decisión sobre su vida y la de su familia.