Venezuela es un país en el que hay que observar si la política está determinada por la ideología o por las necesidades materiales no resueltas. Esa es la gran cuestión venezolana por dilucidar. Con los más ingentes recursos petroleros del continente, y uno de los mayores del mundo, la tierra de Bolívar se debate en la más profunda crisis económica. La escasez de víveres, medicinas y productos de primera necesidad, es el pan de cada día. Los venezolanos viven en un país en donde la comida y las medicinas escasean, no hay sueldo que resista la brutal inflación, y el aislamiento internacional crece mientras Estados Unidos arrecia su presión.
No obstante, el conductor de ese proceso político-económico gana las alecciones presidenciales y es reelegido hasta el 2025. ¿Cómo establecer las claves que expliquen lo que sucede en la Venezuela de Maduro?
La mirada debe ser puesta en los albores del proceso revolucionario venezolano, encabezado por Hugo Chávez, un militar que adhirió a la causa del socialismo bajo influencia de Cuba y de otros procesos insurrectos que le brindaron la fórmula: movilización de masas, control de las fuerzas armadas y un discurso movilizador. Tres elementos en capacidad de sostener un proyecto político popular antimperialista y con sustento en una base electoral amplia, recursos petroleros y una marcada vocación populista clientelar.
Dicha herencia convirtió al sucesor de Chávez en un lider que se inspiró en el ejemplo de su antecesor y profundizó la politica chavista, sin dudar del derrotero trazado. La ruta está marcada por un movimiento altamente ideologizado, con un importante grado de componente místico que insufla ánimos para continuar cargando en hombros un proceso amenazado desde dentro y fuera del país por fuerzas poderosas que no dan tregua.
No obstante, para bien o para mal, los venezolanos dicen: “Maduro no es Chávez”. Y ese juicio de valor lo degrada ante los ojos chavistas, al punto que la casilla del movimiento de Maduro solo sacó 374.242 votos, 4,07% del total, mientras que la tarjeta del PSUV, identificada con la silueta de los ojos del líder Hugo Chávez, obtuvo 57,23% de las preferencias. Esto evidencia, según el análisis de los oponentes, una derrota para Maduro dentro del propio chavismo.
Maduro ganó las elecciones con 67,7% de los votos frente a 21,2% de Falcón, aunque con una abstención de 52%, la más alta de la era democrática venezolana, que comenzó en 1958 En sufragios, sin embargo, el número se aleja de la vara de 8,1 millones de votos que puso Hugo Chávez en su última elección en 2012 con una participación del 80%, Maduro radicalizó las políticas del expresidente Chávez y detonó una crisis económica sin precedentes.
Movilización popular
La política en Venezuela se hace en las calles, herencia pura y dura de los tiempo del chavismo triunfal. Sin embargo, observadores constatan de que “Maduro no mueve masas”. Entonces, el apoyo sustentado en la mística de un movimiento ideologizado explica, en primera instancia, el triunfo electoral de Maduro el domingo anterior.
Maduro sigue gobernando porque «ha aplicado un paquete dictatorial”, sostienen politólogos, en medio de una crisis económica que deja poco margen a elegir alternativas democráticas. Los “creyentes de Maduro” identifican a tres culpables de la desgracia económica: Estados Unidos, la oposición y algunas veces a la corrupción. Los seguidores del mandatario afirman que “existe democracia, pese a la persecución contra políticos opositores”. Muchos de los fieles a su política se movilizaron el pasado domingo para enfrentar la abstención convocada por la alianza Mesa de la Unidad Democrática, pero que también tocó sus filas. Así se mueve la mística en la politica venezolana practicada en las calles.
En definitiva, el triunfo electoral de Maduro -polémico, cuestionado, pero inobjetable- se explica también por el control institucional que ejerce el oficialismo, con los militares a la cabeza, que tiene presencia en 14 de los 32 ministerios. La Fuerza Armada chavista tiene además un amplio poder económico que incluye el manejo de la petrolera Pdvsa, que aporta 96% de los ingresos del país. “Parte fundamental de la receta es el control de los militares. Al comprarlos y compartir con ellos el poder, ha neutralizado cualquier desafío de las Fuerzas Armadas ”, asegura el director de Diálogo Interamericano, Michael Shifter. El poder influyente de Maduro alcanza los otros poderes públicos, excepto un Parlamento opositor, pero que se ve anulado por la Asamblea Constituyente oficialista que actúa con omnipotencia de poderes.
La oposición que llamó al boicot de las elecciones del domingo, manejó el ambiguo discurso de no reconocer legitimidad al proceso y actuar dividida., agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) volvió a fracturarse luego de sus victorias del 2015. El quiebre se profundizó con la decisión del disidente del chavismo Henri Falcón de presentarse a los comicios.
En Venezuela, aun nada está definido para siempre. La proclamación de Maduro como mandatario hasta 2025 ha provocado un rechazo de la comunidad internacional, los 14 países que integran el Grupo de Lima han llamado a consulta a sus embajadores. A esa decisión se suma el abierto bloqueo político y económico norteamericano. “¡Cuánto me han subestimado!”, dijo Maduro tras saber su reelección. Y tiene razón. Su muerte política ha sido pronosticada desde que llegó al poder. Ese cóctel quizá le hubiera costado el cargo a un mandatario en otro país, pero Maduro tiene con qué seguir dando la pelea. Por eso, acaso, ningún experto se atreve a vaticinar el futuro en la tierra de Bolívar.