Escolarización no es lo mismo que aprendizaje. Con esta reveladora frase arranca un informe del Banco Mundial sobre el estado de la educación actual. En términos resumidos, se quiere significar que una cosa es brindar cobertura educativa, facilitar el acceso a la escolaridad y otra es aquello que los beneficiarios aprenden. En muchos sistemas educativos del mundo, los niños aprenden muy poco: aun después de varios años de escuela. Como una hipótesis de arranque, el informe señala que dentro de los países, los resultados de aprendizaje son casi siempre mucho peores entre la población de bajos ingresos.
Un lento comienzo en el aprendizaje supone que aun los estudiantes que llegan a terminar la escuela primaria, no dominan las competencias básicas. El informe destaca que en 2014, “entre los niños de sexto grado de África occidental y central, menos del 45 % llegó a un nivel de competencia en lectura o en matemática que fuera “suficiente” para continuar los estudios: los demás no pudieron, por ejemplo, resolver un problema matemático en el que debían dividir 130 por 2615.
En la India, sus zonas rurales, en 2016, registran que solo la mitad de los niños de quinto grado podía leer con fluidez un texto del nivel del programa de segundo grado, que incluía oraciones (en el idioma local) del tipo de “Era el mes de las lluvias” y “Había nubes negras en el cielo”. Estas graves deficiencias constituyen una crisis del aprendizaje. Las consecuencias sociales son evidentes: La crisis del aprendizaje amplía la desigualdad, perjudica gravemente a los jóvenes desfavorecidos, que son los que más necesitan el impulso que una buena educación puede proporcionar.
Cifras reveladoras
Los países capitalistas de altos ingresos muestran otra realidad: casi todos los estudiantes (99 % en Japón, el 98 % en Noruega, el 91 % en Australia), alcanzan nivel alto en la escuela primaria. Según el informe, en otras partes del mundo la proporción es mucho más baja: solo el 7 % en Malí, el 30 % en Nicaragua, el 34 % en Filipinas y el 76 % en México. En los países de ingreso bajo, el 14 % delos estudiantes llega a este nivel hacia el final de la primaria, mientras que en los países de ingreso mediano bajo, la proporción es del 37 %. Incluso en los países de ingreso mediano-alto, solo el 61 % de los niños alcanza un nivel mínimo de competencia.
Se dice que el obstáculo primordial al aprendizaje es la ausencia total de escolarización, y sin embargo, hay cientos de millones de niños que no asisten a la escuela. En 2016, alrededor de 61 millones de niños en edad de concurrir a la primaria (el 10 % de todos los niños de los países de ingreso bajo y mediano-bajo) y “202 millones de jóvenes en edad de asistir a la secundaria no estaban escolarizados”. El 30 % de los niños menores de cinco años de los países en desarrollo presentan retraso del crecimiento físico, es decir, tienen baja estatura parala edad, lo que en general se debe a la malnutrición crónica, manifiesta el documento.
Las relaciones entre producción y educación saltan a la vista: Las deficiencias en el aprendizaje durante los años de escuela se manifiestan más tarde como brechas de habilidades en la fuerza laboral. A simple vista, el debate sobre habilidades laborales pasa por reconocer la crisis del aprendizaje: El problema no radica solo en la falta de trabajadores capacitados, sino en la falta de trabajadores que puedan capacitarse fácilmente, concluye el informe.
Se asume que los sistemas educativos que atraviesan dificultades, “carecen de uno o de varios de los cuatro elementos clave para el aprendizaje en el ámbito escolar: estudiantes preparados, una enseñanza eficaz, insumos centrados en el aprendizaje, y directores de escuela calificados y una gobernanza adecuada que aglutine todos estos elementos”.
Y aquí el informe pone el dedo en la llaga: desde una perspectiva sistémica, el bajo nivel de aprendizaje y de habilidades no debería causar sorpresa. Las complejidades técnicas, las fuerzas políticas provocan constantemente un desalineamiento de los sistemas educativos con respecto al aprendizaje. Las dificultades políticas agravan las dificultades técnicas. Muchos actores del sector educativo tienen diferentes intereses, más allá del aprendizaje. Los políticos actúan para mantener sus posiciones de poder, lo que puede llevarlos a enfocarse en ciertos grupos (geográficos, étnicos o económicos) para obtener ventajas, señala el documento.
El informe puntualiza algunos casos de países que hace un esfuerzo por la calidad de la educación, con resultados. Finlandia a fines de la década de 1970 aumentó la equidad de los resultados y, al mismo tiempo, mejoró la calidad. Por lo tanto, cuando se realizó la primera prueba PISA en 2000, ese país obtuvo los mayores puntajes. Más recientemente, Chile, Perú, Polonia y el Reino Unido han asumido serios y firmes compromisos de reformar la calidad de sus sistemas educativos.
Casos emblemáticos
Respecto de Ecuador, en el análisis del informe analizado en las instalaciones del Ministerio de Educación por Reema Nayer, gerente de la práctica Global de Educación para América Latina y el Caribe, se constató que “América Latina ha logrado grandes avances” y que “Ecuador fue el país con el mejor desempeño en lectura y matemáticas” en pruebas de evaluaciones. De igual manera, nuestro país ha mejorado las tasas de acceso educativo y graduación en todos los niveles. Entre el año 2007 y el 2017 la escolarización de más de 25 años aumentó 1 año en promedio, según dijo en referencia al informe el ministro Fander Falconí.
El desafío es técnico y político, según se desprende del diagnóstico del Banco Mundial sobre la situación de la educación. En los aspectos técnicos habrá que preparar a niños y jóvenes para aprender, aumentar la eficacia de la enseñanza, centrar todo en la enseñanza y el aprendizaje. Construir coaliciones y alinear a los actores para que todo el sistema favorezca el aprendizaje. Mejorar la Información e indicadores e involucrar a todos los actores en coaliciones y con incentivos, sin descuidar Innovación y agilidad en la gestión educativa. En ese sentido, la consigna es clara: demostrando que el aprendizaje es realmente importante para ellos, los países pueden hacer realidad la promesa plena de la educación, acelerando el aprendizaje más allá de los índices de la escolarización.
En el ámbito político, los retos no son menos importantes. La educación es un proceso de enseñanza de habilidades que incide en la erradicación de la pobreza e impulsa la prosperidad compartida. La misión educativa debe estar enfocada en reducir las brechas de género y otras desigualdades sociales, y promover la movilidad social. A nivel económico, la educación mejora la productividad y el crecimiento, y puede incrementar el capital social y optimizar el funcionamiento de las instituciones.
En definitiva, la educación es un factor clave para el cambio social, económico y político de una nación o región. Y en tal sentido, no todo lo puede la educación por sí misma. Habrá que acompañarla de otras dinámicas transformadoras: la formación de aptitudes depende de la nutrición y la estimulación en los primeros años de vida, así como del desarrollo cognitivo y socioemocional previo a la escolarización. Las condiciones contextuales de un proceso educativo están marcadas por las dediciones politicas, económicas y sociales que adopte un Estado. Si un país cambia sus relaciones de producción material y espiritual, habrá abierto el derrotero para el cambio educativo, y viceversa.
Si el mundo no cambia la educación, la educación no cambiará el mundo.