Un cargo honorífico en la ONU, la verdad, engrosa el ego diplomático. Mas aún, tratándose de un país como el nuestro que desde 45 años no preside la Asamblea General de Naciones Unidas. Ecuador no ocupa un puesto desde que Leopoldo Benites se convirtiera en el vigésimo octavo presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1973. La Asamblea General fue establecida en 1945 en la Carta fundacional de la Organización de las Naciones Unidas, como uno de sus órganos principales, a la vez el más importante, de vocación universal y el más democrático. En efecto es el único órgano principal que integran los 193 Estados Miembros de la ONU, todos con derecho a voto en igualdad de condiciones. Por tanto, es lógico que la elección que se llevará a cabo el 5 de junio de 2018, nos insufle el ego diplomático ante la eventualidad de que Maria Fernanda Espinosa se convierta en la primera mujer sudamericana en ocupar la Presidencia de la Asamblea de la ONU en el 73 periodo de sesiones 2018-2019.
La Asamblea General es el órgano deliberativo de la organización por excelencia, bajo su responsabilidad lleva a cabo las consultas, debates, negociaciones y aprobación de las resoluciones en torno a los temas más relevantes de la agenda internacional, directamente en sus sesiones plenarias o por medio de sus seis comisiones principales: desarme y seguridad internacional; asuntos económicos y financieros (Desarrollo Sostenible), y asuntos sociales, humanitarios y culturales (Derechos Humanos); política especial y de descolonización, Asuntos administrativos y presupuestarios y Asuntos jurídicos.
La propuesta ecuatoriana que acompaña a la postulación de Espinosa, se basa en un proyecto de desarrollo sostenible y la paz en el planeta. La actual canciller aspira a liderar el “espacio de diálogo, acuerdos y compromisos más importante del multilateralismo”. En esa línea, Ecuador propone una “presidencia de puertas abiertas”, que apuesta por “acompañar y orientar el proceso de reforma de las Naciones Unidas impulsado por el secretario general”. Asimismo, se ofrece reforzar la transparencia e inclusión de la oficina del presidente de la Asamblea General y fomentar “sinergias en el Sistema de las Naciones Unidas en apoyo al desarrollo social, derechos humanos, apoyo humanitario, desarme, mantenimiento y consolidación de la paz, así como el financiamiento para la labor de la organización”.
Ecuador no ha escatimado esfuerzos para conseguir el propósito de presidir la Asamblea General de la ONU. En esa perpectiva, analistas coinciden en señalar que el gobierno ha hecho una “preventa diplomática”, de ciertos temas de interés prioritario. La pregunta de cajón: ¿qué tipo de compromisos está adquiriendo María Fernanda Espinosa a nombre del Estado ecuatoriano a cambio de los votos que está solicitando? Nadie da puntada sin hilo en el campo diplomático y toda gestión tiene su precio. Se sabe que existía un canje realizado por Ricardo Patiño en el 2015 con Honduras, el país centroamericano votó para elegir a Patricio Pazmiño en la Corte Interamericana a cambio de que Ecuador vote por su candidato para presidir la Asamblea General de la ONU en el período 2018-2019. La actual postulación de Espinosa desconoce dicho acuerdo de caballeros.
No sería de alarmarse, si consideramos que el canje diplomático ha sido una práctica común entre Estados que negocian puestos, nombramientos, votos y posiciones de poder internacional. El tema clave es saber a qué precio. Es saludable saberlo, puesto que no sería presentable comprometer la palabra del país a cambio de un puesto que, además de insuflar el ego diplomático, lo único importante es aparecer en los anales de la organización internacional sin beneficio de inventario.
Ahora resulta entendible que el presidente Moreno no haya pedido la renuncia a Espinosa, pese a las críticas que arrecian a su gestión, en el contexto de los problemas fronterizos, falta de seguridad y carencia de una clara y autónoma política internacional ecuatoriana, en relación con el Plan Colombia impulsado por los EE.UU. Confirmarla en el puesto de Canciller, posibilitó que Espinosa haga las negociaciones que ameriten, en el contexto de su campaña internacional por la Presidencia de la Asamblea de la ONU. La “representación ecuatoriana” es más importante para el gobierno que la presencia de Espinosa al frente de las acuciantes repuestas que amerita el tema fronterizo. Esta vez pesa más el ego diplomático.