Hay dos personas a las que nunca deberíamos perder la confianza: al mecánico del carro y al médico de cabecera. Del acto de confiar en ellos, puede depender nuestra vida. Pero ¿qué sucede cuando después de un ABC al auto familiar, o de un chequeo médico de rutina nos abruma la incerteza? En ese momento, se derrumba como torre de naipes, la confianza del cliente.
Los cuestionamientos al cuerpo médico han trascendido el ámbito de los hospitales y consultas privadas y, últimamente, Presidentes de gobiernos latinoamericanos han emitido cáusticos comentarios, respecto de la responsabilidad técnica y ética de los profesionales de la medicina en sus países.
Las declaraciones del presidente Lenin Moreno, vertidas en la III Cumbre Mundial de Regiones Sobre Seguridad y Soberanía Alimentaria Hambre Cero, el pasado mes de abril, desataron una polémica entre médicos y pacientes de cáncer. El Presidente de la República manifestó en su intervención que “en el mundo hay más médicos especialistas en cáncer, que pacientes”. Y, acto seguido, el Mandatario emitió un dudoso juicio de valor: “cuando a tí te comunican que tienes cáncer, es posible que el único que se alegre sea el médico, perdónenme, no todos, pero en más de una ocasión, la palabra cáncer significa para una persona casi una catástrofe”. La intervención presidencial continuó con el siguiente argumento: “el cáncer no es tu enemigo, el cáncer es un amigo que te avisa, ve idiota no sigas teniendo las mismas costumbres tóxicas, los mismos pensamientos tóxicos, las mismas emociones tóxicas, los mismos sentimientos tóxicos porque te vas a morir”. Como conclusión a sus argumentos, Moreno dijo que “el paciente de cáncer, cambia de vida, y el médico cambia de carro”. El mandatario ecuatoriano se vio obligado a disculparse ante los galenos de su país.
Ahora le tocó el turno a la clase médica chilena.
En recientes declaraciones emitidas en su rendición de Cuenta Pública ante el Congreso Nacional, el Presidente chileno Sebastián Piñera desató una “saludable” polémica con los médicos del país sureño. Piñera dijo que “los médicos de salud primaria lo único que hacen es dar un par de aspirinas y derivarlo al paciente a un especialista”. El mandatario había sugerido la creación de una especialización médica en atención primaria en salud, puesto que los profesionales solo recetan esa pastilla. La reacción médica no se hizo esperar. La presidenta del gremio médico de Chile, Izkia Siches, respondió que Piñera debe “disculparse con los médicos de todo el país”, porque sus declaraciones demuestran que “desconoce el rol de un trabajo que es complejo”. Los médicos chilenos expresaron indignados “la profunda decepción por las lamentables declaraciones del Presidente Piñera y el profundo desconociendo que tiene de este sector”.
Ante semejantes diagnósticos presidenciales, es hora de curarnos en salud.
Los ciudadanos, pacientes y usuarios de los servicios de salud, debemos exigir al Estado, como “medicina preventiva” a los males en la clase médica, que detecte objetivamente las anomalías de los sistemas de salud pública y privada, malas prácticas médicas, o abusos mercantilistas que aumentan la desconfianza profesional en los médicos. El gobierno de turno debe dar, obligatoriamente, un tratamiento adecuado a los problemas del sector de la salud, aplicando correctivos oportunos y curándose en salud. Es momento que una clara política pública de salud establezca y vigile con mayor acuciosidad, el cumplimiento de reglas y procedimientos del ejercicio de la medicina en nuestros países. Es inaceptable que cuando el Estado ha querido regir, por ejemplo, los horarios de los médicos que prestan sus servicios en hospitales públicos, ciertos doctores se molesten porque atenta contra sus horas “dedicadas a la consulta privada” que, probablemente, representan mayores ingresos económicos. Algunos han terminado renunciando al servicio de salud pública por este motivo, incumpliendo el juramento de Hipócrates que rige su conducta profesional
Cierto es que, además, existe intolerancia en médicos que maltratan al paciente con actitudes prepotentes, o se molestan ante una legítima duda a la que tenemos pleno derecho de resolver, porque se trata de nuestra salud y de nuestro dinero. O, simplemente, atentan contra la vida de su paciente por errores inexcusables de carácter culposo. Un ejemplo extremo ocurrió en Ecuador el año 1996, cuando el doctor Galo Garcés provocó la muerte a 21 personas en su centro de diálisis Nefrón, en circunstancia que atendiendo una interconsulta del IESS sometió a sus pacientes a diálisis con equipos de transfusión sanguínea infectados del virus del VIH Sida.
El IESS, en la última década, cambió y ahora cuenta con profesionales más conscientes, sensibles y dispuestos a resolver problemas de los pacientes. Salvo alguna excepción de un médico que, con absoluta falta de criterio, le dice en su cara al paciente cardíaco que está bajo alto riesgo de muerte súbita, sin haber revisado a fondo el expediente médico de su historia clínica. Caso del que dispongo constancia. La ausencia de un sistema centralizado de información que permita acceder e intercambiar datos de las historias clinicas entre los centros de salud pública y privado, es una necesidad perentoria. No es aceptable que el resultado de un examen de laboratorio, un diagnóstico, el informe de un procedimiento quirúrgico o informacion histórica de los pacientes, sea un misterio entre el sistema privado y los centros de salud estatal.
La normativa precisa con claridad las responsabilidades profesionales y éticas frente al espíritu de cuerpo que impera en los colegios médicos que defienden lo indefendible, tratando de encubrir las malas prácticas de alguno de sus miembros. Esto debe cumplirse. La observancia a los procedimientos errados de la clase médica no es asunto tratable en la opinión desatinada o demagógica de un político en el poder, sino que es un tema de veeduría ciudadana, de control del Estado a través de sus políticas. Y en última instancia, es un asunto que atañe a las tribunas de consumidores, porque al final del día se trata de exigir y garantizar un buen producto o servicio médico al cliente.
Exigir cumplimiento de la norma
En Ecuador existen diversos códigos que rigen la práctica de la medicina. La responsabilidad médica es la obligación para los médicos de sufrir las consecuencias de ciertas faltas por ellos cometidas que pueden comportar una doble acción, civil y penal. Debe entenderse bajo este concepto la responsabilidad que afecta al médico por sus actos u omisiones que puedan considerarse culpables, ya sea por imprudencia, descuido, ligereza o por error en la administración de medicamentos o en la ejecución de operaciones o en la emisión de juicios científicos, en las actuaciones periciales o, en fin, en cualquier acto en que intervenga en calidad de facultativo, señala el doctor Andrés Ycaza Palacio, sobre responsabilidad en la medicina de nuestro país. Desde la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 en artículo 25; la Ley de Federación Médica de 1979 y reformada en 1989, artículos 34, 174 y 175; el Código Penal en artículos 436 y 437, y el Código de la Salud, estos cuerpos legales establecen derechos, delitos y sanciones relacionados con la salud ciudadana.
El decálogo que debemos exigir cumplimiento a nuestro médico de cabecera dice: El enfermo nunca es objeto, es sujeto. No mentir. Ser prudente. Adquirir pericia. Ser diligente. Dejar constancia. Reconocer los límites. Informar por objetivos. Hacer sentir a los familiares, colaboradores. Cobrar lo justo.
El ser humano aún depende de otro ser humano para aspectos fundamentales como es el manejo de su salud y la vida. A pesar de que la tecnología vaya de la mano de la ciencia, el encargado de aplicarla en el hombre sigue siendo el propio hombre y, al estar a en sus manos esta labor, el profesional de la salud tiene la obligación de desempeñarla con rectitud, responsabilidad y conciencia, velando por la integridad de sus semejantes, como se compromete el momento que realiza el juramento hipocrático.