La concentración mediática, ¿consiste en un oligopolio de la información, muchos medios en propiedad de unas pocas manos, o la concentración de medios conduce a la uniformidad de los contenidos que se producen o difunden? Tres aristas de un mismo fenómeno. Este tema de acuciante incidencia social es tratado en el documental The Corporation (2003), filme que se cuestiona que en “una economía mundial donde la información es filtrada por las corporaciones globales de medios, ajustándose fuertemente a los intereses de sus poderosos anunciantes, ¿quién defenderá el derecho del público a saber?
En el país, dice el sociólogo e investigador Andrés Groner, resulta inadmisible que en Ecuador, sobre la base de un discurso del “derecho a la libertad de expresión”, se permita la operación tan descarada de las corporaciones privadas de la comunicación y de sus redes. Groner se platea aclarar el término “concentración de medios”, puesto que ésta no se mide únicamente en función de determinar cuántos medios se encuentran en propiedad de unas pocas manos. La concentración mediática permite a la prensa “diariamente, mientras transmiten contenidos perjudiciales para el desarrollo de nuestra sociedad, moldear la opinión pública según sus propios puntos de vista”.
La concentración de medios parece evidenciarse por una sola vía, señala Groner. Se refiere a la situación en la que una persona o corporación ejerce la propiedad directa o indirecta sobre una parte importante del conjunto de los medios, como resultado de diversos procesos, tales como: adjudicaciones, adquisiciones, fusiones, convenios con otras compañías, testaferros, entre otros.
La concentración de medios en el país, no inicia con el Concurso de Frecuencias, ni tampoco data de los años cercanos a la conformación de la Comisión para la Auditoria de Frecuencias del año 2008. La concentración mediática hace referencia al grado de participación del medio de comunicación en el mercado publicitario, cantidad de frecuencias que dispone un solo actor, tamaño de la audiencia que actualmente abarca el medio y una simple estimación de la cantidad de medios que controla un solo sujeto.
Para desconcentrar los medios, se pregunta Groner, ¿será posible que los medios privados, las fundaciones y los políticos que actualmente denuncian la concentración de medios estén dispuestos a que el Estado, realmente, analice y regule el tema con una metodología integral, con estándares internacionales?
La respuesta aún está muy distante de ser una realidad afirmativa en nuestro país. En Ecuador -constata Groner- el sector de la banca y el sector empresarial privado tradicionalmente han concentrado medios de comunicación en torno a un doble objetivo: primero ideológico, en tanto realizan esfuerzos para transmitir el discurso neoliberal y transformarlo en social-hegemónico; y segundo económico, por su participación cruzada con otros mercados.
Las corporaciones de la comunicación que generan contenidos y noticias, de aquellos medios de comunicación que por su condición precaria únicamente las re-distribuyen; las presentan bajo una marca diferente o simplemente las re-interpretan. Si su posición es al extremo dominante, pueden causar un abuso de mercado. En conclusión, la concentración de medios conduce a la uniformidad de los contenidos que se producen o difunden.
Conjugar el verbo antagónico, desconcentrar los medios, implica poner límites a la participación de determinados grupos, en diversos espacios, para permitir la participación del resto de la sociedad. Supone, además, que la producción de los contenidos difundidos ya no se construye desde un solo centro hegemónico; y, por el contrario, crezca el número de fuentes originales desde donde se genere la información. La lección aprendida de la práctica de la concentración mediática, es clara: Cualquier escenario que propicie este tipo de concentración en la producción y difusión de contenidos es indebido para la democracia.